20 diciembre 2013

FELICES FIESTAS




Ayer me llamó un buen amigo
para decirme que se marchaba,
que, aquí ha estado a gusto conmigo,
pero su misión ya terminaba;
que lo hemos tratado mejor
de lo que antes de venir esperaba
dándole más de lo que se merece
y de lo que se imaginó a su llegada;
que, ya ha dejado de sufrir,
y, por eso de terminar en trece
se lo pensó mucho antes de venir.

Dice que se va muy contento
de haber hecho este grato viaje,
y que dentro de un momento
recogerá todo su equipaje.

Le pregunté si se lo había pensado
y me contestó afirmativamente;
que, si de estar aquí se había cansado
o no le gustaba mi gente,
y, por qué tenía que marcharse
si aquí estaba estupendamente.

Me dio las gracias por todo
y se despidió efusivamente
y, aunque muy contento ha estado
con tanta buena y sencilla gente
que tan amablemente le ha tratado,
ahora tiene que partir
a otro lugar destinado,
porque le viene a sustituir
un nuevo año esperado.

Me aconseja, que le diga
a todos mis compueblanos
que, aunque otro camino siga,
los considerará como hermanos;
que os envíe con empeño,
un fuerte apretón de manos
y que el nuevo año que se aproxima,
también será un buen zarceño;
que  felicite a mis paisanos
con carácter alegre y risueño
lo mismo que otros años,
porque el venidero tiene pinta
de ser  optimista y halagüeño.

Me encarga que os desee
una feliz  Navidad,
y que el nuevo año os colme 
de paz y prosperidad,
para que disfrutéis en armonía,
de alegría y felicidad.

Le dije adiós de corazón
y le desee un buen viaje,
para que enfrentara el futuro
con entereza y coraje...

Mi misión aquí termina
transmitiéndoos el mensaje,
con lo cual, a mí me anima
a mandaros mi equipaje:

Este zarceño que os envía
la felicidad que un amigo
quiso con gran alegría
que compartáis conmigo;
aprovecha la ocasión
para, desde éste lugar lejano
enviaros mi felicitación
con el corazón en la mano.

Que la salud os acompañe
a lo largo de la vida,
y la suerte os apañe
junto a la persona elegida.

Que el nuevo año que camina
algo ansioso de llegar,
a ver si por fin, ya termina
trayéndonos el  bienestar,
y os deja a cada uno
en el calor de vuestro hogar,
la calma y la armonía
que da la felicidad.

A los paisanos desearos
una Feliz Navidad,
y próspero año nuevo
a toda la humanidad.
Luis










13 diciembre 2013

EL ARADO



Siguiendo en la línea iniciada con el recuerdo al carro de labranza, y para retrotraernos a la historia de los aperos que con el paso del tiempo, el hombre ya desde su origen ha ido utilizando con normalidad en la agricultura, empleando los más rústicos artilugios para poder surcar la tierra y sembrar en sus entrañas las semillas o plantas que le servirían de alimento para su subsistencia; hoy dedico esta entrada al arado, a ese primitivo artefacto que al comienzo de su existencia estaba compuesto por varios trozos de madera (fotografía superior derecaha) que el hombre encontraba a su paso, como podría haber sido una rama de árbol con una especie de gancho
formado por otra rama más corta con forma de horqueta o horquilla, o bien un palo largo (un mango) en el que en uno de los extremos se sujetaba una piedra con la forma adecuada que a modo de reja se hundía en el suelo (para remover la tierra con la finalidad de ser cultivada abriendo surcos antes de sembrar las semillas) por la fuerza ejercida
en la misma por una persona que la presionaba enérgicamente y otra u otras que ejercían la tracción, como se aprecia en la fotografía superior -posiblemente, éste método fuese el predecesor de la azada y el pico, o a la inversa-, hasta que logró un sistema más eficaz y menos duro para el agricultor que tiraba del arado, “por llamarlo de alguna manera” como muestra la fotografía superior de la derecha.
El arado es una herramienta de labranza (fotografía superior izquierda) que, según la historia -o, leyenda, depende de  como se mire- apareció en el interior de la antigua  Mesopotamia -región de Asia Occidental entre el Tigris y el Éufrates; por eso se denomina tierra entre dos ríos- en tiempos remotos muy difícil de datar con precisión; si bien, el tradicional arado de madera con reja y accesorios de hierro conocido mundialmente tiene su origen en la agrícola Roma, no obstante,  parece ser que fueron los ingleses los que“inventaron” (por decirlo de alguna manera)  el arado triangular (fotografía superior central) que facilitaba el tiro porque se adoptó  un sistema para ser tirado por caballos como muestra la fotografía inferior de la ozquierda.

Este arado con reja triangular que se hundía más fácilmente en la tierra y permitía ahondar más con menos esfuerzo, fue adaptado en el siglo XVIII por un holandés llamado Joseph Foljambe, para poder ser tirado por caballos. A éste arado se le conoce con el nombre de Rotherham.

