
La cabaña, es una vetusta construcción arquitectónica hecha sin más medios que las habilidosas manos labriegas de gentes con mucha y buena voluntad, pero con pocos conocimientos técnicos de la construcción, además que sus propias ideas, que sin duda eran y son dignas de encomio, y que, con paciencia y tenacidad, recogían las piedras del entorno al que luego se ubicarían y convertirlas en esa obra de arte llamada cabaña; que desde mi punto de vista, debería considerarse monumento rural protegido, no solamente por el servicio prestado en su momento, que fue mucho, bueno y oportuno, sino porque ahora son una obra de arte que como tal debería considerarse, si es que sabemos apreciar en ellas, el valor sentimental y social que albergan.Desafortunadamente, y, como consecuencia de los cambios establecidos en la agricultura y la ganadería, así como motivado por la despoblación habida en las zonas más o menos rurales, las cabañas dejaron de tener la utilidad práctica para la que fueron concebidas, sin embargo, y posiblemente, sin que sus autores lo consideraran como tal en aquel entonces, es un legado cultural que debemos agradecer a nuestros antepasados y saberlo valorar en su justa dimensión.
Las construcciones arcaicas de piedra, que afortunadamente son frecuentes en distintos puntos de nuestro pueblo, son un claro signo de identidad y un grato recuerdo y legado, que además, nos muestra el arte, la sabiduría, la línea de pensamiento y forma de vida en la que se desenvolvían nuestros predecesores, a los que, si somos bien nacidos, les deberemos estar agradecidos por todo lo que hemos recibido de ellos. Por ello, sería acertado por nuestra parte, que le apreciemos y estimemos su esfuerzo.
A lo largo de mi peregrina vida, no sé por qué razón, afloran a mi mente los recuerdos de algunas cabañas de piedra que, en mi infancia tuve la suerte de poder contemplar y jugar en ellas, para que afortunadamente me quedara el recuerdo grabado para siempre, de su bizarra estampa gallarda, plantándole cara al viento.
Sé bien que las arcas municipales andan escasas de recursos en toda la piel de toro, y nuestro pueblo no es una excepción, pero sí sería de agradecer, que, cuando las circunstancias sean propicias, se hiciera lo posible por conservar en buen estado esas arcaicas reliquias, cuya reforma o mantenimiento no resultaría, ni un coste millonario, ni se vaciarían por esa causa las arcas locales, y sin embargo, sí que nos identifican con el pasado, en el que nuestros antecesores, tuvieron el acierto de dejárnoslas como recuerdo y como seña de identidad. Sería una lástima, que, por dejadez se perdieran para siempre y desapareciera definitivamente una de esas señas de identidad más emblemáticas que como zarceños nos distingue y nos honra. Y, dicho sea de paso, para sí, quisieran en algunos lugares tener en su haber unas reliquias como son nuestras rústicas cabañas de piedra.
Cuántas anécdotas y gratos recuerdos de la cabaña nos podrían contar entre otros, algunos de los pastores zarceños, a los que la cabaña de piedra les sirvió de cobijo cuando una de esas tormentas de viento racheado, lluvia hostigada o fuerte granizada, que mayoritariamente venían acompañadas de rayos y truenos, les hacía encoger el corazón a ellos y a sus amedrentados perros que acezando atemorizados les miraban con la esperanza de pasar pronto el mal trago...
Cuántas veces habrán servido para que su fresca sombra le permitiera echarse una reconfortante siesta a segadores, sembradores, pastores o cazadores que, ni el más lujoso hotel caribeño les proporcionaría un descanso más oportuno en aquel momento.
¡Cuánta saudade permanecerá acumulada en lo más recóndito del fuero interno de todos y cada uno de los agraciados por los favores proporcionados por esas cabañas de piedra, típicas de nuestra tierra charra y castellana...!
¿Por qué no conservarlas? ¿Por qué no reconvertirlas en lo que fueron para los que nos precedieron:? Una obra de arte legada con gran cariño...
Seamos agradecidos: ¡Cuidémoslas...! y, conservémoslas, aunque no sea más que por gratitud a sus autores.... No nos arrepentiremos. Es nuestro Patrimonio. Luis