La moda, esa forma de vestir y
entender la vida los humanos, poniéndonos encima del cuerpo todos los trapitos
y complementos que le interesa colocar al “mercado de la codicia” a base de
introducir las técnicas de la Mercadotecnia o Mercadología (más conocido por la
palabra inglesa Marketing), y, siempre ha recibido el nombre de “Moda” (que,
por cierto, es lo que más pronto se pasa de moda), para dar paso seguidamente a
otro producto que, a pasos agigantados, colocado en el “moderno mercado”, aportará
con brevedad unos sustanciosos beneficios económicos a su autor; que, en otros
tiempos, y dado que el periodo de
duración de la moda, era bastante más prolongado que en la actualidad, no se
pasaba de moda con tanta rapidez y, como consecuencia, los beneficios no eran
los mismos que en la actualidad.
(Antiguo artesano estructurando unas abarcas)
Un vivo ejemplo de esa realidad,
son las abarcas, que en el pasado usaban los campesinos y, generalmente, gentes
de los pueblos y tenían una prolongada duración en el tiempo, sin que nadie
afeara a quien las llevaba puestas, que fueran del modelo del año anterior o de
hace más de cinco años; cosa que ahora, parecería un disparate, sobre todo
entre la juventud. Sin embargo, las abarcas no “desaparecieron” del mercado porque
se pasaran de moda, sino porque, pusieron
de moda otro tipo de abarcas otro tipo de personas con otro tipo de visión de
la moda que, simplemente, la veían de forma diferente, e idearon unas abarcas
que (los de ahora), las llaman modernas e ideales para la complacencia de otro tipo de gente
que así misma se denomina moderna.
Es así de sencillo; pero, a la
abarca, no se la llevó por delante la moda, que, a pesar de lo que algunas
veces incomoda, la gente se acomoda a ella sin rechistar.
Es bien conocida la utilización
de las abarcas por los labriegos, pastores, etc., en los pueblos hasta bien
entrado el segundo tercio del siglo pasado, así como, su aprovechamiento hasta
su desgaste total, como se muestra en la fotografía superior, que, en algunos casos, incluso cuando las abarcas ya estaban
descuajaringadas, las cosían, ataban, remendaban o, reparaban “artesanalmente”
para que fueran tirando una temporadita más, pues la calidad del material (que se puede apreciar en las fotografías bajadas de Internet) del
que estaban hechas, lo permitía, a pesar de que, generalmente, era material
residual procedente de neumáticos usados y encauzado con destino al mundo
rural, y pensados para el arduo trabajo diario en condiciones muy duras; si
bien, no eran tampoco el calzado más adecuado en días de lluvia o mucho frío, a
pesar de los gruesos calcetines de lana, hechos a mano por algún ser querido
que, generalmente, acompañaban al que las portaba.
En la vida de nuestros
antepasados, y en esas fértiles extensas llanuras y abruptas tierras
labriego-ganaderas castellanas (o, castellano-leonesas) de las que procede el autor
del tema que nos ocupa, la abarca fue fiel e inseparable compañera de la casi
totalidad de los hombres que faenaban en los vastos campos de nuestra
entrañable tierra, bien labrándolos y recogiendo la merecida cosecha, bien
pastoreando el ganado; pero, en todos ellos, la abarca siguió sus pasos, hasta
que ya no quedara prácticamente nada de su estructura original. Y, cuando ya no
había forma humana de poderlas recomponer a base de grapas de alambre o guita,
lo que quedaba de lo que antes eran unas abarcas, se aprovechaba para otros
menesteres; porque, en el campo y en los pueblos se aprovechaba todo.
¡Qué
tiempos…!
Las abarcas, como el calor del
hogar de entonces y las largas charlas junto al fuego de la chimenea, o, el del
entorno de la mesa-camilla al reverbero del calor del brasero, así como la colaboración vecinal,
ayuda y demás atenciones que se tenía entre gentes allegadas, bien por vínculos
familiares, bien por proximidad entre allegados o vecinos, se está esfumando y
dando paso a otro tipo de sociedad, casi descafeinada y más desapegada e
interesada, en la que, cada uno va a lo suyo, desentendiéndose de lo ajeno, sin
la consideración que en los tiempos del uso de las abarcas se tenía con las
personas del entorno entre compueblanos, más o menos cercanos, aunque no fuesen
familiares.
Igual que ahora, vaya.
Confiemos en que esos valores no
se encarrilen hacia los museos, donde, como las abarcas, solo quedará el
recuerdo de su paso por este maravilloso Planeta azul, que, con tanta gratitud
nos ha acogido sin pedirnos nada a cambio, y, sin embargo, tan poca
consideración tenemos los humanos con él que merced a nuestra ingratitud y codicia lo estamos esquilmando.
Hoy, hasta las abarcas se han
estilizado y distanciado del pasado, para darle una nueva forma a la moda del
calzado más o menos moderno, para poder obtener por ellas nuevos y elevados
beneficios, como el ejemplo de la foto inferior que acompaña estas líneas, en la que la
imagen de las abarcas Menorquinas que podemos apreciar, se consiguen en
Internet por 60€, más o menos.
¿Cuántas abarcas
de las de aquél entonces, se podrían haber comprado por ese precio; y,
cuánto hubieran durado?
Igual que las de ahora que son
para una temporada de verano escasa.
Desde estas líneas, y, mediante
la Web zarceña que tan buen servicio y colaboración presta a nuestro pueblo,
gracias a su incansable fundador-director, quisiera aprovechar para rendir mi
particular homenaje a ese peculiar y familiar calzado, que fue tan original como
útil para la sociedad rural de entonces a la que estuvo destinado y tantas
prestaciones aportó a nuestros antepasados como buen servició les ofreció
mientras “estuvo de moda”
3 comentarios:
Amigo Luis. Muy bien traída esta remembranza de "Doña Albarca". Los que vivimos aquella época la recordamos en todas sus vertientes: nueva oliendo a neumático, desgastada y maltrecha, o remendada, con la hebilla aguantando tirones, en caminos pedregosos, entre los surcos arados o en reposo el día de San Lorenzo, su único día de descanso. Por todo su sacrificio y lo que representó en aquella época de estrecheces, bien merece un lugar privilegiado en un museo, como artífice de un pasado, tan lejano como presente para los que la recordamos.
Un abrazo.
Félix
Buen reportaje-recuerdo a un calzado de una época pasada tal útil como necesario. Como apunta Félix, si algún día llegamos a tener un museo de utensilios, aperos, etc., que nadie se deshaga de unas posibles abarcas o albarcas que se pueda encontrar en algún desván, cuadra o donde sea. ¿Quedarán todavía algunas por el pueblo?... El que se tope con algunas que las guarde para alimentar el museo y de paso que se va cómo eran aquellas albarcas zarceñas.
-Manolo-
Está muy bien apostillada esa crítica a lo superficial y prosaico de la industria de la moda.
Totalmente de acuerdo con Manolo que este tipo de calzado se merece estar en el museo. Nada expresa de manera más clara y contundente lo práctico vacío de innecesario adorno que puede llagar a ser un calzado.
Tampoco me pasa desapercibido el tiempo y la energía que le debes haber dedicado no sólo a redactar, sinó también a buscar la información necesaria para ello.
Cesar E.
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