Los arados, dependiendo de la zona de uso y sus diferentes costumbres -por lo general eran distintos en cada país-, eran tirados por caballos, bueyes, llamas, mulos, camellos, asnos, búfalos,
elefantes, etc., como lo muestran las tres fotografías de la derecha) según que la tierra fuese más o menos compacta o arenosa, En la antigua Roma, en algunos conocidos parajes como la famosa Campiña romana, se labraba con búfalos, toda vez que éstos animales, una vez domados y acostumbrados al yugo o la collera, eran la yunta ideal e inigualable para la labranza, tanto para el arado como para el tiro de las carretas que en aquel entonces empleaban los romanos en las faenas agrícolas; procurando siempre al uncir con las coyundas los animales al arado o carreta, disponerlos (cuando eran más de uno) de modo que una vez
yuntados, puedan tirar todos por igual en la medida de lo posible y la fuerza esté bien repartida para que el esfuerzo de cada animal sea menor y le retrase la fatiga, excepto
cuando lo hacían con un solo animal como muestra la penúltima fotografía, de un chino descamisado encima de la plataforma de su original arado.
Normalmente los caballos casi no se empleaban para el cultivo de las tierras; lo más usado eran bueyes, búfalos, yaks, et., a pesar de que -como es obvio-, son más lentos que los caballos y los mulos que permitían agilizar la labor cuando no era larga la jornada; por el contrario, aguantan bastante menos que los búfalos o los elefantes, por citar dos ejemplos.

El inicio de la agricultura fue muy duro, no se disponía de más herramientas que las piedras y ramas de madera seca labradas con piedras en forma de hacha que se usaban para cavar y arar las duras tierras a base de mucho esfuerzo humano, poco rendimiento, escasa producción y mínima satisfacción del labriego.
Sin embargo, el hombre, como único animal inteligente (y, como tal pensante), fue ideando los métodos, aperos y todo tipo de artilugios (fotografías superior e inferior) que le permitían las circunstancias para avanzar en la labor agrícola hasta llegar al arado que todos hemos conocido (que, sin duda debió de ser un acontecimiento a celebrar) y, a buen seguro que uno de los mejores inventos de la época, ya que permitió surcar la tierra con menos esfuerzo, más eficacia y aumentó el rendimiento y la productividad.

El arado, como se muestra en las distintas fotografías que ilustran el tema que nos ocupa, al igual que otros rudos y arcaicos aperos agrícolas que en su día fueron la esencia de la labranza, se han quedado obsoletos por razones obvias y pasando al baúl de los olvidos, como lo demuestra la fotografía inferior) sin que (en su mayoría) las nuevas generaciones lo valoren con equidad como se merece el servicio que prestaron a

nuestros antepasados y lo que significó en el desarrollo de la agricultura, hasta llegar a los actuales y modernos arados de vertedera en batería, tirados por potentes tractores  que permiten rentabilizar la agricultura moderna sin apenas esfuerzo humano en benéfico del agricultor y en el abaratamiento (teóricamente) del producto que proporciona  la tierra.
De los pocos que vamos quedando ya de mi edad en el pueblo, seguramente la mayoría recordará con más o menos cariño el clásico arado de madera con reja y accesorios metálicos en compañía de una yunta de vacas que, era lo típico en La Zarza por aquélla época además del arado metálico de vertedera de una sola reja como el de la fotografía de la derecha
.
Quién de los de entonces, no recuerda la estampa gallarda de un arado camino de las tierras a labrar, encima del yugo que uncía las vacas, atado y bien amarrado al mismo con unas correas en la zona que hay entre  el pezcuño, la telera, el dental y las orejeras por detrás de la reja en la parte inferior de la esteva para que no se moviera ni se pudiera ladear o caer, y arrastrando la cola del rabizo, rabera o ventril, como se prefiera llamar, que es la que une el arado al yugo cuando se ara, porque, cuando iban o volvían del campo los labriegos, lo ponían en posición inversa y, una pieza metálica o de gruesa goma que iba en el extremo de la parte inferior del ventril llamada rastra que, es la que impedía que se fuese desgastando la rabiza (o rabizo)que era de madera y contactaba con el suelo por detrás de las patas traseras de las vacas, en el espacio que queda entre los dos animales.
Algunos yugos (no todos) iban provistos de una argolla colgante grande (barzón) en la parte inferior, como se muestra en la última fotografía, en la que se introducía la pértiga, cola o ravizo del arado, en cuyo extremo en uno o varios orificios (lavijeros) hechos perpendicularmente iba alojada una -o varias- clavija metálica o de madrea dura de un par de palmos más o menos, que le impedía  salirse de la misma al hundirse la reja en el suelo y ejercer la yunta la fuerza hacia delante al tirar con energía, correría el riesgo de que el “arador” pudiera quedarse con la mano en la mancera de la esteva del arado clavado en el suelo mirando como seguían caminando tranquilamente las vacas solas hacia delante sin enterarse de nada.
Acude espontáneamente a mi memoria el grato recuerdo de la gallarda estampa -que de niño veía con bastante frecuencia y dejó en mi memoria grabado a fuego-, de las yuntas tanto cuando iban o venían de arar, acarrear o trillar, bebiendo agua en los abrevaderos como el Pilar, el Pozo del Moro u otros, y el labriego de pie (después de beber él agua del caño) contemplaba embelesado sus animales mientras saciaban su sed apoyada la aguijada en el suelo con la punta hacia arriba a modo de lanza -como los antiguos caballeros de las cruzadas antes de enfrentarse a sus contrincantes-, ataviado con la indumentaria de entonces: abarcas o albarcas -como guste llamarse-, calcetines de lana gruesa hechos a mano pacientemente por su mujer, blusa (o chambra) parda por el paso del tiempo, camisa de cuello tipo Mao, pantalón descolorido de pana gruesa con varios remiendos, y boina o gorro de paja, según la estación del año de que se tratara; con su raquítico cigarro entre los labios hecho a mano y envuelto con el clásico papel de fumar marca zig-zag y de tabaco de cuarterón (las cajetillas de entonces) comprado en el estanco de la casa de mi tío Aquilino y mi tía Salvadora.
Esa fotografía mental, también recoge la presencia de las mujeres zarceñas que en amena charla esperaban llenar sus cántaros -o cántaras- en los chorros de abundante agua que salía por los dos caños que adornan nuestro inigualable pilar, mientras los juguetones gorriones correteaban y desmenuzaban las moñigas en el suelo del entorno, buscando algún grano que llevarse al pico para sobrevivir y, un revoltoso niño que ahora lo recuerda y refleja en este escrito (antes de marcharse a casa de su abuela carretera arriba), se entretenía jugando en las pozas con el agua que venía del pilar y saltando los bancos de piedra que había junto a los chopos que, poco a poco van desapareciendo de la circulación.
Esa imagen -como otras muchas de mi infancia zarceña-, ha permanecido guardada en mi particular baúl de los recuerdos -y en más de una ocasión la he pasado por la invisible pantalla digital de mi mente- que tan feliz me hicieron siendo uno de los más traviesos niños de aquella época (algún día contará alguna de sus diabluras) que, ahora, añora y recuerda con nostalgia todos los aperos que se usaban en la labranza y  están pasando a mejor vida como nos ocurrirá a todos antes de cien años; aunque, si aguantamos cien años más, no deberíamos quejarnos....
Por esa y otras muchas razones, soy partidario de que se conserve su recuerdo en un museo que los perdure en el tiempo y las generaciones venideras puedan apreciar todo cuanto sus antepasados hicieron -o hicimos- por  mejorar un poco aquello que encontramos a nuestra llegada a este maravilloso planeta azul. ¿Será posible?
Por mi parte, yo guardo ese recuerdo -como otros muchos de mi infancia-, atesorado en los más gratos sentimientos de cuanto me sucedió en La Zarza; por eso, desde este rincón bloguero quiero dejar constancia de lo que queda en mi, de los aperos agrícolas que en aquel tiempo conocí y , de vez en cuando afloran a mi pensamiento.
Hoy, quiero dejar constancia de ese sentimiento, dedicando a uno de esos aperos que más útil le fue a nuestros antepasados agrícolas zarceños: “El arado”




