27 noviembre 2013

EL TRILLO Y LA TRILLA



EL TRILLO.
En mi penúltima entrada en esta web, intenté traer a colación la histórica figura del carro de labranza (y el acarreo), que fue fiel compañero de fatigas de nuestros antepasados agricultores de los que, como otros muchos aperos destinados a esa actividad tengo en gran estima a pesar de no haber sido agricultor propiamente dicho ni haberme dedicado a esos menesteres nada  más que esporádicamente con carácter circunstancial.
Hoy, con esta entrada quisiera homenajear con mi modesta opinión a otra de las actividades agrícolas más destacadas en las faenas del campo que ha quedado en el olvido porque las tecnologías actuales la han desplazado al ostracismo, como es el caso de “la trilla”, y, a su vez, a otro de los aperos que ha sido muy importante para esa actividad y han pasado a mejor vida habiendo sido fundamentales en la agricultura para que los humanos pudiésemos comer el pan nuestro de cada día. Me refiero “al trillo”  como el que se aprecia en la fotografía de al lado en la parte inferior derecha.

El trillo -trilla para algunos- que, tan buen servicio le ha prestado durante tantos años al agricultor, es uno más de los aperos cuya encomiable utilidad le fue al campesino de una considerable ayuda para el desarrollo de su actividad hasta hace unos cuantos días, y, sin embargo, está pasando a la historia más de prisa de lo que desde mi punto de vista se merece.
Una prueba de ello. nos la muestra la fotografía que podemos apreciar al pie de estas líneas en la que denota el final que le espera a una buena parte de estos artilugios que, como otros muchos se están convirtiendo en lo que el viento se llevó." 
Los trillos están desapareciendo de la circulación a velocidad supersónica, a pesar de no haber circulado nunca a más de cuatro kilómetros/hora. Parece como si se los hubiese tragado la tierra o se hubiesen escondido como las lagartijas; han pasado de su uso cotidiano a morar en los museos, o en las casas de coleccionistas y de algunos especuladores con la finalidad de obtener lucro; y los menos, se están degenerando a la intemperie en los más recónditos lugares de algunos pueblos semi abandonados.
Afortunadamente, también hay muchas personas interesadas en su conservación dándole un uso distinto, utilizándolos como mesas u otros adornos más o menos decorativos, que permiten su cuidado y conservación; y, dicho sea de paso, admirar su gallarda estampa como joya del pasado que, en el presente, no sé si lo valoramos en su justa dimensión. Una muestra de ello, son las fotografías que se adjuntan por encima y debajo de estas líneas.


Para su grato recuerdo entre los zarceños, estaría bien que un ejemplar ocupase un destacado lugar en el futuro museo etnográfico -o etnológico- de La Zarza que, con gran acierto promueve Juan (sin mucha colaboración que digamos), para poderlo contemplar, (como el que se muestra en la fotografía superior de la derecha, perteneciente al museo de Lanzarote), y albergarlo definitivamente ya recuperado y restaurado para que las futuras generaciones tengan la oportunidad de admirar en su propia casa, las herramientas agrícolas que sus antepasados utilizaban para las faenas de la recolección de las mieses, como es el caso del trillo que permitía separar el grano de la paja, es decir, la trilla en la cosecha de los cereales cosecha de los cereales, por un procedimiento sencillo y rudimentario que ha durado varios siglos hasta la aparición de las cosechadoras y todavía se utiliza en algunas partes del planeta, (tal y como se muestra en la fotografía superior de la derecha, encima de estas líneas) que no han sido modernizadas en las labores agrícolas, pero que su final no está muy lejano en el tiempo, dejando sin trabajo a los sufridos colocadores de lascas y cuchillas que, como la mujer que aparece en la fotografía de la izquierda, se le ve animada y satisfecha con la labor que realiza y, que como tantas otras, pasarán a la historia muy pronto si no ocurre uno de esos escasos milagros que tantos y tantos esperan que se realicen.


