La infancia, es una etapa que deja en las personas una marca indeleble de algunas o casi todas las vivencias que nos acontecen en ese único y maravilloso tiempo de la niñez. Almacena en nuestra memoria una serie de recuerdos que, a lo largo de nuestra existencia irán aflorando a nuestra mente en los momentos más inesperados. Algunos de ellos nos acompañarán casi permanentemente, otros, tendrán una aparición esporádica o con una cadencia de intermitencia mas o menos larga y, algunos, se nos presentarán espontáneamente sin pedir permiso y sin que sepamos bien el porqué de su presencia, y sin embargo, nos resultará grata su compañía.
La complejidad del ser humano tiene estas cosas. Cuando menos te lo esperas, aparece uno de aquellos recuerdos que guardabas en el baúl y te hace revivir aquellos maravillosos momentos que son los dulces recuerdos de la niñez. Ese es mi caso. Viví una infancia feliz en un lugar para mí maravilloso, del que guardo los más gratos recuerdos que me premian con su visita y me refrescan la memoria reconfortándomela.
Últimamente, como consecuencia de una amena charla telefónica que mantuvimos Manolo, (el jefe de la Wed) y yo, los recuerdos de mi infancia me visitan más asiduamente, no sé si es porque a cierta edad, retorna uno a sus orígenes, o porque me ha invadido la nostalgia, pero, lo cierto es que me acuerdo más que nunca de todo aquello que rodeó mi vida hasta los catorce años que partí del pueblo. Pueblo que siempre he llevado guardado en lo más profundo de mi ser. En este pueblo, que para mí es el más maravilloso del planeta que habitamos y, no tiene par, jugábamos los niños (la niñas no) a la Brinca, al Marro, a la pelota a mano en el frontón y nos pegábamos cada guarrazo tanto al tirarnos como algunas veces al bajar o caernos. No quiero reflejar aquí los piropos que me echó Agapito que, e.p.d., un día que jugábamos a la brinca en la pared que está frente al frontón, cuando al tirarme y saltar, le di involuntariamente una patada con el talón del pie en la cabeza, cosa bastante frecuente en muchachos tan poco finos como entonces éramos nosotros; pero, este detalle, me ha permitido recordar lo bien que nos lo pasábamos. ¡Qué tiempos tan maravillosos...! y ¡Qué lástima que no esté Agapito ahora para recordarlo...!
Lo cierto es que, si lo miramos con optimismo como deberíamos ver y vivir la vida, podemos revivirlos y disfrutarlos tantas cuantas veces queramos. Es cuestión de enfoque.
Estos juegos, como las canicas, la peonza, ir a buscar nidos, etc. desafortunadamente están desapareciendo, aunque permanezcan latentes en la memoria de aquellos que como yo, ya nos estamos aproximando a la meta, y que en las próximas generaciones solo se conozcan como piezas de museo o, lo que el viento se llevó, pero que fueron nuestra viva, alegre, ingenua y divertida infancia.
A pesar de que tuve que marchar del pueblo en año 1.954, al finalizar la escuela, (la escuela grande claro) me resulta grato recordar hechos acaecidos en mi estancia en La Zarza, así como algunos inolvidables lugares y rincones que siempre los he considerado típicos por su originalidad y prestancia que le dan personalidad al pueblo.
