La carencia de confianza en la gestión de Estado, la
tolerancia de corruptos en casi todos los partidos políticos, junto a la
escasez de crédito que se han ganado a pulso nuestros representantes
electos, además de la madurez del
ciudadano, han hecho que no sea solamente la aguda crisis que nos afecta desde 2.008,
la que nos está dejando una huella indeleble de marginación, hambre, desolación
y desánimo en una importante parte de la ciudadanía que no ve con nitidez el
fin de esta lacra que le atenaza como siempre a la parte más débil de nuestra
sociedad contemporánea.
El ciudadano normal y corriente ha podido comprobar con
desánimo que, como consecuencia de la maldita crisis y la ineptitud de una
buena parte de sus dirigentes, ha aumentado desmesuradamente la pobreza, ya no
sólo entre los menos agraciados por la diosa fortuna que estaban acostumbrados
a pasar penurias, sino entre una acomodada clase media que por desgracia, para
poder subsistir se ha visto abocada en gran medida a la miseria y,
desgraciadamente, en más de un caso a la mendicidad en una considerable parte
de ese sector.
Es cierto que no ha sido nuestro país quien originó la
dichosa crisis, pero sí que es uno de los más lentos en salir de ella, y no
solamente porque nos haya afectado la burbuja inmobiliaria que debieron prever
y corregir a tiempo los dirigentes de turno, que, como los que le siguieron, se
quedaron pasmados, sino porque, tenemos, hemos tenido (y, espero que ya no
ocurra más), unos dirigentes (por citarlos de alguna manera) incapaces de ver
más allá de sus propias narices, enrocados en el cómodo bipartidismo y
escudándose en la mentira y la hipocresía, forjando una plataforma desde la
cual lanzar a los cuatro vientos los intereses de sus correspondientes partidos
políticos y sembrando la corrupción a diestra y siniestra.
Este comportamiento atípico quiebra la confianza de los
ciudadanos, siembra la duda y genera una distancia abismal entre ambos, ya que,
una media verdad, generalmente, es una mentira más o menos camuflada.
Es sabido que el 1% de ricos tendrá más riqueza que el resto
de la humanidad en 2.016, y que hay menos de mil personas en el mundo en cuyas
manos está el control y el poder del dinero que tiene toda la humanidad junta y
eso no es justo -por decirlo de una manera suave y sin polemizar ni entrar en
calificativos-; sin embargo, la solución a este desaguisado, está en las manos
de aquellos/llas que miran hacia otro lado cuando les conviene. Pero, algo
habrá que hacer para poner fin a tan ingrata situación, si no queremos vernos
avocados a un callejón sin salida; pues, mal de muchos consuelo de tontos, y,
esa no es la solución.
Estamos en nuestro país ante una maratoniana cita con las
urnas. El 2.015, es un año electoral en el que, desde la caída de la dictadura
franquista, nunca ningún otro había despertado tanto interés general ni más
incertidumbre conocidos, ante la proximidad de una serie de comicios como la
que nos espera a lo largo del recién estrenado año. La irrupción de nuevas opciones
políticas que vienen dando caña, las negativas secuelas que está dejando la
crisis, la toma de conciencia de los ciudadanos hartos de aguantar y aguantar
mentiras y falsedades, y la necesidad de que haya un cambio en el rumbo seguido
hasta ahora, hacen que la expectación sea grande y la esperanza aún mayor por
ver si los nuevos dirigentes salidos de las urnas son capaces de encarrilar con
buen tino la situación para salir del embrollo en el que nos han metido
nuestros dirigentes y legislar de una vez por todas, para que el sufrido
ciudadano deje ya de estresarse y pasar tantas penurias.
Si los parlamentos están hechos para hacer y cambiar las
leyes; ¿por qué los nuevos legisladores no van a poder cambiarlas tantas
cuantas veces sean necesarias para que,
hasta la Constitución (la sacrosanta Constitución), que es la ley de leyes se
adecúe a las circunstancias que rodean la convivencia ciudadana? ¿Cuál es el
problema?