El trillo -para los no iniciados-, es una especie de pequeña plataforma, compuesta por unos tablones ensamblados unos con otros formando un tablero ancho y grueso curvado hacia arriba en la parte delantera frontal, parecido a un trineo en el que la parte inferior se alojan unas “esquirlas” cortantes de piedra -conocidas por lascas o dentales-  y, en los más modernos, incrustados en toda su longitud, van provisto además, de unas sierras  o cuchillas muy afiladas para cortar la paja, como puede verse en la parte inferior del trillo que vemos en la fotografía de la derecha.
En la parte superior del cuarto delantero, se aloja un gancho, pivote, argolla o similar de tracción, como se aprecia en la foto adjunta de la parte inferior, para atar la cuerda o enganchar el tiro que arrastra el trillo, (también servía el trillo en la posición que se aprecia, en la fotografía para dormir en la era la siesta a la sombra, desenganchado de la yunta) a la que, por lo común se enganchaba uno o dos animales guiados por un trillique que, generalmente iba sentado cómodamente (como el de la fotografía inferior de la derecha), unas veces encima del trillo directamente, encima de un saco lleno de paja o mies y otras  en un rústico tajo de madera y conducía el “vehículo” o apero agrícola dando vueltas sobre  la parva, previamente extendida  la mies en  la era en forma  circular, algo así como una oblea un poco grade.
Cuando el “conductor-trillique” era un niño -algo muy frecuente en aquella época-, se le añadía lastre al trillo para aumentar el peso y que hubiese suficiente presión sobre la mies que permitiera ser cortada, empleando para este menester piedras repartidas encima del trillo; si bien, ésta operación también se hacía en algunas ocasiones al comienzo de la trilla cuando el trillador era un adulto y se quería aumentar la presión
sobre la paja y las espigas debido al grosor inicial de la parva; y, en algunas ocasiones, cuando la escasez de personal para esa labor requería que la persona que debería ir encima del trillo se dedicara a atender la evolución de la parva y, como muestra la fotografía del trillo arrastrado por dos mulos, (que se adjunta a la derecha en la parte inferior) se lastraba normalmente con piedras.
El trillo era arrastrado tradicionalmente por una yunta de mulas o de bueyes sobre las mieses depositadas en la era cuyo peso al moverse en forma circular -ya citada- sobre las cosechas, las cuchillas o
lascas, cortaban la paja y las espigas separando el grano que iba quedando depositado en el fondo de la parva debajo de la paja -entre el suelo y el trillo- sin dañar la semilla y que pudiera permanecer íntegra  sin degenerarse antes de ensacarla,

para posteriormente, amontonar la parva ya trillada y disponerla para la limpia por el clásico sistema de aventar ambos para separar la paja del grano.
Casi al final de su periodo laboral y antes de su jubilación, el trillo fue arrastrado por  pequeños tractores que, hasta que fueron sustituidos ambos por las cosechadoras de entonces que nos parecían muy modernas, allá por los años 50-60 del pasado siglo, aligeraron la labor de la trilla; como la que se muestra en la fotografía inferior Para esa operación, no se necesitaba trillique, por lo que el peso del mismo, se suplió por piedras o sacos de arena o cereales.



LA TRILLA.
Los segadores, al cortar la mies en los campos iban haciendo manojos, haces o gavillas -como se le quiera llamar-, que posteriormente eran acarreados a la era, unas veces en el carro del propio agricultor, otras, cuando se trataba de grandes cantidades como muestra la fotografía de la derecha, mediante una recua que permitía realizar la labor en menos tiempo como es obvio





A veces, al principio de la trilla se daba una tanda de vueltas con un trillo distinto, provisto de unas ruedas o una serie de rodillos con cuchillas metálicas transversales al trillo, con la finalidad de cortar y separar la paja larga del cereal (el bálago) de las granzas, o sea, el grano sin descascarillar aún y la paja cortada, parecido al que se muestra en la fotografía de la izquierda debajo de estas líneas.
para esa operación se añadía peso al trillo para ejercer mayor presión sobre la mies y facilitar el corte de la misma.