Conservo en el recuerdo algunas costumbres como “los gallos” o correr los gallos, y comprendo que en ciertos sectores de la sociedad no se entiendan por su crueldad, pero, tan cruel es matar así a los gallos como a los toros en la plaza, también por divertimiento; los pollos, cerdos, vacas, terneros, corderos, etc, etc, en los mataderos, (si bien en estos casos no es para diversión del vecindario, sino para la alimentación humana) o, ir de pesca con la caña y dejar morir lentamente agonizantes en la cesta los peces pescados y heridos por el anzuelo, y que yo sepa, nadie se escandaliza por ello, por no hablar de la caza y matanza despiadada de las focas, ballenas y otras muchas especies que, solo para enumerarlas se necesitaría un libro entero. Con esto, no quiero defender la injustificada y cruel matanza del gallo, (entre otras cosas, porque soy ecologista y acérrimo defensor de los animales, de todos) sólo quería citar de paso, otras actividades tan ingratas o más que la tradicional costumbre de correr los gallos zarceños en las fiestas típicas del pueblo sin intención de polemizar, pero con el ánimo de conservar la tradición que forma parte importante de la historia de La Zarza y no es cuestión de perderla si hay solución. Y, sin duda, la hay. Ya me manifesté a este respecto en esta misma sección de sintonía el 15 del pasado mes de marzo en un artículo titulado “Correr los Gallos”
A mi, personalmente me ilusionaban las carreras de gallos. Para los pequeños, “los gallos” era una fiesta esperada con ilusión. Los recuerdos de mi infancia que guardo respecto a este espectáculo, me han acompañado en mi peregrinar por la vida y afloran a mi mente con frecuencia, especialmente cuando veo o leo algo relacionado con las viejas costumbres arraigadas en algún pueblo, que, o bien por la televisión, o bien por otro medio de comunicación llega hasta mí. Sé bien que defender esta tradición en la que para diversión de unos cuantos hay que sacrificar salvajemente a un animal, está fuera de todo razonamiento y, no es mi intención convertirme en abogado del diablo, y más, siendo como soy defensor de los animales y del ecosistema; por eso, y porque la lógica lo desaconseja, es por lo que desde mi punto de vista, se debería buscar un sustituto que se asimile a esa vieja y arraigada costumbre de correr los gallos, y al mismo tiempo llenara el vacío que ésta dejó, volviendo a nuestra fiesta y nuestra tradición.
Otro recuerdo muy agradable son las capas de grueso tejido que los munícipes se ponían en los acontecimientos más importantes, tanto religiosos como paganos. Esas capas que con su tipismo, prestancia y, por qué no, también elegancia y señorío, se me antojaban de una majestuosidad tal, que, para un niño de mi edad en aquel entonces, era fuera de lo normal, más bien excepcional, ver vestidos de esa forma a los mandamases del pueblo dándose importancia de autoridad, me sonaba a superioridad y para mí era todo un acontecimiento.
Cuando en las fiestas de San Lorenzo u otras festividades casi siempre de carácter religioso, el Alcalde, Juez de paz, y resto de Concejales ocupaban los bancos de la iglesia a ambos lados del altar y el Juez y el Alcalde lucían el bastón de mando, recuerdo que los chavales comentábamos lo guapos que eran esos bastones, la vara del Ayuntamiento como la llamábamos. No sé si se seguirá esa tradición de acompañar los munícipes y el Juez de paz en las fiestas religiosas al sacerdote que celebra la misa en la iglesia parroquial, pero en mi infancia era normal que, endomingados y ataviados con sus capas ocuparan los bancos que durante el resto del año no estaban destinados a esa finalidad. Tampoco sé si en la iglesia, actualmente, siguen estando separados los niños de las niñas, los mozos de las mozas, los hombres casados de las mujeres, ocupando bancos distintos; espero que no, porque esa arcaica manía de entonces que tenía el sacerdote de mi tiempo, -del que por cierto guardo muchos y agradables recuerdos, aunque sé que un buen número de compueblanos no comparten esa opinión- hoy, no parece de recibo; pero en mi mente, permanece latente el recuerdo de esas vivencias tan gratas par mí de los años de la infancia que se fue para nunca más volver. Pasó como el viento ahilado que nos deja el recuerdo de su paso. ¡Grato recuerdo por cierto!
Las embarradas calles del pueblo que cada vez que llovía, algunas eran un autentico barrizal. Recuerdo bien que, entre otras, la calle de la casa del cura, (la casa parroquial) justo a la altura de la puerta de entrada, que había una larga hilera de piedras a modo de acera para poder pasar por encima sin embadurnarse uno mucho, que algunas se movían cuando pisabas encima y, si no guardabas bien el equilibrio, te bañabas en el abundante barro que se hacía al paso de los carros y demás animales que iban a abrevar al pilar procedentes de esa parte del pueblo.
