12 febrero 2015

EL CONTROLADOR SIN PIEDAD (El reloj)



Desde el instante de su concepción, a todo ser humano se le empieza a contar el tiempo. Su tiempo; el tiempo que se le concede a partir de ese importante momento de su existencia, hasta el final de su recorrido por lo que llamamos nuestro mundo: El Planeta tierra; que, de nuestro nada, aunque no nos lo parezca.

La mujer que ha sido preñada, cuando comenta el acontecimiento con sus allegados dice: estoy embarazada de cuatro semanas; me quedan quince días para dar a luz; mi hijo-a ya tiene siete meses, dos años, etc.; y, así sucesivamente.

Los humanos medimos el tiempo, nuestro tiempo, y el encargado de ese cometido es el reloj. El famoso y popular reloj que tan familiar nos resulta a todos.

Pero, ¿qué es el reloj?
El reloj, es uno de los instrumentos más populares y de mayor aceptación por los humanos. Es, el artilugio medidor que el hombre ha inventado para autocontrolar todos sus movimientos, pero que, en algunos casos no le gustaría ser controlado. Sin embargo, el hombre es un controlador por naturaleza, aunque no siempre lo reconoce. 

Y, ¿para qué sirve el reloj?
Desde el origen conocido del hombre, éste, siempre (posiblemente por instinto), ha tendido a controlar su tiempo. Al principio de su existencia lo contaban por lunas. Tantas lunas para tal o cuál acontecimiento o actividad; después, ideo el reloj de sol, el de aire, el de arena, el de agua o clepsidra, etc.,  con la finalidad de repartirse ese tiempo a su voluntad y disponer de él a medida de sus necesidades. Por lo tanto; el reloj le sirve al hombre para saber en todo momento de cuánto tiempo dispone para realizar alguna actividad de su interés y saber como dosificárselo. 



¿Por qué los humanos usamos tanto el reloj?

Como citaba anteriormente, los seres humanos en todo momento tenemos la imperiosa necesidad de saber en la hora en que estamos viviendo, y, para ello, la mayoría se hace acompañar del citado instrumento que con su parsimoniosa pasividad y su imparable tic, tac, que va contando segundo a segundo nuestro paso por la vida; y, sin embargo, la casi totalidad de los habitantes del planeta tienen una relación directa con el reloj y toleran -o toleramos- su presencia en nuestra muñeca. Como muestran las dos fotografías que preceden a este párrafo.

 Hasta hace relativamente poco tiempo, el reloj consistía en unas manecillas (agujas) que giraban de izquierda a derecha sobre una superficie esférica que marcaban el paso del tiempo medido en segundos, minutos, horas… como muestra la  primera fotografía que encabeza este escrito en la que podemos apreciar un modelo sencillo con numeración romana.


La perfección que con el paso del tiempo ha adquirido “ese trasto”, permite medir con una precisión tan perfecta, hasta la fracción más pequeña del tiempo; o sea, nos permite controlarnos con gran exactitud los más ínfimos espacios de nuestro tiempo, gracias a los más sofisticados aparatos de medida que dan fundamento al reloj; que, a medida que ha ido evolucionando la tecnología para su fabricación, los nuevos modelos son más precisos y ofrecen mayores prestaciones a los usuarios.


Algunos de estos artilugios, tales como el reloj de sol, o el de arena, aunque continúan en vigor, en la actualidad solamente tienen una aplicación más bien testimonial. Simbólica; pero no es muy frecuente su uso en la  práctica, como muestran las tres fotografías adjuntas.

Parece ser, (no está demostrado documentalmente) que, tres mil años antes de Cristo, los chinos ya disponían del reloj que dio origen al que hoy conocemos y utilizamos; si bien, los egipcios no le iban a la zaga en aquel entonces. Posteriormente, los Incas, también tuvieron algo que ver con el reloj y la forma de medir el tiempo con precisión.

El reloj, como todo en la vida ha ido evolucionando, desde el reloj de pared con péndulo, el de bolsillo, el de pulsera, etc., hasta el más sofisticado de la actualidad que, como es bien conocido por todos, son analógicos, o digitales y su maquinaria se activa generalmente, mediante un sistema eléctrico más o menos sofisticado, bien con pilas, baterías, corriente  de línea o con placas solares; hasta llegar al más preciso de todos, que es el atómico.



Como todo lo que en éste mundo esté relacionado con ese sistema arrollador, como lo es el sistema capitalista implantado prácticamente en todo el planeta, éste, establece una relación directa tiempo-dinero-poder, lo cuál obliga a un estricto control de ese tiempo y, como consecuencia, la medición debe ser cada vez más exacta. De ahí, que cada persona lleve en su muñeca consigo en todo momento el dichoso aparatejo que todo lo controla y nos controla  inmisericordemente.


