15 marzo 2012

CORRER LOS GALLOS

La infancia nos deja una larga  e imborrable variopinta estela  de recuerdos que a lo largo de la vida afloran a nuestra mente cuando menos los esperamos; unos, nos producen alegría, otros nostalgia, pero en la mayoría de ellos, generalmente, nos resulta grata su inesperada presencia en el momento de visitarnos, sobre todo, si como en mi caso, su visita te coge lejos del lugar que te vio nacer.
Siendo niño, en el pueblo (La Zarza) existía la tradicional costumbre de correr los gallos en la calle Albañal, (nosotros decíamos, arbañal) era una tradición muy arraigada que gozaba de la simpatía de los zarceños. No se concebía la fiesta  sin ese evento, formaba parte de la idiosincrasia de las gentes y del pueblo en si, era algo esperado con ilusión, especialmente por los niños que íbamos contando los días que faltaban para poder presenciar el acontecimiento con cierta admiración y también, algo de envidia sana, por qué no decirlo; en el que unos jinetes, a lomos de unos caballos no muy espectaculares (pues casi todos eran más bien de labranza, tiro o carga), corrían de una punta a la otra de la calle previamente a la celebración en sí del festejo, supongo que para animar un poco el ambiente.

Para llevar a término este original espectáculo zarceño, se montaba una especie de tinglado, consistente en colocar dos carros de labranza (de esos que ya casi no quedan), uno a cada lado de la calle, levantados de forma que las pértigas quedaran en alto, la parte posterior tocando el suelo con cierto peso encima a modo de lastre para que no se bajase, y las ruedas bien calzadas a ambos lados con sus correspondientes piedras para evitar que se movieran. Esta estructura que simulaba una especie de arco de triunfo, era el escenario en el que se iba a exhibir el espectáculo esperado durante todo el año -el carnaval-, para celebrar la fiesta de los gallos. Desde la punta de una pértiga a la otra iba una soga, en cuyo centro se colgaba el gallo que iba a ser sacrificado, con las patas atadas y  cabeza abajo, esperando inconscientemente el pobre animalillo que el golpe certero de alguno de los corredores terminara con su vida, mientras, la algarabía de la gente celebraba el acierto del jinete e inundaba el ambiente festivo de aplausos acompañando a la alegre y sonriente satisfacción del autor de la obra.
Una vez puesto el gallo fuera de combate, y mientras el jinete ganador se  enorgullecía  por su conquista y mostraba a la concurrencia su trofeo, se bajaba la maroma de uno de los extremos, se sustituía el gallo muerto por otro vivito y coleando y, ¡hala...,! otra carrera, otro golpe mortal, y otro gallo menos y .....,   así hasta finalizar la jarana.
Para terminar con la vida del gallo, el jinete, (los jinetes) llevaban en una mano asido un garrote u hoz, (no recuerdo bien) y en la otra, las riendas para poder controlar el corcel. Cada participante se ponía en posición, y cuando se le daba la salida al correspondiente jinete, éste se situaba lo más en el centro posible de la calle, azuzaba al caballo incitándolo a galopar, fijaba la vista en el gallo y... ¡Zas...,! estacazo al canto....., logrando con su hazaña, lo que en aquel entonces se consideraba un merecido triunfo conseguido gracias a la habilidad del corredor-jinete; lo cual, era motivo de celebración por él y por el respetable que era partícipe del acontecimiento. No voy a detallar cómo sufría el pobrecito gallo después del garrotazo....

Esta ancestral forma de celebración festiva y poco racional, en la que despiadadamente se fulminaba la vida de un animal indefenso con la finalidad encaminada única y exclusivamente a la diversión de las gentes que presenciaban el acto, no parece muy civilizada, y en la actualidad, afortunadamente ya no es posible, gracias a las normas que regulan estos festejos y evitan el maltrato a toda clase de animales en este tipo de prácticas que dañan su integridad física y ofenden la dignidad humana. No parece tampoco que en los tiempos que vivimos sea necesario sacrificar tan cruelmente a un gallo para animar la fiesta; hay muchos otros recursos que son totalmente inofensivos y respetuosos con los animales.