EL PILAR
Uno de mis más arraigados recuerdos es el pilar; tal es así, que cada vez que he ido al pueblo, lo primero que he hecho es beber agua de los dos caños. Recuerdo que, en la penúltima vez que visité la Zarza, (todavía no había agua corriente en las casas, ni el pilar estaba encarcelado entre rejas) iba camino de Pereña hacia Fermoselle, me detuve y paré el motor de mi coche para bajarme a beber agua de los dos caños como tantas veces lo hiciera en mi infancia. Había, como de costumbre, algunas mujeres llenando sus cántaros y, cuando una de ellas, amablemente me dejó beber agua después de llenar uno de sus dos cántaros, me aparté un poco y esperé para beber del otro caño cuando me tocara la vez, y la buena mujer me preguntó si tanta sed tenía para volver a beber, pues ella ya había puesto bajo el caño la otra cantara; cual fue su extrañeza, cuando le dije que necesitaba beber de los dos caños porque sino no podría continuar el viaje hasta mi destino. La compueblana se quedó extrañada, me miró un poquito de reojo y me imagino que pensaría: ¡lo raras que son algunas personas...! Pues bien, si por casualidad leyera esto, desde aquí le quiero agradecer su comprensión y la gentileza de permitirme beber agua antes de terminar su vez. Ahora ya sabe el motivo por el que tenía que beber agua de los dos caños, porque lo hacía cuando era niño, y, después, cuando era niño grade, quería hacer lo que hacía de niño pequeño, o quizá, es que necesitaba seguir haciéndolo. Estoy seguro que ahora sí que lo entiende. La paisana no me conocía, y desafortunadamente para mí, yo tampoco. Y lo siento, porque en aquélla circunstancia no podía entretenerme mucho para charlar un buen rato con todas las que esperaban para llenar los cántaros (o cantaras) y recordar los tiempos de la infancia que, a juzgar por las apariencias, alguna era de misma edad y, posiblemente familiar lejano.
LAS POZAS
Son muchos los recuerdos que guardo de Las Pozas, de las veces que jugábamos los chavales allí, de cómo nos entreteníamos con el agua que bajaba desde el pilar y lo divertido que nos resultaba poner en la salida de la corriente, una especie de aspas que hacíamos de madera u hojalata con nuestro equipo completo de herramientas (la navaja) para que giraran al paso del agua.
De Las Pozas siempre me he acordado con frecuencia a lo largo de los años, pues como he sido, -sigo siendo- defensor de conservar los monumentos y viejas construcciones, sobre todo las que como Las Pozas, encierran un pasado tan significativo del quehacer de nuestros tiempos y de cómo nuestras mujeres con tan artesanal sistema de lavado, conseguían blanquear la ropa como no es capaz de hacerlo la más moderna y sofisticada de las lavadoras; si bien, justo es reconocerlo, el sacrificio que ello suponía era de un considerable calibre. De todas formas; muchas gracias a la lavadora actual y bienvenida sea.
Es una verdadera lástima que hayan desaparecido las pozas, pues, sin lugar a dudas, es uno de los más emblemáticos monumentos que le quedaban al pueblo del pasado y, se deberían haber conservado, ya que, su mantenimiento como tal, no resultaría nada oneroso, y, no parece de recibo que tan simbólico y original monumento se haya de enterrar por falta de visión artística y política.
EL POTRO
Un capítulo aparte es “el potro” que se hallaba ubicado en el Cotorro. Era nuestro gimnasio; allí subíamos, bajábamos y hacíamos las mil y una filigranas, retorciéndonos y colgándonos de las maderas y piedras, más bien lastras de que estaba construido. ¡Qué lástima que haya desaparecido!
Era un monumento emblemático como pocos de la historia zarceña, de cómo los antiguos se lo montaban para dominar al ganado y lograr herrar tanto a reses como caballerías, cuando eran remilgas a esa labor. En el potro del Cotorro hemos jugado todos los niños del pueblo. Recuerdo bien su construcción, con esas grandes piedras verticales y gruesas maderas inclinadas a modo de pilares sobre las que, en la parte delantera se ubicaba el yugo en el que se amarraban los animales para controlarlos. Cuánto siento su desaparición. ¡Ojalá,! si la situación económica municipal lo permite, algún día se haga una reproducción para que quede en la historia del pueblo el recuerdo del pasado tan significativo que supone el potro del Cotorro que, tantos y tan buenos servicio prestó a los zarceños y con tan poca consideración se ha tratado por parte de las autoridades municipales, al permitir su absurda e innecesaria desaparición del lugar que durante tantos años había sido un simbólico emblema para el pueblo; siendo como lo era, una parte muy importante del patrimonio cultural municipal de La Zarza.