Arado viejo de madera
que fuiste fiel compañero
de las múltiples fatigas
que ha penado el labriego
para lograr las rubias espigas
que luego lleva al granero.

Hoy vengo a reconocerte
tu buen servicio prestado,
y también agradecerte
tu presencia, “amigo arado”

Empuñando tu mancera
al más fuerte labrador
en otoño y primavera
junto a ti, le brota el sudor.

El seco matorral salvaje
que encuentra a su paso tu reja,
lo elimina con coraje
para dejar la tierra pareja. 

Y, cuando hundes en la besana,
la reja afilada y bien pulida,
esa, mi tierra castellana,
con mimo por ti mullida
en una fresca mañana,
queda blanda y removida
dejándola tan limpia y lozana
que al labriego le da la bienvenida,
para que lance la semilla temprana
arrojándola con su fuerte mano campesina
y, al caer, con ternura, el terruño
le abra sus entrañas a la vida
esperando que la lluvia en primavera
le conceda la cosecha merecida
que llene con abundancia la panera
y le premie el esfuerzo y la fatiga.

Viejo arado de madera
que el campesino zarceño
labró con esmerado empeño
con su herramienta casera.

Hoy recuerdo de mi niñez
que tu original estampa gallarda
yo guardé con timidez
y, se halla lo que se guarda.

Guardado tengo en mi mente
el volar de las nubes otoñales
que con pasividad inclemente
convertían las tierras en barrizales;
y, cómo el labriego impenitente
emocionado las paladeaba
cuando pendían cual madeja inocente
de la rueca que las sujetaba;
mientras tu vetusto cuerpo de madera,
tirado por dos fornidos animales
impidiendo que tu esfuerzo impotente
labrara la besana en la encharcada ladera
o, mullera y esponjara los eriales.

Y, aunque ya te ha retirado
la moderna maquinaria,
hoy, mi recordado arado,
sabrás que por la gente zarceña agraria
sigues estando mimado
y rezan por ti su plegaria.



 +

04 diciembre 2013

A TI, CIUDADANO NORMAL



Escucha estas preguntas que te hago
salidas del fondo de mi alma;
yo sé que estás pasando un mal trago,
y te pido que te las tomes con calma:

¿Por qué lloras en el silencio de la noche,
solitario, afligido y desconsolado?

¿Qué te ha ocurrido; te han engañado?
¿quién ha sido el osado?
¿Lloras por las desdichas padecidas,
o, por todas las miserias
que con la crisis pasamos;?
¿por que ves que tu bolsillo se vacía
y la cesta de la compra no se llena,
que la vida está más dura cada día
y, en tu alma se está apoderando la pena?
¿por el desaliento que te produce 
la injusticia de aquellos que 
con fe y esperanza votamos 
y, ahora miran para otro lado?

¿Lloras porque no hallas consuelo;
porque los que ahora mandan te ignoran,
porque cada vez es más grande tu desvelo,
o, porque cada día, son más y más
los que contigo en solitario lloran...

Cuando sientas el escalofrío
de la afilada guillotina de la crisis,
cuando los de arriba
te miren con indiferencia,
cuando sientas sobre los tuyos
la cizalla de la inmundicia,
cuando la corrupción y los suyos
con su insaciable codicia
destruyen los principios
de tus más íntimas creencias
y, el yugo de la opresión
te oprime sin clemencia;
sé, que miras al Cielo indignado
y te preguntas: ¿Qué pasa;
qué está pasando aquí...;?
¿pero, en qué mundo estoy viviendo?
¿Dónde está la dignidad...;
dónde la sensibilidad del ser humano?

Y...; ¿dónde están aquellos principios
de igualdad y libertad....?

