Las vacaciones, ese periodo de
descanso anual, tan esperado a lo largo del año, generalmente, van acompañadas
de los correspondientes desplazamientos
en automóvil, recorriendo la geografía hispana, y, con bastante
frecuencia, de largos y, a veces pesados viajes con la correspondiente fatiga que conlleva
tantas horas al volante de nuestro coche; así como el riesgo que supone la
escasez del necesario descanso; y, como consecuencia, la aparición solapada y
silenciosa de la somnolencia o microsueño; esa involuntaria pequeña cabezada de
no más de un par de segundos que da nuestro cerebro, como consecuencia de haber
sido sometido a una fatiga extrema y origen de la última razón del accidente.
En todo momento, el conductor
debe ser consciente de que, estos episodios conducen a la pérdida momentánea de
la consciencia, y que los afectados, normalmente, no se percatan de ello, hasta
que han ocurrido y ya no tiene remedio.
Los síntomas delatores que se dan
con más frecuencia, antes de que esto suceda, suelen aparecer aproximadamente, en
el correr de la media hora más o menos, anterior a la aparición de los mismos y
nos ponen sobre aviso, e inmediatamente, tan pronto nos percatamos de ellos, deberemos dejar
de conducir, si no queremos perder en breve el dominio de la máquina.
Esa sucesión de alertas, nos las
ofrecen: el picor en los ojos, reflejos más lentos, pesadez en los brazos,
incapacidad de mantener la postura cómoda que adaptamos normalmente
conduciendo, parpadeo frecuente; suelen ser la radiografía, más o menos próxima
a la realidad previa a la pérdida del control del vehículo, motivada por la
presencia de la somnolencia antes citada, que aparece solapadamente y cuyas
consecuencias, son imprevisibles, pero, siempre negativas.
Éste, es un episodio que más de
un conductor ha experimentado y, desafortunadamente, no se aprende de él, la
necesaria lección, para proceder con más sensatez en futuras ocasiones, por
confiar en el “yo domino bien la situación”.
Craso error.
El sueño, en invencible y uno de
los mayores enemigos del conductor. Sin embargo, no parece preocupar demasiado
a los conductores, que, como es costumbre en nuestro país, se duerme menos
horas que en los países de nuestro entorno más cercano. Sin preocuparnos mucho
de que conducir, requiere constantemente, toda la atención del conductor y el
mayor descanso posible en todo momento; pues, el coche no se detiene con el
pensamiento; necesita un tiempo y recorrer un espacio antes de su total
detención, espacio éste, en el que el conductor, después de reaccionar, no
puede hacer absolutamente nada, por muy buena voluntad que ponga en el empeño.
La somnolencia (ese estado entre
la vigilia y el sueño), está detrás de múltiples accidentes ocurridos en nuestras
carretas y autopistas; si bien, no es fácil contabilizarlos, dadas las
circunstancias en las que se producen; toda vez que, generalmente, los
conductores afectados no confiesan su apariencia de sueño o falta de descanso,
por temor a ser sancionados. Y, sin embargo, son la consecuencia de muchas de
las salidas de la vía y choques por alcance, que se podrían haber evitado
fácilmente, parando un corto espacio de tiempo en el lugar apropiado para ello,
mientras se da una cabezadita corta, y, problema resuelto; evitando de esa
manera tan sencilla las muertes y lesiones graves y muy graves que se originan
con estos descuidos.
Generalmente, en la mayoría de
los casos de emergencia que se le presentan en la conducción, al percatarse de
ello, el conductor tiene la opción de reaccionar, bien frenando de emergencia, girando el volante para buscar la salida evasiva, etc., pero, en los casos de
somnolencia o presencia más o menos aguda del sueño, no puede hacer nada, ya
que no se entera de lo ocurrido, hasta que no tiene ante sí, el panorama que él
mismo ha originado involuntariamente; y, cuando se da cuenta de lo ocurrido, ya
es tarde y solo le queda asumir las consecuencias cargando con la correspondiente
responsabilidad derivada del hecho, y aprenderse bien la lección recibida de la
experiencia vivida.