Una vez hecha esta operación, se volvía la parva (se le daba la vuelta) y se sacaba -separaba- el bálago que, generalmente se situaba fuera de la parva junto a los bordes de la misma. (Las cuatro fotografías de la parte inferior nos lo muestran con claridad meridiana, aunque no sean de muy buena calidad dado el tiempo transcurrido desde su toma) Luego, se dejaba reposar y secar la parva aprovechando la hora de la comida del mediodía, para iniciar la operación final con el trillo de pedernal; faena que  que terminaba, después de barrer las eras (con las fuertes y rústicas escobas hechas  de tomillo o escobas rubias) y recoger hasta el último grano del cereal cosechado con tanto esfuerzo y meterlo dentro de los costales para ser conducido  a los graneros o paneras y estar a buen recaudo.


Estos labriegos realizan la faena de barrer y amontonar la parva dispuesta para la limpia,mediante la utilización de los conocidos aperos: utilizados en la recolección, como es el rastro o rastrillo de madera, los


 bieldos, palas de madera, tornaderas, etc., e iniciar a continuación la limpia, cuando las circunstancias

meteorológicas lo permitieran; teniendo siempre en cuenta, que el viento, era el factor fundamental para
concluir con éxito la operación de la trilla, o sea, la limpia; por esa razón, siempre se orientaba de forma que el viento entrara por un lateral  para facilitar la separación de la paja del grano, que iba quedando amontonado y dispuesto para la limpia.

La limpia suponía siempre un momento crítico, pues si no hacía el viento suficiente y con la fuerza necesaria para hacer la operación, no se podía aventar y, como consecuencia, no se podía separar el grano de la paja para poder llevarlo a los graneros o paneras, con lo cual, la extorsión que generaba era cuantiosa y suponía una considerable pérdida de tiempo además de un riesgo en caso de lluvia como consecuencia de alguna tormenta que, de cuando en cuando se producía, para mal de los agricultores.
La operación de la limpia, era un trabajo duro y bastante ingrato, por lo molesto que resultaba el cambio de viento que obligaba a variar la orientación de la parva con rapidez para pode terminar la faena, y las calamidades que pasaban los limpiadores a los que el “Tamo” , ese fino polvo que generaba la separación del grano de la paja debido a la acción del viento, se metía por todo el cuerpo y era necesario cubrir la cabeza y el cuello, para evitar el picor producido por el efecto del mismo. Ocurría algo parecido a cuando se encalcaba la paja en el carro, que se te metía el dichoso polvillo por todas partes y te dejaba hecho un cristo, como decíamos entonces; o sea, un Hecce homo como se dice ahora, por estar muy de moda esta expresión debido a un cuadro hecho famoso a velocidad vertiginosa como consecuencia de una “reforma” realizada por una humilde anciana pintora casi anónima.
Afortunadamente, esos “pesares” que se pasaban en la cosecha quedaron fuera de juego con la llegada de las modernas cosechadoras actuales que en un santiamén lo recogen todo sin el más mínimo esfuerzo, permitiendo así el alivio del campesino y eliminando el sufrimiento que requería la faena de segar, acarrear, trillar, limpiar, barrer las eras, ensacar, etc., abaratando el coste y ofreciendo una mayor y mejor calidad de vida a los agricultores.




5 comentarios:

Manuel dijo...

Interesantes estas entradas que unos y otros nos regalais para que no nos olvidemos de nuestro pasado y volvamos a sentirnos niños subidos en el trillo.
Muy curiosas y bonitas las fotos que acompañas.

Recomiendo sobre este mismo tema, lo escrito en nuestra página, apartado: Nuestro mundo > La recolección, de José Manuel y desde ahí, enlaces a entradas de Félix en su blog, también sobre estos temas.
-Manolo-

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo con Manuel, buen trabajo de documentación.
Yo he visto como algunos agricultores en el surd de la India ponían los tallos enteros de trigo en la carretera para que los coches lo trillaran con los neumáticos.