¿Dónde están...?
¿Dónde están los que lucharon
por la democracia y la equidad...?

No los busques; no los encontrarás.
No todos se han ido, siguen aquí, sí,
sólo están marginados o escondidos,
pero no están ocultos a la verdad,
ni escondidos en la oscuridad de la cobardía.

No se dejan ver por los demás,
porque tienen temor, sí, están temerosos,
le tienen miedo a la libertad;
¡a su libertad...!
miedo a perder su pequeña seguridad
pero, muy pronto aflorarán,
porque, ellos son valientes,
y aunque no pueden,
les gustaría hacer más;
sí, hacer mucho más por los demás;
por eso, no huyen,
pero se prefieren camuflar.

¿Camuflarse de qué...?
¿de indecisos temporales,
e inseguros conformistas  resignados
por la situación y la necesidad?

Están camuflados de “desanimados”,
sí, de desanimados e indefensos
decepcionados indignados ciudadanos
perseguidos por la maldita necesidad;
por esa agobiante y opresora necesidad
que tienen de adaptarse para apoyar
y proteger a los suyos, 
a sus seres más queridos
que la crisis ha dejado en  la miseria;
para ayudar a aquellos que ya nada les queda
de lo poquito que tenían;
están abocados a sufrir por ellos noche y día;
por eso no se ven, pero sí están,
y están donde tienen que estar,
donde la situación le obliga a estar,
pero, donde no querían estar;
ellos, ya no pueden hacer más,
no tienen el apoyo de los que le gobiernan,
se sienten solos, desprotegidos,
impotentes, olvidados y desamparados;
son como una pluma en el aire
en el ojo del huracán: ¡Nada...,!
absolutamente nada.

Por eso; mi sufrido ciudadano:
¡¡Adelante...!! 
No te detengas y llora a solas,
llora enérgica y amargamente,
llora con tristeza y con rabia contenida,
llora con  indefensión tu impotencia
que tus lágrimas son la fuerza
de tu corazón para superarte;
pero no te rindas nunca; ¡lucha...,!
lucha con coraje  sin descanso,
con energía y con tesón sin límite,
no mires para atrás, el pasado ya pasó,
ahora, tardarán, pero vienen otros tiempos;
no será todo otoño e invierno,
ni un río seco sin su ribera;
trinarán los pájaros en los árboles,
y florecerán los campos y la pradera.

Aleja para siempre de ti la ansiedad 
que, una nueva andadura te espera,
y muy pronto se calentará tu hogar
con el calor de la familiar hoguera.

Vive la vida con optimismo
y transforma tu otoño en primavera.

27 noviembre 2013

EL TRILLO Y LA TRILLA



EL TRILLO.
En mi penúltima entrada en esta web, intenté traer a colación la histórica figura del carro de labranza (y el acarreo), que fue fiel compañero de fatigas de nuestros antepasados agricultores de los que, como otros muchos aperos destinados a esa actividad tengo en gran estima a pesar de no haber sido agricultor propiamente dicho ni haberme dedicado a esos menesteres nada  más que esporádicamente con carácter circunstancial.
Hoy, con esta entrada quisiera homenajear con mi modesta opinión a otra de las actividades agrícolas más destacadas en las faenas del campo que ha quedado en el olvido porque las tecnologías actuales la han desplazado al ostracismo, como es el caso de “la trilla”, y, a su vez, a otro de los aperos que ha sido muy importante para esa actividad y han pasado a mejor vida habiendo sido fundamentales en la agricultura para que los humanos pudiésemos comer el pan nuestro de cada día. Me refiero “al trillo”  como el que se aprecia en la fotografía de al lado en la parte inferior derecha.

El trillo -trilla para algunos- que, tan buen servicio le ha prestado durante tantos años al agricultor, es uno más de los aperos cuya encomiable utilidad le fue al campesino de una considerable ayuda para el desarrollo de su actividad hasta hace unos cuantos días, y, sin embargo, está pasando a la historia más de prisa de lo que desde mi punto de vista se merece.
Una prueba de ello. nos la muestra la fotografía que podemos apreciar al pie de estas líneas en la que denota el final que le espera a una buena parte de estos artilugios que, como otros muchos se están convirtiendo en lo que el viento se llevó." 
Los trillos están desapareciendo de la circulación a velocidad supersónica, a pesar de no haber circulado nunca a más de cuatro kilómetros/hora. Parece como si se los hubiese tragado la tierra o se hubiesen escondido como las lagartijas; han pasado de su uso cotidiano a morar en los museos, o en las casas de coleccionistas y de algunos especuladores con la finalidad de obtener lucro; y los menos, se están degenerando a la intemperie en los más recónditos lugares de algunos pueblos semi abandonados.
Afortunadamente, también hay muchas personas interesadas en su conservación dándole un uso distinto, utilizándolos como mesas u otros adornos más o menos decorativos, que permiten su cuidado y conservación; y, dicho sea de paso, admirar su gallarda estampa como joya del pasado que, en el presente, no sé si lo valoramos en su justa dimensión. Una muestra de ello, son las fotografías que se adjuntan por encima y debajo de estas líneas.