Sin embargo, a pesar de que soy ecologista y acérrimo defensor de los animales (de todos), considero que una tradición tan arraigada en la vida y costumbres de en un pueblo como el nuestro no debería desaparecer. Soy partidario de conservar y recuperar todas y cada una de las tradiciones y costumbres desaparecidas que, desde remotos tiempos han caracterizado la vida y la existencia de los pueblos, formando parte del acervo y de su cultura, para que vuelvan al redil y ocupen el lugar que le pertenece en las fiestas populares; pero..., adaptándolas a la realidad de la situación y al momento que nos está tocando vivir y que afortunadamente, algo ha cambiado desde aquellos aconteceres.

Correr los gallos en La Zarza, (al menos en mi niñez y antes también) siempre fue una importante parte de la tradición popular y costumbres de sus gentes, heredada de nuestros antepasados que gozaba de la máxima simpatía y aceptación, considerada como una cosa muy, muy, nuestra, de la que todos se enorgullecían. Quizá en esos tiempos, tampoco éramos lo suficientemente  conscientes del daño innecesario e involuntario que se le podía causar al animalillo. Eran otros tiempos,  esto no es una justificación ni una escusa, pero esa era la realidad de entonces. No es que ahora quiera defender esa ilógica actitud, no, todo lo contrario, pero, sí es cierto que no existía dolo ni conciencia del mal causado por las gentes que entonces eran las hacedoras de la celebración de este tipo eventos, en los que ponían su buena voluntad y mejor intención para que la fiesta fuera eso: su fiesta, y la de todos.

Tan conocida era por entonces nuestra fiesta, que hasta el martes de carnaval, que es cuando se corrían los gallos; “el coche de línea” -el autobús- que por las mañanas hacía el trayecto Aldeadávila-Vitigudino para llevar al mercado de Viti a los pasajeros;   por la tarde, ya de regreso se detenía en las curvas de la carretera, orillándose a la derecha, (al otro lado de la casa de los padres de Manolo) para contemplar la fiesta de los gallos, y los pasajeros le agradecían al conductor el detalle de parar allí, que era el lugar idóneo para poder ver el espectáculo que ello suponía en aquel entonces. Lo cual, nos da una idea de cómo la fiesta zarceña de los gallos era conocida y esperada por propios y ajenos, para disfrutarla con regocijo.

Los muchos años que median desde la última vez que vi correr los gallos (año 1.954) y mi corta edad en ese fecha, - entre trece-catorce años-, no me permiten recordar  bien y con exactitud, todos y cada uno de los detalles de esa celebración, a pesar de lo mucho que entonces me gustaban, si bien, siempre han permanecido en mi recuerdo; quizá, por la ilusión que generaban en mí.

Por medio de algunos paisanos, he tenido conocimiento de que ya no se corren los gallos en La Zarza desde hace algún tiempo (bastantes años) y que la celebración de los mismos, se ha sembrado en el jardín del olvido, con la sana intención de algunos nostálgicos, de ver si consiguen retoñarla. ¡Qué lástima...! Podría haberse evitado con un poco de buena voluntad....

No es mi intención polemizar con éste tema ni sembrar cizaña o levantar ampollas ni nada que se le pueda asemejar; mi intención es la de colaborar, participar, ayudar y aportar mi idea de cómo veo personalmente el tema de la pérdida de las tradiciones, todas ellas ancestrales, que van desapareciendo de las fiestas patronales en los pueblos pequeños,  que, en contra de su voluntad  - y por muchos motivos-, se van quedando en el esqueleto irremediablemente.

Sé bien por propia experiencia, que no resulta fácil ni sencillo recuperar las costumbres y tradiciones perdidas u olvidadas por un periodo largo de tiempo; toda vez, que requieren el aporte colectivo, pero, como bien sabemos los que somos de pueblo: un grano no hace granero pero ayuda al compañero. Eso es lo único que yo pretendo con éste escrito: aportar ese grano para ayudar a hacer ese granero. Nada más

Afortunadamente, la I Declaración Universal de los derechos del animal, aprobada por la UNESCO y posteriormente por la ONU, dejan bien sentadas las base en cuanto a la defensa de todos los animales, y, de forma muy especial, la de los animales domésticos  y salvajes en cautiverio, sentando las bases de lo permitido y lo prohibido con respecto a toda clase de animales; para que, de una vez por todas, el animal más salvaje que ocupa el planeta, conocido como Homo sapiens, -el hombre- sepa a qué atenerse si no cumple lo preceptuado.