Deberíamos aprovechar con la debida mesura el andamio de la
política para, desde ese escenario, efectuar tantos cambios como sean precisos
para adecuar todas las leyes, “todas” a la actualidad de nuestra sociedad, que
sigue como de costumbre muy por delante de las leyes y de la agudeza visual de
futuro de nuestros dirigentes, que nos están demostrando que no pasan de ser
unos mediocres políticos de invernadero (no todos) que han permanecido en
estado de letargo sin conseguir desprenderse del crónico inmovilismo que les
encadena.
Es bien conocido que en nuestro país hay una selectiva
oligarquía protegida por el escudo del bipartidismo -cuyo incierto futuro está
en tanganillas-, que, directa o indirectamente ha venido controlando la vida
política del país en las últimas décadas a través de los medios de comunicación
públicos y privados, que estos medios no siempre han estado suficientemente
bien reglados y controlados, desde los que se ensalza a los amigos y degrada al
contrincante con los métodos más ruines
e implantando un sistema de clientelismo favorable solamente al
amiguismo y a sus interese personales y partidistas; que dadas las
circunstancias, del fin del reinado están notando ya el aliento en sus cogotes,
como consecuencia de otras fuerzas emergentes que los están desplazando y,
probablemente, enviándolos camino del
ostracismo, y eso no lo pueden tolerar (el poder es suyo). Para impedirlo,
emplean a tal fin tantos cuantos recursos sean necesarios sin importarle mucho
o nada los medios ni los más ruines
métodos habidos y por haber, empleando la calumnia y la mentira, a sabiendas de
que eso daña la imagen del contrincante de forma irreversible, pero, en la
esperanza de que cuando haya pasado la tempestad llegará de nuevo la calma. ¡Qué
ilusos…! El ciudadano de a pie ha despertado y no es un mero objeto impasible y
no pensante que a todo dice amén. El ciudadano actual español se ha quitado la
venda de los ojos y está hasta la coronilla de soportar tanta mentira y
falsedad por parte de un considerable número
de políticos y gobernantes que, a lo largo de los años de democracia, se ha
ido alejando abismalmente del pueblo que los eligió y del ciudadano corriente
al que se supone que representa, para encastillarse en una burbuja de poder que
no le corresponde y perdiendo definitivamente la confianza que el pueblo al que
sirve y pertenece había depositado en sus legítimos representantes.
El año que iniciamos será un año electoral y electrizante en
cuanto a la lucha por acusar más y más bestialmente al contrincante, al que, en
la mayoría de los casos consideran enemigo porque estiman que viene a
usurparles lo suyo, a invadir su cortijo, a meterse en su propia casa sin más
ni más; ¿eso es lo que piensan la mayoría de aspirantes a representantes del
pueblo español? Si es así, malamente vamos. Dadas las circunstancias, mucho
tendrán que cambiar las cosas para que el ciudadano siga votando a los mismos
en las mismas condiciones que lo ha hecho hasta ahora, ofreciendo más de lo
mismo, pero de peor calidad.
A los que han corrompido la política y ahora quieren
convertirse en patriotas salvadores, porque otras opciones han irrumpido en la
arena del ruedo, dispuestos a dar el pase de pecho a cualquier morlaco que se
le ponga por delante. A los que, teniendo en sus manos las soluciones a los
problemas que plantea el devenir de la vida ciudadana y han mirado al otro lado
para mantenerse en la poltrona conservando sus privilegios, y ahora, vestidos
con la piel del cordero pretenden
convencernos de sus bondades y su bien hacer. ¿Hacer, qué, lo de
siempre? Pues, vamos bien por ese camino. A todos ellos: ¿qué esperan?