Para su grato recuerdo entre los zarceños, estaría bien que un ejemplar ocupase un destacado lugar en el futuro museo etnográfico -o etnológico- de La Zarza que, con gran acierto promueve Juan (sin mucha colaboración que digamos), para poderlo contemplar, (como el que se muestra en la fotografía superior de la derecha, perteneciente al museo de Lanzarote), y albergarlo definitivamente ya recuperado y restaurado para que las futuras generaciones tengan la oportunidad de admirar en su propia casa, las herramientas agrícolas que sus antepasados utilizaban para las faenas de la recolección de las mieses, como es el caso del trillo que permitía separar el grano de la paja, es decir, la trilla en la cosecha de los cereales cosecha de los cereales, por un procedimiento sencillo y rudimentario que ha durado varios siglos hasta la aparición de las cosechadoras y todavía se utiliza en algunas partes del planeta, (tal y como se muestra en la fotografía superior de la derecha, encima de estas líneas) que no han sido modernizadas en las labores agrícolas, pero que su final no está muy lejano en el tiempo, dejando sin trabajo a los sufridos colocadores de lascas y cuchillas que, como la mujer que aparece en la fotografía de la izquierda, se le ve animada y satisfecha con la labor que realiza y, que como tantas otras, pasarán a la historia muy pronto si no ocurre uno de esos escasos milagros que tantos y tantos esperan que se realicen.


El trillo -para los no iniciados-, es una especie de pequeña plataforma, compuesta por unos tablones ensamblados unos con otros formando un tablero ancho y grueso curvado hacia arriba en la parte delantera frontal, parecido a un trineo en el que la parte inferior se alojan unas “esquirlas” cortantes de piedra -conocidas por lascas o dentales-  y, en los más modernos, incrustados en toda su longitud, van provisto además, de unas sierras  o cuchillas muy afiladas para cortar la paja, como puede verse en la parte inferior del trillo que vemos en la fotografía de la derecha.
En la parte superior del cuarto delantero, se aloja un gancho, pivote, argolla o similar de tracción, como se aprecia en la foto adjunta de la parte inferior, para atar la cuerda o enganchar el tiro que arrastra el trillo, (también servía el trillo en la posición que se aprecia, en la fotografía para dormir en la era la siesta a la sombra, desenganchado de la yunta) a la que, por lo común se enganchaba uno o dos animales guiados por un trillique que, generalmente iba sentado cómodamente (como el de la fotografía inferior de la derecha), unas veces encima del trillo directamente, encima de un saco lleno de paja o mies y otras  en un rústico tajo de madera y conducía el “vehículo” o apero agrícola dando vueltas sobre  la parva, previamente extendida  la mies en  la era en forma  circular, algo así como una oblea un poco grade.
Cuando el “conductor-trillique” era un niño -algo muy frecuente en aquella época-, se le añadía lastre al trillo para aumentar el peso y que hubiese suficiente presión sobre la mies que permitiera ser cortada, empleando para este menester piedras repartidas encima del trillo; si bien, ésta operación también se hacía en algunas ocasiones al comienzo de la trilla cuando el trillador era un adulto y se quería aumentar la presión
sobre la paja y las espigas debido al grosor inicial de la parva; y, en algunas ocasiones, cuando la escasez de personal para esa labor requería que la persona que debería ir encima del trillo se dedicara a atender la evolución de la parva y, como muestra la fotografía del trillo arrastrado por dos mulos, (que se adjunta a la derecha en la parte inferior) se lastraba normalmente con piedras.
El trillo era arrastrado tradicionalmente por una yunta de mulas o de bueyes sobre las mieses depositadas en la era cuyo peso al moverse en forma circular -ya citada- sobre las cosechas, las cuchillas o
lascas, cortaban la paja y las espigas separando el grano que iba quedando depositado en el fondo de la parva debajo de la paja -entre el suelo y el trillo- sin dañar la semilla y que pudiera permanecer íntegra  sin degenerarse antes de ensacarla,

para posteriormente, amontonar la parva ya trillada y disponerla para la limpia por el clásico sistema de aventar ambos para separar la paja del grano.
Casi al final de su periodo laboral y antes de su jubilación, el trillo fue arrastrado por  pequeños tractores que, hasta que fueron sustituidos ambos por las cosechadoras de entonces que nos parecían muy modernas, allá por los años 50-60 del pasado siglo, aligeraron la labor de la trilla; como la que se muestra en la fotografía inferior Para esa operación, no se necesitaba trillique, por lo que el peso del mismo, se suplió por piedras o sacos de arena o cereales.



LA TRILLA.
Los segadores, al cortar la mies en los campos iban haciendo manojos, haces o gavillas -como se le quiera llamar-, que posteriormente eran acarreados a la era, unas veces en el carro del propio agricultor, otras, cuando se trataba de grandes cantidades como muestra la fotografía de la derecha, mediante una recua que permitía realizar la labor en menos tiempo como es obvio





A veces, al principio de la trilla se daba una tanda de vueltas con un trillo distinto, provisto de unas ruedas o una serie de rodillos con cuchillas metálicas transversales al trillo, con la finalidad de cortar y separar la paja larga del cereal (el bálago) de las granzas, o sea, el grano sin descascarillar aún y la paja cortada, parecido al que se muestra en la fotografía de la izquierda debajo de estas líneas.
para esa operación se añadía peso al trillo para ejercer mayor presión sobre la mies y facilitar el corte de la misma.


Una vez hecha esta operación, se volvía la parva (se le daba la vuelta) y se sacaba -separaba- el bálago que, generalmente se situaba fuera de la parva junto a los bordes de la misma. (Las cuatro fotografías de la parte inferior nos lo muestran con claridad meridiana, aunque no sean de muy buena calidad dado el tiempo transcurrido desde su toma) Luego, se dejaba reposar y secar la parva aprovechando la hora de la comida del mediodía, para iniciar la operación final con el trillo de pedernal; faena que  que terminaba, después de barrer las eras (con las fuertes y rústicas escobas hechas  de tomillo o escobas rubias) y recoger hasta el último grano del cereal cosechado con tanto esfuerzo y meterlo dentro de los costales para ser conducido  a los graneros o paneras y estar a buen recaudo.