Por lo leído hasta aquí, quizás alguien pueda malinterpretarme o pensar que hay cierta discordancia o contradicción entre ser ecologista-defensor de los animales y añorar la fiesta de los gallos; pues no. Quien así piense se equivoca, yerra el golpe. Las tradiciones soy partidario de conservarlas, pero sin la presencia de animales como establece la ONU cuando estos formen parte de la costumbre, como el gallo zarceño que es el caso que nos ocupa. Veámoslo:
 Es mi opinión personal. Creo sinceramente que los gallos se deberían seguir corrido en La Zarza como antes pero, (aquí viene el pero) sin el gallo en cuestión. ¿Cómo...? Muy sencillo. (esta es una de las muchas fórmulas que se pueden emplear si hay voluntad de recuperación) Con un gallo de plástico, madera u otra materia sólida de los muchos que hay en el mercado y son auténticas imitaciones, casi idénticas a la realidad. Al gallo se le mete en una jaula de dimensiones apropiadas a su tamaño, se cuelga en el mismo lugar que antiguamente se colgaba el gallo por las patas cabeza abajo. La jaula tanto en la parte superior como en la inferior, estaría provista de una anilla relativamente grande; la superior introducida en una pequeña barra paralela al eje de la calzada, se deslizaría impulsada por la acción del corredor que empuñando a modo de espada un palo puntiagudo de madera u otra materia la introduciría en la anilla inferior, logrando con esa acción, llevarse la jaula correspondiente y el gallo dentro, junto con el premio que previamente se le asigne a cada jaula. Coger la jaula con la mano asiendo la anilla, las cintas o cualquier otra parte de la misma, si se considera oportuno, también podría ser otra solución. Se trataría de sacar la jaula del sito y llevársela, con el gallo y su correspondiente premio. Así de sencillo. Se podrían colgar simultáneamente tantas jaulas como cupieran en la cuerda-soga  o barra transversal al eje de la calzada que se utilice al efecto, para que el jinete eligiera la que a él le resulte más atractiva.
Para darle más colorido al ambiente, la jaula podría ir adornada con unas cintas de distintas tonalidades colgando alrededor de la misma, cada una con un premio adicional; bien aportado por alguna casa comercial, el Ayuntamiento u otra entidad colaboradora, centro cultural, peñas, bancos, cajas de ahorros, et
El número de jaulas iría en función de la cantidad de premios que los organizadores de la fiesta estimen oportuno, que podrían aumentar si se hace partícipe de este evento a la “afición” de los pueblos colindantes y del entorno, cuya juventud, (si se le invita) posiblemente no sería muy remilga a formar parte de este acontecimiento deportivo, típico de nuestro pueblo; lo que daría motivo para que nuestra fiesta fuese más conocida en la comarca y fuera de ella, si en la misma participan competidores de otras localidades más o menos cercanas, pero que, al tratarse de jinetes; posiblemente gentes a las que le guste montar a caballo, se animarían a colaborar; más que nada, para hacerse conocer; sumándose así el número de visitantes que acudirían al pueblo en las fiestas patronales; pues, posiblemente, si se consigue el éxito; este evento, sería más apropiado para las fiestas patronales veraniegas que en el carnaval, que en los pueblos pequeños  está menguando.
De esta forma, la tradición, (la costumbre) seguiría, los gallos no sufrirían absolutamente nada, incluso aunque se le cayera al jinete la jaula al suelo, la fiesta, volvería a formar parte de nuestra fiesta, y la vida seguiría igual.

Ya sé que actualmente en La Zarza escasean los caballos, hay pocos jinetes y menos amazonas para poder celebrar el evento con suficientes monturas, por eso apuntaba con anterioridad que esta fiesta se podría abrir a la participación de jóvenes de otros lugares que si son bien informados con anterioridad, bien pueden formar parte del acontecimiento y engrandecer con su presencia nuestra fiesta; toda vez que, al tratarse de una competición, resultaría más fácil encontrar competidores, sin tener en cuenta su procedencia,  si no, su presencia. 