Un abrazo,

Cesar

Anónimo dijo...

A pesar de ser algo más joven que tú, no tanto,también viví esas experiencias de la trilla. Recuerdo que en la era nos agarrábamos a la tabla que cruzaba la trilla en su parte trasera. Nos arrastraba formando una montonera debajo de nuestro cuerpo hasta que algún mayor se percataba y te reñía. También construíamos diminutos túneles entre las encinas _ así lo llamábamos en Corporario a esas casas macizas donde se apilaba el cereal. Entre encina y encina los muchachos creábamos túneles por los que después penetrábamos soportando los arañazos de las cañas duras en los costados.Hoy todo eso son recuerdos que con tus entradas los traes de actualidad.
Cuando la parva ya estaba bastante trillada los mayores nos permitían dar unas vueltas con la obligación de vigilar si el animal levantaba el rabo para defecar. Entonces había que poner rápido el caldero para que los cagajones no cayeran en la parva. En aquel tiempo, "conducir" la trilla era un premio que se lograba después de acercarte al pilar para llenar de agua fresca el botijo. Trayecto que hacíamos descalzos en muchas ocasiones. Y los hacíamos tanto por las buenas como por las manas porque si no el escobajo silvestre podía aterrizar en tus piernas desnudas.
Para separar el grano de la paja se utilizaba el briendo, que era una especie de tornadera de madera, y también la brienda que era de mayor tamaño y que tenía unos tensores de cuerda. Este apero era el que se utilizaba para cargar de paja en el carro y también para lanzarla desde el suelo del corral hasta el pajar. El relato que nos has ofrecido es como todos los que haces, bien documentado y con unas fotografías de época que sospecho son de cosecha propia alguna o que has buscado en la red. En cualquier caso un buen trabajo a mi modestos entender. Un abrazo. Salva.

Anónimo dijo...

Excelente documental,texto y fotos,tan detallado que me parece que al leerlo estoy viendo las distintas etapas de la trilla y casi me llega la muña .En la Zarza por lo que veo era muy similar a Corporario,con la diferencia que en la Zarza utilizábamos más las vacas que las caballerías para trillar.Aun así podía verse un caballo tirando del trillo o dos burros.No faltaban escenas casi peligrosas, cuando a una vaca se le acercaba la mosca,como decíamos,aunque fuera en realidad un tábano con un aguijón del diablo y le pinchaba sobre el cuero rezumando sudor.La vaca daba un respingo y en su intento de huida arrastraba el trillo fuera de la parva,movilizando a toda la tropa de trilliques y personas adultas para neutralizarlas. Todo aquello nos divertía.La limpia era todo un arte.Se utilizaban varios utensilios que se han citado y al final para ir amontonando el grano en el muelo se utilizaba una pala de madera de una sola pieza,una auténtica obra de arte.Lo que dices Luis del Hecce Homo esa obra restaurada por una famosa aprendiz,el rostro restaurado a mi se me parece a Paquirrín ,muy logrado.Un abrazo.Félix

Anónimo dijo...

La trilla, que recuerdos..... pues yo me tiré muchas horas encima del trillo pasando mucho calor y aunque estaba sentada teníamos que ir pendientes de las vacas todo el tiempo, una vez que tenías que ponerle el orinal porque si dejabas que se cayera te daban una bronca y después había que retirarlo de las pajas, no nos podíamos dormir porque también le picaba la mosca y eso me daba mucho miedo porque echaban a correr. Y el calor era espantoso sobre todo si te tocaba a las horas del medio día y estabas deseando que te sustituyeran, las mujeres nos poníamos pañuelo en la cabeza, sombrero y hasta medias para no quemarnos, hoy día creo que eso no lo haríamos, ya que en la playa pasamos más calor y estamos casi desnudas, los tiempos han cambiado y mucho, pero está bien recordar tiempos pasados.
Saludos Cari.