Estos labriegos realizan la faena de barrer y amontonar la parva dispuesta para la limpia,mediante la utilización de los conocidos aperos: utilizados en la recolección, como es el rastro o rastrillo de madera, los


 bieldos, palas de madera, tornaderas, etc., e iniciar a continuación la limpia, cuando las circunstancias

meteorológicas lo permitieran; teniendo siempre en cuenta, que el viento, era el factor fundamental para
concluir con éxito la operación de la trilla, o sea, la limpia; por esa razón, siempre se orientaba de forma que el viento entrara por un lateral  para facilitar la separación de la paja del grano, que iba quedando amontonado y dispuesto para la limpia.

La limpia suponía siempre un momento crítico, pues si no hacía el viento suficiente y con la fuerza necesaria para hacer la operación, no se podía aventar y, como consecuencia, no se podía separar el grano de la paja para poder llevarlo a los graneros o paneras, con lo cual, la extorsión que generaba era cuantiosa y suponía una considerable pérdida de tiempo además de un riesgo en caso de lluvia como consecuencia de alguna tormenta que, de cuando en cuando se producía, para mal de los agricultores.
La operación de la limpia, era un trabajo duro y bastante ingrato, por lo molesto que resultaba el cambio de viento que obligaba a variar la orientación de la parva con rapidez para pode terminar la faena, y las calamidades que pasaban los limpiadores a los que el “Tamo” , ese fino polvo que generaba la separación del grano de la paja debido a la acción del viento, se metía por todo el cuerpo y era necesario cubrir la cabeza y el cuello, para evitar el picor producido por el efecto del mismo. Ocurría algo parecido a cuando se encalcaba la paja en el carro, que se te metía el dichoso polvillo por todas partes y te dejaba hecho un cristo, como decíamos entonces; o sea, un Hecce homo como se dice ahora, por estar muy de moda esta expresión debido a un cuadro hecho famoso a velocidad vertiginosa como consecuencia de una “reforma” realizada por una humilde anciana pintora casi anónima.
Afortunadamente, esos “pesares” que se pasaban en la cosecha quedaron fuera de juego con la llegada de las modernas cosechadoras actuales que en un santiamén lo recogen todo sin el más mínimo esfuerzo, permitiendo así el alivio del campesino y eliminando el sufrimiento que requería la faena de segar, acarrear, trillar, limpiar, barrer las eras, ensacar, etc., abaratando el coste y ofreciendo una mayor y mejor calidad de vida a los agricultores.




11 noviembre 2013

LAS ROTONDAS

Circulando por las glorietas


Retomando el tema de la circulación vial que lo había dejado un tanto abandonado, seguidamente planteo el paso por las glorietas -o rotondas-, que, no siempre es bien interpretado por la mayoría de los usuarios del automóvil.

El uso de la vía pública como conductor de un vehículo, supone que en determinadas situaciones en las que, siguiendo la trayectoria rectilínea, puedan encontrarse los derechos de varios usuarios, como es el caso de la llegada simultanea a las intersecciones o cruces (como ilustra la fotografía inferior), es necesario establecer un orden de paso para evitar el choque, aplicando una norma especial que, en detrimento de la norma general, determine la prioridad de paso de los distintos vehículos por una intersección que tenga unas características
concretas; (toda vez que, se entiende por cruce o intersección, el encuentro a la misma altura –al mismo nivel- de dos vías de iguales o parecidas características). Esto se logra mediante la 

correspondiente señalización vial que, al prevalecer sobre las normas generales ordena el paso en un lugar concreto como es el caso que nos ocupa: las intersecciones en general; pero a veces la realidad es otra, dada la heterogeneidad  de los distintos conductores y sus diferentes comportamientos, como consecuencia de las discrepancias existentes entre estos, además de las características tan variadas de los vehículos que utilizan la vía simultáneamente cuando sus trayectorias se cruzan al mismo nivel; lo que dio paso en los años sesenta del pasado siglo a la idea del ingeniero Frank Balckmore, (anteriormente también hubo algunos experimentos al respecto) de ordenar la circulación en los cruces mediante las conocidas glorietas o rotondas, en las que las trayectorias de los vehículos no se cruzan, sino que convergen o divergen y están provistas de entradas abocinadas para permitir la entrada múltiple de vehículos; por lo que el número de puntos de conflicto se reduce respecto a otros tipos de nudo en los que se realizan al mismo nivel y generalmente en ángulo recto, siguiendo las trayectorias trazadas en las dos fotografías superiores.

Las glorietas, que son desgraciadamente todavía para muchos conductores “esas grades desconocidas”, afortunadamente consiguen ordenar la circulación de forma más fluida y segura que si fueran

cruces normales, las tradicionales intersecciones en las que como norma general gozan de preferencia de paso los vehículos que se aproximan por la derecha, excepto cuando se trate de cruces con prioridad regulada por señales, o intersecciones como la que muestra la figura inferior, aunque, un tanto complicada para los no habituales al lugar.

La glorieta es un nudo vial que a más de uno se le atraganta, no sé si por desconocimiento de la norma o por otros motivos -que no es el caso comentar-, la cosa es que ponen en peligro su propia seguridad y la del resto de usuarios que no tienen culpa de nada; y, a pesar de las explicaciones recibidas en la autoescuela y posteriormente en los medios de comunicación, siguen quedándoles grades.