Lo mismo que en algunos pueblos y barrios de las ciudades existe “la caza de las cintas”  o carrera de las cintas para los más pequeños con el  fin de que participen en las fiestas desde la infancia, consistente en instalar una cuerda o una barra de un lado al otro de la calle, -colocado transversal a su eje- o un tramo de la misma, desde la que cuelgan un determinado número de cintas con diferente colorido que terminan con una anilla en el extremo inferior, y los pequeños montando en bicicleta se van acercando sin detenerse llevando una especie de punzón fino de madera o plástico  relativamente corto en una mano (con la otra guían la bicicleta) intentando anillarlo en la cinta que le resulte más atractiva, llevándosela y recibiendo así el premio que acompaña a la misma
Ese sería el proceso más o menos a  seguir pero para adultos y con el gallo como protagonista en la correspondiente jaula.
 Si se le inculca en esa actividad a los niños, con las cintas y la bici, de mayores se aficionarán a las carreras de gallos y la tradición estará asegurada. Sin duda, hay otras muchas formas de seguir con la fiesta de los gallos; esta puede ser una de ellas; es cuestión de tener o no tener voluntad para que la fiesta de los gallos vuelva a formar parte de nuestra tradición, o se pierda definitivamente en el túnel del tiempo. Depende de lo que la sientan o cómo la sientan los interesados en ello. Los zarceños.

Lo expuesto con anterioridad, es solamente  una sugerencia a título personal, por si las autoridades municipales estimaran oportuno tenerla en consideración para recuperar una tradición tan antigua y tan querida en otros tiempos que por ahora está fuera de juego, pero que en el futuro podría reforzar las fiestas de San Lorenzo, llamando la atención de los pueblos cercanos. ¡Ánimo señor Alcalde....,! que la costumbre de correr los gallos en La Zarza, no le costaría gran cosa al Ayuntamiento que preside, ni las Arcas Municipales se quedarían KAO porque volviera a ser completa la fiesta zarceña. También se perdieron “Las Madrinas” durante unos años, y en 2.001 se recuperaron, gracias a la colaboración de algunos/as compueblanos que supieron apreciar su valor histórico-cultural de las mismas y lo que suponía para el pueblo. Es cuestión de agudizar el ingenio, buscar nuevas ideas, y otras opciones que permitan actualizar las costumbres y tradiciones que pierden fuelle como le pasó al fuelle de las fraguas típicas, a las que  se las llevó el recuerdo.
Luis



Ver el tamaño de éste  gallo con respecto al hombre que lo lleva asido por una cuerda y, comparar el volumen de la sombra que proyectan ambos. La hermosura de su cresta y la brillantez de su plumaje le dan un aire de majestuosidad.


6 comentarios:

Manuel dijo...

Nunca es tarde si el relato es bueno. Y como este lo es y desde el comienzo de la página estaba esperando su sitio en el apartado:
Tradiciones > carnavales... queda de manera permanente, aparte de aquí en tu blog.
Recordando... que es gerundio.
FANTÁSTICO.
-Manolo

Anónimo dijo...

Que relato mas interesante. Me ha transportado a la niñez. Para haber perdido el contacto con el pueblo hace tantos años, tienes una memoria prodigiosa.
Estoy viendo correr los caballos entre la gente Arbañal abajo, oyendo el ruido de sus cascos contra la calle al trote y cuatropie y, los aplausos del publico jalear del públíco. La segunda parte, en cuanto a alternativas creo que ya no será posible, pues ni hay caballos ni hay jinetes ni hay espectadores. Es una lástima.
Te agradezco personalmente esta descripcioón pues me trae muchos recuerdos.
(Paco)

Anónimo dijo...

Como dice Paco, es increible la memoría que tienes, lo de el coche de línea que se paraban para ver y hasta donde paraba,no sé como te puedes acordar de tantos detalles y del nombre de las calles y un sin fín de detalles que das sobre la fiesta.Bueno haber si el señor alcalde se anima, pero sin gallos...Ya lo explicas tú bien como debería de ser.
Saludos Cari.

Anónimo dijo...