LA ESCUELA DE PÁRVULOS
La escuela chica, posiblemente sea el más, o uno de los más y mejores recuerdos que siempre he conservado con cariño y esmero. La Patro, “la maestra de todos,” esa ejemplar mujer que empleó todo su ser y su saber a las niñas y niños del pueblo con tal ahínco y dedicación exclusiva, que, merece todos los respetos y reconocimientos por parte de los que fuimos favorecidos por su encomiable labor educativa. Desconozco si todos los pueblos en aquel entonces tenían una maestra para los párvulos como ella, ni tampoco sé si todos los niños de los pequeños pueblos como el nuestro, tuvieron la suerte de aprender a esa edad lo que aprendimos en la escuela de párvulos con Patrocinio. ¡Lastima que no fuese igual cuando íbamos a la de los mayores! que, cambiábamos más de maestro que de casulla el sacerdote. En la Casa Social Católica, (ca-li-to-ca-al-ci-so-sa-ca) sede de la escuela chica, aprendimos a contar, a leer, a cantar y un largo etcétera, todo sin libros, sólo con la habilidad de la maestra, “La Patro”. Seguramente, todos los de mi edad, un poco mayores y más jóvenes, recordaréis con nostalgia los cánticos en forma de letanía que todos nos aprendíamos de memoria; tanto a contar con el sistema de las bolas, como las provincias de España, los días de la semana, los meses del años y demás, siempre utilizando el libro mágico de la voz; ese don del que nos ha dotado la naturaleza, (la palabra) y, no siempre lo sabemos aprovechar y utilizar adecuadamente, pero que, en la escuela chica o de párvulos, fue la mejor y única herramienta empleada para nuestra enseñanza infantil, siempre con esa retahíla en forma de sonsonete que, a base de repetir y machacar, logramos aprender.
No sé si los zarceños-as de mi generación, que fuimos favorecidos por su enseñanza, estaréis de acuerdo en que a Patrocinio habría que hacerle un homenaje, aunque sea a título póstumo, ya sea dedicarle una calle, una plaza, una placa conmemorativa en algún lugar destacado de la población, un pequeño monolito o cualquier otro, que permita el permanente recuerdo a tan ilustre persona, inmortalizando su grato recuerdo y su paso por nuestras vidas, agradeciéndole la labor que hizo con nosotros siendo unos niños, en unas circunstancias bien distintas de las actuales. No sé si mejores o peores, pero para mí extraordinarias; cuando la situación debido a la posguerra, era en nuestro pueblo, y no sólo en nuestro pueblo poco generosa, por citarla de alguna manera.
No sé donde habrá ido a parar el Ábaco o bolero con el que aprendimos a contar, pero, lo que sí sé seguro, es que, es una reliquia digna de conservarse. Un lugar ideal para guardarlo, (entre otras muchas cosas) sería un museo zarceño, en el que se recopilaran los recuerdos, aperos, trastos y demás utensilios de labranza, costumbres y existencia que caracterizaron el pretérito zarceño, cosa que, si hay ganas de mojarse, tampoco sería nada complicado conseguirlo con un poco de paciencia y buena voluntad, ni requiere un gran esfuerzo, ni económico ni físico, y el prestigio que le daría al pueblo no tiene precio; y, estoy convencido de que hay gente del pueblo a la que no le importaría colaborar desinteresadamente, pero poniendo mucho interés en ello. Es cuestión de visión de futuro y ganas de hacer las cosas bien y a favor de la tierra que nos vio nacer. Para ello, se requiere la colaboración desinteresada de todos los zarceños-as de dentro y fuera de La Zarza, pues, también los ausentes, pueden y deberían (deberíamos) prestar aquí un buen servicio si la voluntad no les falla; aunque sólo sea con ideas cuando no se pueda de otra manera. Un museo, le da personalidad a cualquier población por muy pequeña que sea. Es cuestión de pensarlo, estudiarlo y proponérselo a la autoridad competente, o bien a través de alguna entidad cultural o peñas que le resulte atractiva o acertada la idea; si bien, deberían ser los representantes políticos los que asumieran el proyecto como cosa lógica. Quizás no fuera un mal lugar para ubicarlo, el antiguo Ayuntamiento y el local contiguo que queda debajo de la escuela, que, si mal no recuerdo, en mi infancia se decía que era la cárcel, que junto con la vieja escuela grande que está en el piso superior, podrían constituir los tres espacios, un lugar suficiente para guardar los recuerdos de nuestros antepasados. Sugerencia para el nuevo gobierno municipal.
LA COSECHA
La cosecha era y sigue siendo lo más importante en el desarrollo económico del pueblo, si bien en la actualidad no es como en tiempos pasados que suponía un más que considerable esfuerzo humano para su recolección.