Cuando verdaderamente le ven las orejas al lobo y los
colmillos se le van acercando a la yugular, es cuando toman conciencia de lo
que se les avecina, y, de forma rápida y chapucera quieren ponerle parches uno
encima del otro a la cámara que ellos mismos reventaron a golpe de descrédito.
¿Lo lograrán con ese sistema?
La gente necesita respuestas a las cuestiones que le
preocupan y sus representantes están en la obligación de dárselas, porque, para
eso han sido elegidos. Esto, les guste o no, es como las lentejas, o las comes
o las dejas. Así de sencillo.
Hoy, los ciudadanos españoles, se sienten libres y no
aborregados sumisos temerosos de ser represaliados. Eso ya pasó a la historia.
Ahora están cambiando las reglas del juego político. Los ciudadanos ya no se
conforman con la resignación, quieren participar, no solo en las elecciones
cada cuatro años, quieren opinar cuando consideran que algo no va bien o no se
cumple lo prometido en el programa electoral y quieren participar con el mismo
derecho que le asiste cuando se le pide el voto. Quieren, en definitiva, que su
opinión se tenga en cuenta por aquellos que eligió para cumplir la misión encomendada con su
representación y no la cumplen.
¿Qué nos deparará el año electoral 2.015, a lo largo de su trayectoria?
2 comentarios:
Yo no sé si como tú dices “el futuro incierto de algunos políticos está en tanganillas”. Lo que es seguro es que se avecinan cambios. Una masa ingente de personas unidas por el desencanto, la desconfianza y el desánimo.
Nos venden que hemos salido de la crisis cuando hay consenso que el mayor problema que tiene este país, el paro, seguirá instalado en durante años con tasas mayores del 20%.
Dejamos de invertir en el futuro cuando cortamos el grifo de la investigación y el desarrollo, la cultura, la educación y la salud pública.
Mientras emigran doctores, físicas, enfermeros, ingenieras nosotros vamos mirando Gran Hermano y así le pagamos sueldos indecentes a inútiles que no nos aportan más que una dosis masiva de caciquismo, incultura y alguna otra cosa que me revuelve el estómago.
Otra clase de pan y circo también aposentado en nuestra sociedad en forma de fútbol.
Impuestos más bajos para los jugadores y así hacemos más atractivo que vengan a nuestro país.
Mientras tanto la casi totalidad de los equipos de primera están endeudados con hacienda.
¿Qué pasaría si cualquiera de nosotros debiera una ínfima parte de lo que deben los clubes de fútbol?
Ahí os dejo mi reflexión. Disculpad el tono " in crescendo". Me ha pillado un poco encendido.
Cesar Esteban
Si el futuro incierto (en tanganillas) de algunos políticos, fuera el de los que han “maldirigido” el país todos estos años y fueran los que cayeran, no estaría mal. No es culpa de muchos otros de abajo, alcaldes, concejales de pueblecitos que no solo no se han llevado un euro, al contrario pues muchos, me consta, lo han puesto de sus bolsillos.
De acuerdo en casi todo lo que dices, Luis. Y totalmente en sintonía con el comentario de César.
Pero… ¿De qué nos serviría una nueva Constitución si luego no se respeta ni se cumple?
Si se hubiera cumplido y respetado la vigente no hubiéramos llegado a la situación actual. Este es un país mal formado (no malformado), mal educado (no maleducado, que también). Es tajante el refrán: “Las palabras mueven, los ejemplos arrastran”. Y aquí hemos tenido y tenemos malos ejemplos todos los días y en cantidad. César no nos dejes muchas reflexiones que nos traspasas tus náuseas, pues no es para menos.
Sí, un año 2015 lleno de urnas… Si es para bien…
Como pregonero que ya fuiste de S. Lorenzo 2014 , poco te costaría formar parte y ser candidato al equipo de gobierno de la Zarza. Hoy con las teleconferencias, sería fácil asistir a los plenos, anímate. No sé si la ley permitiría esos adelantos.
-Manolo-
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