Me adhiero a los comentarios que me preceden sobre tu extraordinaria memoria de la calle ARBAÑAL y el detalle de la parada del coche de línea con espectáculo gratuito para los viajeros.
Si bien, aunque yo también viví las carreras de los gallos- nunca corrí- y el mulo de mi padre, al que hago referencia en un texto colgado en la Web "LA CARTA IMPOSIBLE" y de quien guardo un precioso recuerdo, también participaba en esas carreras a pesar de estar tuerto.
Hoy, cuando han pasado tantos años, me apiado del gallo decapitado. Tampoco me quedó una imagen tan macabra. Recuerdo que más bien colgaban cántaras en cuyo interior había ceniza, paja y quizá algún gato, creo recordar.
Como dice el amigo Paco, que nos pone en la realidad, no sé si quedan mulos o burros en el pueblo, caballos no he visto, y jinetes para realizar la carrera tampoco sé si habrá muchos dispuestos.
En cualquier caso, tu relato, nos trae a la memoria aquellas carreras populares y festivas con todo lujos de detalles. ¡Felicidades! Un abrazo. Salva

Anónimo dijo...

Buen trabajo,Luis.Yo opino como Paco;será imposible restablecer dicha tadición,entre otras cosas por falta de protagonistas, como apunta tambien Salva.Los tiempos van cambiando y esto es como el tango;un paso hacia atras y otro hacia delante, y asi vamos bailando.En la evolución de la sociedad se pierden cosas,(a veces muy valiosas) identitarias de un pueblo y se adquieren otras,algunas veces valiosas ,y otras,para olvidar por lo nefastas ,pero es así.A mi la "carrera de los gallos" me trae recuerdos fantásticos,sobre todo por el ambiente que rodeaba el espectáculo:Los quintos por las calles de jarana,alguno tocando un viejo acordeón,cantando rancheras y canciones de la época"doce cascabeles" con la damajuana de vino,la mejor novia,algunos disfrazados.El colorido de los antruejos variopintos y aquel bullir incesante de alegria contagiosa con el colofón de "los gallos" hacia que nuestros carnavales fueran la fiesta probablemente más deseada.Al menos asi lo recuerdo yo. No recordaba el nombre de la calle,de hecho por aquel entonces,como era un chaval, ni sabia que las calles tenian nombre.Lo que si recuerdo es los caballos corriendo hasta la casa del tio David en el camino Milano,pasar por la casa de doña Ángeles,la maestra y, sobre todo, la imagen fija que me quedó cuando un jinete le pegó un palo a un gallo haciendo volar varias plumas del pescuezo.Era evidentemente cruel,pero como tantas otras cosas aquello se vivia con toda normalidad.Mi padre me ha comentado que se consideraba la mayor hazaña cuando un jinete a toda carrera, era capaz de arrancarle el pescuezo con el indice y el medio abiertos en forma de horquilla.Una auténtica barbaridad.Tengo la idea,no sé si realmente es cierta que se suprimieron precisamente por la crueldad y fueron sustituidos por pucheros o cántaras con bichos dentro,como ratones,o lo que cada cual imaginara.Un saludo.Félix.

Anónimo dijo...

Querido Juan Luis, si quieres volver a ver una corrida de gallos, vé a ALBALÁ, que no está muy lejos de La Zarza, y que todavia tiene esa estupenda tradicion de las corridas de gallo, pero en la actualidad, reformadas, ya que los gallos se ponen en la cuerda, previamente sacrificados de forma humanitaria.
Y he de decirte que en nuestro pueblo, la fiesta está mucho mas pujante que nunca, este año hemos tenido 300 gallero y galleras, aparte de los pequeños que los corren con los burros, que es la parte que mas me enternece, con los padres y abuelos corriendo al lado del burro, mientras con una mano sugetan las riendas y con la otra la pierna del pequeño, para evitar que se caiga.
No podras participar, claro, ya que es una fiesta exclusiva de los hijos del pueblo, a menos que te cases con uno de sus hijos, en tal caso si podras correrlos, pero podras pasar una mañana interesante viendo la pericia y maestria de los jinetes y amazonas.

Sin mas un saludo fiestero.

Matilde.