Imagino que en la mente de todas las personas de mi edad, -como en la mía- se albergan los recuerdos de la siega, la acarrea, la trilla y recogida del grano para llevarlo a la panera. Esos majestuosos carros cargados de manojos prendidos en los estarujos que, antes habían sido hacinados en las tierras camino de la era; las parvas, los trillos-trillas -que han desaparecido como por encanto y han ido a parar a manos de unos cuantos especuladores que, mediante Internet y otras formas, los están vendiendo a precio de oro, cuando los compraron a duro la docena- y demás aperos que se utilizaban para separar la paja del grano, esperando que el viento fuera favorable y no llegara la lluvia cuando todavía este, estaba sin ensacar en los costales. Los carros con sus redes cargados de paja encalcada a tope para que cupiese más, que en esa etapa eran más altos por las cañizas laterales que se les ponía como complemento encima de las cartolas....
La estampa de los segadores camino del corte con sus gorros de paja, los dedales de cuero, las hoces bien afiladas colgando del cinturón, y una buena dosis de resignación por el esfuerzo que les esperaba al llegar a las tierras; son recuerdos que no se olvidan nunca por muchos años que pasen, pues forman parte de lo que somos y hemos sido, por suerte para los que pudimos vivirlos, pues las gentes de ahora, -nuestros hijos y nietos- pocas de esas vivencias tendrán cuando lleguen a la edad de aquellos que tuvimos la suerte de que formaran parte de nuestra infancia. Grata infancia por cierto.
Recuerdo bien la primera trilladora que hubo en el pueblo, (posiblemente en el año 1.952 o 1.953, no lo recuerdo exactamente, pero por ahí anda) que la compraron los hermanos José María y Santos, (además de algún otro socio más que ahora no recuerdo) y todos los chavales íbamos a mirar como trillaba aquel armatoste que era inmensamente grande y tenía una correa de transmisión que iba de punta a punta de la máquina. Nos parecía todo un acontecimiento y lo celebrábamos con cierta ilusión por lo que entonces significaba para nosotros que éramos niños. Recuerdo también que el citado José María compró y utilizó el primer motocultor que hubo en el pueblo y lo estrenó en una finca que entonces tenía en el Cotorro arriba del todo; lo recuerdo bien porque ese día también tuve la suerte de, al pasar por allí, poder ver entusiasmado cómo funcionaba ese aparatejo que para mi era una novedad, todo un acontecimiento y contemplaba cómo lo manejaba él, experimentando la maquinita.
Los dos hermanos citados eran unos pioneros en el modernismo de entonces; unos avanzados en las tecnologías, pues también fueron los primeros en criar patos en una finca que tenían o tienen en la carretera haciendo esquina con el camino que va al Cotorro y que, los chavales de entonces observábamos con curiosidad como se bañaban en una especie de piscina-charca que recuerdo que hizo el tío Santos.
He conservado en mi memoria el positivo e impactante recuerdo que me dejaron los dos hermanos citados, cuando un día domingo o festivo, en misa, el cura, Don Leopoldo, como tenía por costumbre y dado su talante, desde el púlpito dijo que el domingo o festivo anterior, (no recuerdo en estos momentos si era domingo o festivo) habían estado trabajando y eso iba en contra de los principios religiosos; fue tal el ataque del sacerdote que, José María se levantó del asiento que ocupaba en la primera fila de los que estaban debajo de la tribuna, le dijo en un tono de voz alto, con energía y temple que, el domingo pasado también se habían estado arrancando yerbajos en la huerta del cura y nadie se quejaba ni lo consideraba trabajo o un pecado. Se levantaron, él, su hermano y algunas personas más cuyos nombres no he guardado en la memoria, pero si recuerdo que fueron varias. Me pareció aquello de tal importancia que hasta me asusté un poco, pues a esa edad es normal en aquellas circunstancias; pero, en mi fuero interno me alegré de que hubiese alguien en el pueblo que le plantara cara a Don Leopoldo, pues su temperamento era muy fuerte y no resultaba fácil que nadie se opusiera a su voluntad, dadas las circunstancias.