En la glorietas, los vehículos que se hallen dentro de la vía circular tendrán preferencia de paso (como muestra claramente la fotografía inferior) sobre los que
pretendan acceder a ella (y, en la medida de lo posible permanecer en el carril de la derecha como indica la fotografía de la derecha), pero, solamente los que ya están dentro del anillo en circulación rotatoria, no los que pretendan incorporarse por la izquierda después  de los que le están cediendo el paso a los de dentro y proceden a incorporarse desde la derecha; que, esto es algo que no parece entenderlo –o no quieren- la mayoría de usuarios conductores, a juzgar por el comportamiento que se observa constantemente en el paso cotidiano por las rotondas o glorietas, como se prefiera llamar; pues la mayoría siguen entrando y saliendo sin tener en consideración que los únicos que tienen la preferencia son -como ya se ha dicho- los que ya están dentro, no los que van a entrar; estos, deberán respetar la norma de prioridad a la derecha; o sea, si dos vehículos llegan simultáneamente a la glorieta, tiene preferencia de paso el que se acerca por la derecha si ninguno ha entrado y, si hay alguno a su derecha esperando para entrar, cediendo el paso al que está dentro, los que van llegando por la
izquierda deben esperar, aunque esto no lo haga nadie; desatendiendo las normas establecidas al efecto y, saltándose a la torera el derecho (como hacen algunos conductores de la fotografía izquierda) que le asiste a los demás usuarios de la vía. No sé si me explico con suficiente claridad como para ser entendido; pero si queda alguna duda, espero y confío en que el dudoso, solicite la aclaración que precise y será debidamente atendida su petición.
Pero vayamos por partes.

¿Qué es una glorieta?
La glorieta es una intersección, o sea, un cruce de vías a la misma altura con unas características especiales que la diferencian del resto de cruces normales, como la que se muestra en la fotografía de la derecha inferior.


Se entiende por glorieta un tipo especial de intersección caracterizada porque los tramos que en él confluyen se comunican a través de un anillo en el que se establece una
circulación rotatoria alrededor de una isleta o macizo central, como se puede apreciar en la fotografía inmediatamente superior..

No son glorietas propiamente dichas las denominadas glorietas abiertas en las que dos tramos, generalmente opuestos, se cortan directamente a través de la isleta central, por lo que el tráfico pasa de uno a otro lado y no la rodea, como se puede observar en la fotografía de la izquierda y otro ejemplo en otra fotografía más abajo, que, si bien son de mala calidad, pueden servir de orientación  de lo expuesto anteriormente; pues al no existir un macizo central completamente cerrado, no tienen el concepto de glorieta propiamente dicho.
Así pues, la glorieta es una plaza de circulación giratoria con un macizo central (ya sea jardín, estatua, monumento, etc.) donde por lo común, desembocan al mismo nivel varias calles o alamedas en las que confluyen las diferentes corrientes circulatorias, que evita el cruce de las trayectorias rectilíneas que siguen los distintos vehículos.
Téngase en cuenta que conducir es un acto social que frecuentemente desarrollamos en un espacio compartido, como es una vía pública, ya sea urbana o interurbana para la que se han establecido unas normas de comportamiento y su incumplimiento genera una deliberada e intencionada situación real de peligro (y, como tal, es sancionable), cuyas consecuencias pueden ser nefastas en algunos casos concretos para los que no es suficiente con conocer las normas, sino
que hay que respetarlas escrupulosamente y practicar la conducción preventiva como medida de autodefensa, pues la prevención en la conducción, es la forma más útil e inteligente de protegernos y proteger a los demás conduciendo un vehículo por cualquier vía pública o privada de uso común.
Por muy complicada y abundante que sea la circulación, como es el caso que muestra la fotografía superior; la glorieta permite circular con mayor tranquilidad y seguridad, aunque no siempre es así, pues no todos los conductores tienen el mismo concepto de la interpretación de la normativa vigente al respecto y se la pasan por el arco del triunfo cuando les conviene y cruzan las glorietas en línea recta como si anduvieran por su casa, sin importarle gran cosa el resto de usuarios que tienen los mismos derechos y obligaciones que el que incumple con su deber, dando con ello una palpable muestra de “su esmerada educación y elevado grado de civismo que les acompaña” y, si le recriminas su comportamiento, con un gesto del brazo o la mano, te envían un cordial saludo y te mandan al carajo (dicho de una forma suave), por lo que te dan ganas de darle recuerdos para su pariente más cercano, porque, esos desconsiderados por donde quiera que van incordian a todo el que se le pone por delante y molestan más que una mosca cojonera.
En las glorietas -como veremos más adelante-, hay que procurar circular siempre que las circunstancias lo permitan por el carril de la derecha, extremando la precaución, practicando la conducción defensiva como ya se expuso en otra entrada anterior, ser precavidos tanto a la entrada como a la salida; y al abandonarla, vigilar bien los que vienen por detrás por el carril contiguo porque, es frecuente que se crucen por delante y nos corten el paso en el momento de salir.

Para evitar esta contrariedad, antes de la salida es conveniente observar con agudeza el retrovisor izquierdo pero sin distraerse, para evitar el accidente que con tanta frecuencia ocurre en las glorietas tanto al entrar como al salir y poder eliminar los atascos que ello generaría como el de la fotografía superior.