El reloj, además de que le reporta al ser humano un impagable servicio –dadas las circunstancias-, se está convirtiendo a su vez, en un símbolo de elegancia y distinción en ciertos sectores de la sociedad contemporánea, y su valor va en aumento progresivo. Muestra de ello, son las dos fotos que se acompañan a este párrafo.





Hay relojes que han marcado un hito en la historia de los países. En España se ha hecho muy famoso el reloj de La Puerta Del Sol de Madrid, y que, gracias a los medios de comunicación, se conoce en todo el mundo que el final del año se celebra en la citada plaza con gran euforia y alegría la bajada del Carrillón y las doce campanadas de despedida del año viejo y entrada del








nuevo, como se puede apreciar en las fotografías que acompañan el entorno de este 
párrafo.


Otro importante reloj, en todo el significado de la palabra, es de Westminster, ubicado en la Torre Isabel del Palacio del Parlamento Británico en Londres, conocido en el mundo entero por su señorío y prestancia y del que se sienten orgullosos los ingleses. Fotografías adjuntas.




No menos conocido es el magnifico reloj de la Plaza de San Marcos en Venecia, que  hace de la Torre Dell`Orologio el centro de atracción turística de la ciudad de las góndolas, en cuya cima está ubicada la gran campana  y dos figuras de bronce oscurecido conocidos como “Los Moros”, que están en pie en lo alto de la misma y tocan la campana cada hora  haciendo que los visitantes concentren su atención en el original evento que hace del turismo veneciano


su Meca y aprovecha para ver el movimiento de los conocidos “Gigantes”; como muestran las tres últimas fotografías, que, junto a las anteriores, han sido bajadas de Internet.

Hay cientos de magníficos relojes a lo largo del los distintos continentes que son importantes, pero, he citado estos ejemplos porque nos resultan relativamente cercanos, y, también, relativamente conocidos.

Algunas veces, reflexionando sobre lo que es la vida y lo que hacemos los humanos en ella, me pregunto sin hallar una respuesta convincente, si el hombre nace libre como el ave y se le debe dejar hacer su libre albedrío: ¿Para qué demonios necesita el dichoso reloj, si es un incansable controlador de su propio tiempo que lo vigila las veinticuatro horas del día? ¿No resulta una discordancia contradicente que no encaja dentro del concepto de la libertad, que, es el motor de la felicidad que el hombre necesita para disfrutar de la vida tan maravillosa que le ha sido concedida temporalmente?

O, ¿es que, quizás, no hemos sabido entender bien la relación existente entre la libertad que el hombre debe disfrutar, y el agobio que supone estar siempre pendiente del dichoso reloj  para llegar puntualmente a la cita en todo momento y quedar en buen lugar?

Y, para terminar. Una  pregunta y una reflexión-pregunta, a las que me gustaría obtener respuesta por parte de algún lector:
1- ¿Para qué querrá el hombre controlar su tiempo, si le resta su propia libertad?

2- Si el hombre hubiera aprendido a vivir; ¿necesitaría controlar su tiempo?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He leído con sumo interés este relato, como el resto tuyos y pienso que los que quieren controlar el tiempo quizás sean los que asocian el poder ,el dinero, a la libertad. El tiempo, es algo asi como el dinero; lo tienes y se te va, lo vuelves a tener y se te vuelve a marchar. Yo creo que el tiempo mejor empleado es el de la siesta¡ Qué narices! Por cierto, el La Zarza tenemos el mejor reloj del mundo, nada comparable a esos artilugios de pacotilla que expones. Está en el campo, donde pastan las vacas porque pastores ya no hay, y ahí está en mi blog( Colores y amores...)en esta página web, en el relato que inserté el 20 de enero de 2013.Es un reloj macizo de puro roble, nobleza de La ZARZA
Un abrazo. Félix

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo, disponer de tiempo es disponer de riqueza. Había una película de ciencia-ficción donde los ricos poseían dinero y tiempo y a los pobres que se les acababa morían al no disponer de dinero para comprarlo.
Aunque no vivamos en esa sociedad distópica, si es verdad que o se está jubilado como el autor de este post o el tiempo libre es escaso.

Un saludo,


CEH

Manuel dijo...

¡JO! que cantidad de relojes, los citas todos, desde el de sol y arena hasta el atómico; pero llegado al final, echo en falta uno, el nuestro, nuestro primer reloj; sí, sí, ese que marcó la hora de nuestro nacimiento, el inicio de nuestra existencia, que luego los demás relojes-cronómetros van acortando inexorablemente.
Repaso nuevamente las imágenes y compruebo que sí aparece al final EL TORREÓN. Serían los duendes informáticos. Ya me parecía a mí que no podías haberte olvidado de nuestro Torreón.
Gracias, Luis, por dedicar tu tiempo a todos nosotros, tus seguidores.
-Manolo-