Este evento fue muy comentado en el pueblo durante mucho tiempo y dejó una cierta estela que supongo que los de mi edad y un poco mayores que como es lógico ese día estarían en la iglesia a oír misa lo recordarán, dada su originalidad, pues, no era frecuente que nadie se enfrentara al cura y menos en la iglesia que por aquel entonces era algo impensable. Desde mi punto de vista, los dos hermanos eran unos ejemplares únicos, y muy valientes, pues en aquellas circunstancias, cualquiera no se plantaba ante el representante de la iglesia sin ser malmirado por la mayoría del pueblo y considerado un desalmado, por no decir algo más fuerte, dado el caciquismo de la época.
EL CORRAL DE CONCEJO
Los niños de mi época, recordaréis bien que cuando estábamos en la escuela y necesitábamos ir al váter, después de pedirle permiso al maestro para ir a hacer una necesidad, nos íbamos detrás de la escuela, enfrente del Corral de Concejo (o corral del concejo) y allí estaba esperándonos la toilet más moderna de la época: sol, limpieza, discreción, agua corriente cuando llovía, etc. En aquel lugar tan original hacíamos de todo. A medida que te ibas acercando, ya se percibía el aroma embriagador en el ambiente. El papel higiénico de entonces, todos lo recordaréis: pura naturaleza. ¡Higiene a tope.....! Y, sin embargo, nadie se ponía malo por eso.
A mi me han quedado muchos recuerdos de esas vicisitudes o peripecias, -como las queramos llamar- que pasábamos cada vez que teníamos que ir al váter público. Recuerdo algunas veces que me quedaba contemplando la puerta de entrada al Corral de Concejo que quedaba enfrente del WC y me llamaba la atención la puerta, y sobre todo, su cerradura. Cerradura que la contemplé muchas, pero muchas veces porque me resultaba original la llave. Una llave de unos treinta centímetros de larga, hecha de madera, acorde con la cerradura que ere del mismo material, una especie de mazacote que era un objeto artístico poco fino pero robusto, con una ranura lateral por la que se introducía la llave al mismo tiempo que se empujaba un poco hacia arriba para mover los “ engranajes” internos que hacían de guardas junto a los rodetes también de madera, para que no se pudiera abrir, si no era con su propia llave hecha a medida por un artesano, a no ser que se utilizara la famosa llave ganzúa usada por los cacos de ahora; toda una obra maestra y artesanal. Esta llave, estaba siempre en poder del meseguero, que era el responsable del corral. En ese corral, en aquella época, se retenía arrestados a los animales que el meseguero había cogido en la hoja pisando o comiendo la mies, hasta que el propietario pagara la multa correspondiente por el estropicio causado por el animal, (otra cosa es que la pagara) permaneciendo allí el tiempo preciso para solventar la situación.
Ya desde muy pequeño me he sentido atraído por las construcciones de piedra y, la puerta de entrada al Corral de Concejo era un ejemplo de construcción rústica pero elegante y robusta, que, yo no sé si habrá ido al suelo o se conserva aún, pero que junto con otras construcciones cercanas al mismo en la calle que queda detrás, (Creo que es la calle del Corral Largo) conjuntan una armoniosidad típica de lo que es un pueblo-pueblo bonito y elegante que debería conservar su originalidad. Esas sólidas, elegantes y robustas paredes de piedra viendo pasar el tiempo como la Calle de Alcalá sin inmutarse y conservando toda su belleza original, son un patrimonio muy importante aunque infrecuente, que se debe mimar, cuidar, conservar, y, sobre todo valorar en su justa dimensión.
PERSONAJES
Hay un buen número de personas de aquella época del pueblo de las que guardo un marcado e imborrable recuerdo. Por citar a algunas como son, Dn. Fabián el maestro, Dn. Leopoldo el cura, La Patro mi maestra de párvulos, mi ti Aquilino el del bar y salón de baile, la tía Petra la alguacila, Andrés “el Calzaparda”, polifacético como pocos, y una larga lista que sería improcedente citar aquí; sin embargo, quiero hacer una mención especial al tío Angel el panadero, más conocido como el “tío Angelin” peculiar personaje y original como pocos, inteligente donde los haya y gran persona; me atrevería a decir que era un pequeño gran gigante; pequeño por la estatura y gigante por su interior. Era un hombre al que por su afinidad con mi padre, tuve la suerte de hablar bastantes veces con él. Me trató como ningún otro hombre del pueblo, muy bien, con gran cariño, algo infrecuente entre las gentes de entonces, hablaba conmigo y me daba consejos, que, en aquel entonces yo no entendía muy bien, pero que, con el paso del tiempo, me di cuenta de la calidad de aquel personaje tan especial y entrañable,así como del fondo que tenía. Algunas veces he pensado escribir un tema sobre él, pero los recuerdos que tengo, son sólo hasta el año 1.954 y, como son los de mi infancia, se quedarían muy cortos para lo que desde mi opinión personal, se merece. Por eso me he abstenido de hacerlo, pero, no por falta de ganas; pues, a lo largo de mi vida me he acordado muchas, muchísimas veces de él. Era Genial, ¡ Único...! Y, aunque no soy partidario de los homenajes a título póstumo; vaya desde aquí mi personal homenaje, agradecimiento y reconocimiento, a tan singular personalidad.