Un capítulo aparte merece la circulación por las glorietas de los vehículos de dos ruedas cuya escasez de estabilidad, como medida preventiva, requiere utilizar solo el carril de la derecha desde la entrada hasta la salida, entre otras cosas, porque el campo de visibilidad es más restringido que el de un vehículo de cuatro ruedas, debido  a que el  casco impide parcialmente ver bien hacia los laterales.
De todos es conocido que el parachoques de la moto es la cabeza del conductor, y también es conocida por todos su fragilidad, aunque se lleve puesto el casco obligatorio, por ello, hay que prever que si por cualquier circunstancia ocurre un accidente dentro de la glorieta conduciendo un vehículo de dos ruedas, bien sea una motocicleta o una bicicleta y su
conductor u ocupantes caen al suelo (que, es lo más probable), tienen muchas posibilidades de ser atropellados por otro vehículo de mayor envergadura y causarle grandes daños o aplastarlo; pues al circulan por los carriles central o izquierdo, lo más seguro es que alguno se los lleve por delante o lo arrastre, con lo que ello supone,  eso si tiene suerte y no le causa la muerte; sin embargo, si circulan siempre por el carril de la derecha y son golpeados por otro vehículo que circule por alguno de los carriles interiores o por detrás, en la mayoría de los casos van a parar fuera de su carril por la derecha, prácticamente, fuera de la banda circulatoria, con lo cual no quedan tan expuestos al atropello como si le sucediera en otro carril del interior, en vez de seguir la trayectoria roja de la fotografía de la izquierda, en la que se muestran las trayectorias correctas para los distintos usuarios y tipos de vehículos; pero esto, no parecen  entenderlo ni querer aceptarlo la mayoría de los conductores de este tipo de vehículos que son  los que con más frecuencia toman las glorietas en línea recta o por los carriles interiores sin tener en cuenta las
consecuencias que conlleva ese comportamiento tan peligroso. Un ejemplo lo muestra la fotografía superior.


Incorporación y salida de las glorietas:
La entrada a las glorietas ha de hacerse ni más ni menos como si de un cruce normal se tratara. Para ir recto o a la derecha, carril derecho y para ir a la izquierda o cambiar el sentido, podemos utilizar el de dentro pero situándose en el de la derecha -el exterior-, antes de la salida y señalizarlo claramente; a no ser que, como muestra la fotografía inferior, existan varios carriles que permitan el acceso y la salida siguiendo las trayectorias materializadas en el pavimento con líneas de color amarillo-discontinuas en la fotografía en cuestión, señalizando previa y claramente la salida para no sorprender al resto de usuarios.
En las glorietas solo se señaliza el cambio de carril y la salida, la entrada no no es necesario señalizarla, toda vez que permanecemos en el mismo carril de entrada y no efectuamos ningún desplazamiento latera que pueda afectar a los demás en su trayectoria.
En la medida de lo posible, deberemos incorporarnos por el carril de la derecha y rodear la rotonda por ese carril hasta la salida, por el que deberemos abandonarla siempre, tal y como lo muestra la fotografía en blanco y negro que se adjunta a la derecha y que, a modo de croquis nos ofrece el esqueleto de lo que es en realidad una glorieta normal con varios carriles materializados en el pavimento.
No obstante, si la vía por la que nos incorporamos dispone de más de un carril (como el ejemplo expuesto anteriormente) y la glorieta a la que accedemos también, podríamos incorporarnos o salir, desde el mismo carril que venimos utilizando para entrar directamente al carril de la glorieta que corresponda al de la vía por la que circulamos, como ocurre en las glorietas turbo como la mostrada en la fotografía inferior que permite utilizar simultáneamente todos los carriles aligerando la circulación y ofreciendo mayor garantía de seguridad al usuario.
Por lo tanto, si venimos por el segundo carril, nos incorporamos a la glorieta por el segundo carril, y, así sucesivamente si la rotonda tiene tres, cuatro o más carriles como ocurre con algunas plazas importantes de en algunas grandes ciudades y están como es lógico señalizadas con las correspondiente señalización horizontal mediante las flechas en el suelo indicando las diferentes direcciones y carriles desde los que podemos abandonarla y a los que nos podemos incorporar una vez fuera de la circulación rotatoria y en función de la densidad de circulación de cada momento; (porque si vamos circulando solos por una glorieta, aunque tenga varios carriles de entrada, de circulación giratoria y de salida, circularemos solo por el de la derecha en ambos casos), saliendo siempre por el carril de la derecha al cual nos deberemos incorporar como muy tarde, en el espacio comprendido entre la salida anterior y la nuestra, señalizando nuestra intención previa y claramente. Lo que no podemos hacer es cambiar de carril innecesariamente, sólo lo haremos para abandonar la vía, -la glorieta- y extremando al máximo las precauciones.
La fotografía inferior, muestra las posibles trayectorias a seguir cuando vamos circulando solos por una glorieta normal. La obligación de señalizar la salida es un imperativo legal aunque estemos solos en la glorieta y no afecte nuestra salida a ningún usuario. 
Si bien las glorietas alivian el problema de las intersecciones por su trazo y estructura, sin ninguna duda, el mejor sistema de intersección sería un enlace cuyo encuentro de vías sea a distinto nivel para solucionar definitivamente la congestión del tráfico y evitar encuentros, pero resultaría excesivamente  caro, para el país y, en muchos casos difícil de construir. Eso, o algo parecido debieron pensar o entender los norteamericanos hace más de 30 años cuando decidieron eliminar la casi totalidad de las glorietas en USA, construyendo cruces como el que se muestra en la fotografía inferior que ilustra el acierto de las autoridades competentes en  materia de tráfico en Norteamérica.




Espero dar respuesta con este tema a la solicitud de información de un zarceño que me demandaba una explicación sobre la circulación por las glorietas; y, si no lo considera suficiente (él o cualquiera otro al que le quede alguna duda o no haya entendido bien el tema), le agradecería que lo consultara públicamente a través de esta Web, para que le pueda servir de referencia a los demás las respuestas que reciba.