La alegría manifestada durante el discurrir de las fiestas patronales, que, una vez finalizadas, y, ya de vuelta a casa de nuevo a
enfrentarnos a la cotidiana rutina con el vacío interno que dejan los festejos
cuando se terminan y durante un año entero se esperaban con el ánimo más
optimista y tan rápidamente se pasan sin apenas darnos cuenta; deberíamos
guardarla en compañía del buen humor, el optimismo y los recuerdos y vivencias más significativos
confiando en que el próximo año será mejor y más divertida la fiesta, a pesar
de que las múltiples contrariedades que nos afectan en la vida, hacen que
nuestro estado de ánimo cambie de dirección, no siempre tal y como a nosotros
nos gustaría.
Son muchos y algunos
muy complicados, los problemas que se nos plantean en esta lucha diaria para
sobrevivir a cuantos inconvenientes hallamos en el camino, desde el día de
nuestra llegada a este mundo hasta que nos despedimos de él; por cierto,
siempre en contra de nuestra voluntad. Pero como todo en la vida, hay que
enfrentarnos con la cabeza erguida y el espíritu alegre y dinámico para, al
menos, intentar salvar todas esas contrariedades que nos ponen palos en las
ruedas de nuestro vehículo.
Para ello, no hay
nada como la alegría. Sí, la alegría y el buen humor son dos facetas que le
hacen al ser humano evadir de su fuero interno las penas y el malestar que en
determinados momentos afloran a su mente.
La “ALEGRÍA”, que
expresamos con esa palabra mágica que en nuestro lenguaje hemos heredado del
Latín y significa “alborozo, algaraza”; para los humanos, es un sentimiento
grato que, generalmente, se manifiesta con signos exteriores, bien sean
palabras, gestos o cualquier acto llamativo que pueda expresar júbilo o estado
de ánimo optimista por parte de quien la manifiesta y a nosotros nos llama la
atención.
La alegría, como
otros tantos sentimientos que se manifiestan en el ser humano en sus relaciones
con sus semejantes y se experimentan en la vida cuando alguna circunstancia
grata nos produce un agradable estado de ánimo fresco y luminoso en nuestro
interior, nos genera energía positiva, abundante bienestar y predisposición a
relacionarnos favorablemente con los distintos planteamientos que nos ofrece
nuestro entorno. Se podría decir que es algo así como el estado de nuestro
ánimo más confortable por el que en nuestro discurrir por la vida, nos ofrece
los momentos más agradables por los cuales los humanos nos sentimos tan
optimistamente a gusto, que nos gustaría que duraran eternamente. Es mi
opinión.
Cuando por cualquier
contrariedad de las muchas que nos encontramos a lo largo de la vida, estamos
afectados por la tristeza, la pena o la melancolía, y no encontramos gusto ni
diversión ante los estímulos externos que nos rodean; generalmente, basta con
un pequeño gesto de alguna persona o cosa que nos llene y manifiesta emoción en
nuestro fuero interno, para que nos contagie ese estado de ánimo agradable y
positivo viviéndolo como propio y nos proporciona la alegría que necesitábamos
en ese preciso momento de baja moral y decaimiento, generándonos un volcán de
optimismo inesperado que nos hace olvidar la desazón que nos afectaba y
atenazaba nuestro ánimo decaído, retornándonos de nuevo a la normalidad deseada
y alejándonos de la pesadumbre que nos abrumaba sin saber bien la mayoría de
las veces, cuál es el motivo que originó ese pesar e inconscientemente acudió a
nuestra mente sin que lo llamásemos, produciéndonos esa afección psicosomática
que cambió nuestro estado de ánimo por un corto periodo de tiempo.
Sin embargo, tanto
la pena como la alegría son dos estados del ánimo producidos en nuestra mente, pero
que, si somos capaces de pensar y actuar en positivo, a pesar de los pesares,
lograremos que ésta piense de forma optimista y permita aflorar el estado de
ánimo necesario para vivir la vida con alegría y buen humor, regocijándonos de
cuanto nos ofrece este maravillosos planeta azul que habitamos y tan buena
acogida nos ha proporcionado y facilitado esa felicidad que nos permite poder
disfrutar del optimismo y alegría que tan abundantemente hallamos en todo lo
que nos rodea, y, a un precio tan económico como es el querer disfrutar la
dosis de alegría que seamos capaces de elegir cada uno de nosotros; porque la
alegría y la felicidad la elegimos nosotros, a pesar de las muchas y duras
batallas y contrariedades a las que tenemos que hacer frente a lo largo de
nuestra existencia, especialmente, cuando perdemos a algún ser querido -todos
hemos perdido más de uno-; pero que, como la vida sigue igual para todos, igual
tenemos que volver a la rutina cotidiana y hallar las herramientas que nos
permitan articular de nuevo el positivo estado de ánimo necesario que nos
proporcione la alegría y optimismo para poder seguir adelante hasta el día que
nos llegue -como a todo ser humano- el momento de la partida.
Téngase en cuenta
que la mayor parte de las personas alegres son el resultado de una tenaz
disciplina, además, de una dura lucha interna para lograr desechar la pena que
a todos nos afecta cuando alguien de los nuestros se nos va, o, en la casa o la
familia existen insalvables penurias producidas por la crisis, la escasez de trabajo
y un sinfín de contrariedades a las que tenemos que enfrentarnos en contra de
nuestra voluntad, pero que se han convertido en el pan nuestro de cada día para
la mayoría de los humanos, sin visos de solución cercana. Y para ello, es
necesaria una considerable dosis de fuerza de voluntad si no queremos caer en
el pozo de la depresión, cuyas consecuencias no son recomendables para nadie.