EL BAILE.
No sé si recordarán algunos (hoy ya hombres muy mayores) del pueblo, que cuando éramos niños , debió ser por el año 1.953 o primeros de 1.954, que mi tío Aquilino nos permitió entrar en el salón a bailar los domingos durante un tiempo, hasta que se enteró Dn. Leopoldo, el cura, y raudo puso coto a tal despropósito, y le dijo al tío Aquilino que eso no podía ser; así que, se fastidió el tinglado, ya no nos dejó entrar más a bailar los domingos. ¡Menudos comentarios entre las beatas y compañía que se hicieron en el pueblo al respecto! Aquello era un sacrilegio, un auténtico escándalo. Unos niños que todavía no habían salido de la escuela, ir al baile.... ¿Dónde se ha visto esto....?, se comentaba. Recuerdo que éramos pocos los que íbamos al baile, posiblemente tres o cuatro, pero no recuerdo quiénes éramos y lo siento, pues, sería agradable comentarlo amigablemente después de tantos años. Supongo que, si alguno lee esto y era uno de ellos, lo recordará anecdóticamente y se le escapará una sonrisa, pues la verdad, para aquellos tiempos, fue divertido, sobre todo ahora, poderlo recordar sin cortapisas ni chismorreos.
Luis
6 comentarios:
Luis, tú cuando te pones a escrivir no te cansas, pues se necesita un buen tiempo para leer todo lo que escrives. Tienes muchos recuerdos cosa que no podemos decir todos, yo la primera pues aunque me pusiera detenidamente a pensar nunca recordaría tantas cosas como tú.
En cuanto a las cosas que mencionas quedan muy pocas, por no decir ninguna el pilar es lo que queda gracias a Dios, y que dure muchos años que yo creo que así será, ya que está bastante bien conservado, pero todo lo demás ya no existe, igual que las costumbres todo desaparece, pero eso pasa en todos los sitios, lo que no ha cambiado es que en misa se sigue igual los hombres se sientan en un sitio y las mujeres en otro.
Saludos Cari.
Parece que no he ido a la escuela, pues al leerlo he visto que he puesto escribir con "v" lo siento por ésta y tantas faltas más de ortografía que puedo poner.Cari.
Hola Luis otra vez, pues se me pasó preguntarte en el anterior escrito lo de tu camino hacía Fermoselle, pues aunque fueras con prisas me extraña un poco que tú no te presentaras a las personas que estaban esperando llenar sus cántaros, pues creo que eres una persona abierta y con facilidad de palabra, seguro que te habrían conocido, pues aunque con los años cambiamos mucho, siempre queda algo. Bueno haber si te vemos algún día por tus tierras y no pasas de largo.Saludos Cari.
Como dice Cari,cuando te pones a escribir,Luis, sacas tema para rato,y eso es bueno porque siempre se extrae algo interesante.Ya te apunta Cari que salvo el pilar ,poco queda de lo de antaño.La puerta del corral Concejo se niega a caer ,las tres piedras que componen el cuadro pesan un rato y ahi siguen como testigo de un tiempo de hombres corajudos ,con fuerza e ideas ,y mucha ilusion para mover esas moles de piedras.De lo que tienes almacenado como sensaciones del bullir diario de la gente,ya nada queda.Nada es igual,ni en el campo que ha quedado transformado por la parcelaria,desapareciendo cominos,cañadas,parcelas,vegetacion(robles,escobas y plantas menores,dedalesras que llamamos villorias,los cardos rosas que poblaban tierras en su epoca,etc.etc)incluso el estiecol no huele igual,ahora huele a quimica,como cuando pasas cerca de un laboratorio que echan por la chimenea sus "aromas".En fin,son los tiempos modernos,pero para mi que quiero tanto el pueblo como el campo,pocas cosas me entusiasman actualmente,solo los recuerdos gozan de la maravilla del entorno como bien citas durante la siega,la trilla,las fiestas:carnavales,corpus ,las madrinas,pascuas etec.Aromas que flotan en los recuerdos.En cuanto a lo que dices de mi abuelo Angel ,conocido como el tio Angelin,era como dices una persona excepcional.Podia contar algunas anecdotas ,pero seria para añadir a ese relato que podrias tu dedicarle.Él siempre me decia que los hombres no se miden por la estatura sino por la frente en alusion a su pequeña talla,pero gigante en su pensamiento.Aprovecho para decir a Cari que lo de escribir con v o con o sin h es lo de menos,lo que de verdad importa es lo que sale del corazon,lo demas son reglas que nos han impuesto los academicos y unas veces nos salen bien y otras menos bien, pero lo que cuenta es el contenido.Un abrazo.Félix.