La comodidad, confortabilidad,
automatismos y abundantes prestaciones que nos ofrecen los coches actuales, ayudan
y contribuyen en parte a que el conductor, involuntariamente, se relaje al volante de su coche más de lo prudencial, pues, al
encontrase descansando cómodamente en un confortable asiento y un habitáculo
provisto de todas las comodidades posibles, de que disponen los vehículos
nuevos, se relaja, baja la guardia y se confía más de lo que debiera, lo cual,
a medida que va transcurriendo el tiempo sin hacer ningún tipo de ejercicio
físico ni movimiento alguno, va poco a poco entrando en el período de
somnolencia anteriormente citado.
Dice el viejo refrán, que, no por
mucho madrugar amanece más temprano. ¡Qué cierto es!
Podríamos aplicar este aforismo
popular a la conducción, y tener en cuenta que, si bien, conducir de madrugada
es un buen ejercicio de sensatez para evitar los atascos (sin olvidar que el
Sol de madrugada está muy bajo y deslumbra), no lo es menos tener muy presente
que mucho tiempo seguido al volante, es mucho más peligroso que cualquier
atasco, por muy ingrato que este nos pueda resultar, que lo es; por ello, está
prohibido.
Tratar de evitar los atascos en
las horas punta, madrugando un poco más que el resto de los conductores, no
quiere decir que haya que conducir ininterrumpidamente.
El tiempo máximo de conducción,
no debe exceder en ningún caso las dos horas o doscientos kilómetros seguidos,
aunque a uno le parezca que resiste y está pletórico de fuerzas y dispone de la
suficiente energía para seguir conduciendo en condiciones de seguridad y sin
peligro.
El cansancio no se aprecia, pero
está ahí, es invisible y su presencia nos acompaña sin que nos demos cuenta de
ella. Nos guste o no, está ahí, ojo avizor, esperando el momento del ataque.
Seamos prudentes. La prudencia es
la madre de la ciencia.
Para conducir, hace falta mucha
paciencia, tolerancia, comprensión y empatía, de lo contrario, lo mejor es
quedarse en casa.
Quisiera recordar desde estas
líneas, que, el sueño (que, es una actividad a la que los humanos deberíamos
dedicarle una tercera parte de nuestras vidas), es imprescindible para nuestro
organismo, y que, no hacerlo conlleva unas consecuencias que, antes o después
nos pasan factura, muy especialmente, como conductores y de forma especial, en
los viajes largos o muy largos, en los que la mayoría, apuramos un poco más de
lo debido el tiempo al volante de nuestro coche, por el ansia de llegar cuanto
antes.
Téngase en cuenta, que si no
respetamos lo suficiente el descanso mínimo necesario, o descansamos poco,
nuestros reflejos disminuyen, el tiempo de reacción aumenta ante cualquier
imprevisto que se nos presente, porque altera las funciones sensoriales,
motoras y de percepción, ralentizando la toma de decisiones acertadas y
aumentando el número de errores.
A este es el final, nos puede llevar la
presencia del sueño y quedarnos dormidos sin enterarnos.
Evitémoslo, descansando lo
suficiente para estar en forma ante el volante y durmiendo entre siete-nueve
horas al día, si bien, también depende de cada organismo.
Si bajamos de ese umbral, y
restamos una o dos horas por día, tendremos una deuda de sueño que se nos
volverá crónica y nos pasará la correspondiente factura, precisamente, cuando
vayamos tranquilamente al volante, esperando el final del viaje que nos conduce
al destino elegido para disfrutar de nuestras merecidas vacaciones.
Atención, también, las personas que
tomen varios medicamentos.
Deben consultar previamente con su médico si le
afecta a la conducción o genera somnolencia o relax al volante.
El riesgo de dormirse es mayor en
esas situaciones y, no hay que correr ningún riesgo innecesario al volante.
No hay que olvidarse de que, lo
mejor de las vacaciones es el regreso a casa sanos y salvos después de
disfrutarlas.
La decisión solamente corresponde
a cada conductor.
Buen verano. Buen viaje. Buenas
vacaciones, mucha suerte y prudencia al volante.