Po eso, nada como ver las cosas con el color del cristal del optimismo que
permite aflorar a nuestra mente la alegría para lograr la felicidad que todos
nos merecemos.
Por ello, no hay que
dejar nunca de sonreír cuando el corazón nos llore, ni siquiera cuando estemos
tristes y abatidos o apenados porque algo muy gordo nos haya podido suceder.
Todas las cosas que
nos pasan en la vida, son pasajeras. Aunque nos duela, pero es la realidad. Y,
posiblemente, la sonrisa sea el único virus contagioso que no hace daño a nadie
ni a nada, porque es la semilla que nace y crece en el corazón y florece en los
labios generando afecto e ilusión y
alimenta el alma de quien sonríe y de
todo aquél que percibe la contagiosa sonrisa y la alegría que la misma
proporciona.
¿Por qué?
Sencillamente,
porque la alegría siempre ha sido, y, desde mi punto de vista seguirá siéndolo,
la mejor manera de demostrarle a la vida que, ni las penas ni la tristeza, ni
todas cuantas contrariedades se nos crucen en el camino, vencerán nuestra moral,
podrán con nosotros, o minarán nuestra resistencia, porque, seremos como el barquero
al que en el casco de su chalana le ha hecho una peligrosa grieta, una perdida
y desconsiderada ola del mar y le entra tal
cantidad de agua, que de no actuar con prontitud se hundiría irremisiblemente;
pero que con su cubo, sus manos y su tenacidad logra achicarla hasta poder llegar
a puerto, no sin ciertas dificultades.
Todo es cuestión de
saber enfocar la vida con optimismo o con desgana.
Personalmente, creo
firmemente que hay que afrontarla de frente, coger el toro por los cuernos y
vivirla con alegría:
Porque, la alegría,
es el sonido del alma
cuando el corazón llora,
el lenguaje de los inteligentes
cuando la pena aflora,
la dicha de sobrevivir
cuando te sientes a solas.
Es el estado de bienestar
que te sube a la cresta de la ola;
la alegría de vivir
y el color de la amapola.
Es el amor sin fronteras
que rueda como una bola,
recorriendo valles y praderas
pero nunca está sola.
La alegría, da vida a nuestras vidas
y es la eterna juventud
que no entiende de edades
razas, religiones o colores.
La alegría,
es el virus contagioso
que llena todo vacío
que encuentra a su paso.
Y, aunque la alegría
no es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro, sí es el crisol que
funde las penas y melancolías para convertirlas en un positivo estado de ánimo
y bienestar que nos permite ver la vida con optimismo y serenidad.
La alegría, si
sabemos enfocar la vida desde el ángulo del optimismo, lograremos ese
contagioso estado de ánimo que comienza con una leve sonrisa y termina con una
contagiosa carcajada que contamina a cuantas personas rodean a quien empezó con
la sonrisa, convirtiendo la situación en un momento en el que la mayoría de los
presentes se ríen a mandíbula partida y a toda marcha, y algunos tienen que
poner la mano en, sálvese la parte, para evitar que la humedad le inunde la
entrepierna. Eso es la risa. O sea, la heredera de la alegría que no es otra
cosa que la realidad más optimista de la vida de cada cual que anula la
violencia, la frustración, el sufrimiento y se convierte en la parodia y la
burla a los pesares que nos acosan diariamente y nos bajan la moral.
Esa es la alegría;
algo tan grande, tan grande, que aunque no ocupa lugar en el espacio, sin
embargo lo llena todo; lo llena todo de satisfacción, de buen humor…, porque,
no es más que saber disfrutar con optimismo de las cosas simples que nos ofrece
la vida a cambio de nada, y no siempre las apreciamos en su justa dimensión, ni
siquiera algunas veces sabemos advertir su presencia.
¿Hay algo en este
mundo tan serio e importante que no se pueda decir con una alegre sonrisa en
los labios, mientras miramos a los ojos a la persona a la que se la dirigimos?
¿Hay alguna manera
mejor de demostrarle a la vida lo bien que la sabemos vivir con optimismo y la
pasamos alegremente mientras le ofrecemos una sonrisa de gratitud?
Espero la respuesta.
2 comentarios:
Una buena terapia para fomentar la alegría, es acudir a las Fiestas de San Lorenzo. Dentro de la calma hay diversión, participación y entretenimiento. Hagamos, pues que todas las semanas sean San Lorenzo y así ahuyentemos la tristeza y melancolía.
Solución, acudir a la güeb de La Zarza para revivir en fotos y videos los dias vividos en el pueblo. Sobre esto, alguno me comenta que en el pueblo, después de fiestas y la marcha de los veraneantes, ya no es igual, queda muy solo y en parte esa soledad la mitigan con la página. No sabía yo que la página se utilizara como terapia. Una propiedad más a añadir a nuestra güeb.
-Manolo-
Seguiremos esta filosofía de la alegría. El futuro no es seguro, el pasado no vuelve y el presente tampoco se detiene. Por tanto, malos rollos al saco, lo negativo que no robe tiempo y el ahora a disfrutarlo porque mañana será ya un recuerdo. Salva.
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