La niñez es una etapa de nuestra vida que nos marca para bien o para mal. De ahí luego que recuerdos y añoranzas sean de un signo o de otro. Se nota que tus años en La Zarza fuiste un niño feliz y te marcaron fuertemente, que los viviste y disfrutaste a lo grande, sin los grandes límites de la época. (Erais tú y tus hermanos los pocos o únicos que hablabais de tú a vuestros padres) Y luego está la memoria de cada cual para recordarlos y revivirlos, contándolos y relatándolos con todo detalle como tú, Félix, Salva,… hacéis y nos tenéis acostumbrados.
En nuestros primeros contactos telefónicos, después de que descubrieras nuestra página, quedé asombrado de todos los vivos recuerdos que tenías de tus años allí vividos. Cómo una foto, una frase o un nombre, te daba pié para que me contaras y preguntaras con todo detalle, como si estuvieras allí y viviendo tal cual fue, anécdotas y vivencias con tal o cual persona y momento.
Tus recuerdos y añoranzas son casi los míos por cercanía en edad (¡que mayores somos!) y leyéndolos, he tardado un buen rato, pues me paraba a cada momento porque mi mente se detenía en las pozas, por ejemplo, y ahí estaba un rato viendo los dos vasos, cómo entraba el agua procedente, bajo tierra, del pilar. Hasta he oido a las “compueblanas”, como te gusta decir en animada conversación y dándole que te pego a la ropa, que a veces parecían azotar. En el potro del Cotorro, lo mismo: “Quitad muchachos de ahí, que al soltar el churro os lleva por delante”…Y así todo…. RECUERDOS Y AÑORANZAS.
Tienes razón que muchas cosas desaparecidas había que haberlas conservado y cuidado. Y aquí no culpo a las gentes del pueblo, de los pueblos, que también, si no a las autoridades, provinciales, diputación, etc. que no ayudaban ni asesoraban apenas en materia alguna. En estos tiempos la colaboración es mayor, pero la mayoría de las veces con demasiadas trabas, burocracia y papeleos. No han llegado los medios informáticos como debieran para agilizar trámites.
Hay excepciones, ya que algunos pueblos, pocos, han sabido conservar, cuidar y mimar su pasado; pero desgraciadamente, son los menos.
Muchas de las tradiciones y costumbres que recuerdas han desaparecido. Curiosamente desaparecen las bonitas y buenas y continúan las feas y malas. Hay que destacar que ahí siguen: La procesión de San Lorenzo, Las Madrinas (ahora 15 agosto), el día del Hornazo, y pocas más. Que duren.
En fin, Luis, que das un repaso a casi toda nuestra infancia que…¡ ahí es na!.
El bolero o ábaco de la escuela de párvulos, ¿qué habrá sido de él? qué pieza para ese museo. En mis recuerdos lo veo con un porte elegante, con un pié de madera, grueso, que se me asemeja al de un gran candelabro de iglesia o base de un cirio pascual que en su dia fuera. O quizá un carpintero lo hiciera para ese cometido… recuerdos…
-Manolo-
Hola Luis: cuando te di la bienvenida con tu "sintonia" me contestabas que esperabas no defraudar, te diré que cada entrada tuya ha sido una sorpresa por todos tus conocimientos pero sobre todo por recordar tan bien toda tu infancia, lo mismo que nuestro amigo Felix. Memorias prodigiosas.¡Que sigais teniendo ese niño que llevais dentro! Saludos.
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