Hace algunas semanas, ojeando una
serie de papeles desordenados, guardados
en una vieja carpeta hallada por casualidad, descolorida por el paso del
tiempo transcurrido, encontré (no sé bien como llamarlo) el poema-protesta que
acompaña el final de este escrito, de cuya existencia no me acordaba porque el
pasar de los años lo había alejado de mi memoria, y, si no hubiera sido porque
estaba escrito y firmado de mi puño y letra hubiese tenido grandes dudas de su
autoría; sin embargo, después de leerlo un par o tres de veces y estrujar mi
memoria, recordé que lo escribí con el título “el farol” en un momento en que
me encontraba un tanto airado y dando tropecientas vueltas en mi cabeza el tema que relato más adelante.
Me ocurrió en San Sebastián durante un largo paseo de
ida y vuelta caminando por el puerto, Paseo Nuevo-Paseo Salamanca, jardines de
Alderdieder y La Concha, para regresar al Antiguo; barrio donde vivía en mi
juventud donostiarra.
Afloró a mi mente el recuerdo del
evento en aquella tarde fresca, más bien fría de familiar Txirimiri (llovizna),
porque llegué a casa casi mojado y me puse a escribir con un poco de rabia lo
que me rondaba en la mente relacionado con lo que había presenciado en la tele
un par o tres de días antes en esa misma penúltima semana del año 1.959, cuando
Dwight W. Eisenhower, conocido también como IKE, general y político
norteamericano nacido en Denixon, Texas, el martes 14 de octubre de 1.890, que
fue el 34 presidente de Estados Unidos (1.953-1.961) y murió un viernes, 28 de marzo de 1.969 en el
hospital militar de Washintong, visitó nuestro país.
La razón de escribirlo fue porque sentí una especie de
indignación al presenciar en la televisión de la época (en blanco y negro) el
desfile triunfal en un coche descubierto en el que IKE, acompañado del entonces
Jefe del Estado español, general Francisco Franco, ambos repartían generosos y
cordiales saludos a los españoles que, en número superior al millón,
abarrotaban las calles madrileñas por donde discurría la comitiva y se
desgañitaban gritando sin descanso: Franco, Franco, Franco, mientras que
con escasa energía, un reducido número
de personas (supuse que eran norteamericanos) balbuceaban: Ike, Ike, Ike, en
voz baja, prácticamente inaudible, me pareció un espectáculo tan ridículo que
sentí tal vergüenza ajena que, un par o tres días después, mientras paseaba por
el citado recorrido y recordaba el evento, decidí que al llegar a casa
escribiría lo que, ni supe ni sé, si es un poema irónico-satírico, una protesta,
una reflexión, una indignación de rebelde adolescente, una estupidez, una
vergüenza ajena, una chorrada, una insensatez, un error, o un montón de cosas o
tonterías que denotasen inmadurez por mi parte que no supe explicarlas bien en
el momento del suceso y fueron para mi motivo de indignación y protesta, quizás
por la escasez de experiencia debida a mi corta edad (19 años y cuarto); y que hoy,
en la actualidad tan alejada en el tiempo, sí sé que desde el punto de
vista de mi percepción de aquel momento, guardaba una relación directa con
aquella actualidad de los dos guerreros-Jefes de Estado con el que a mi manera,
reflejé mi desacuerdo en un trozo de papel para que hoy pueda leerlo toda
persona que sienta curiosidad o le pueda despertar algún interés el suceso
acaecido en nuestro país con resonancia mundial.
Si lo hubiese escrito hoy, sin
ninguna duda, el formato y el contenido serían otros como cosa lógica;
seguramente el vocabulario subiría el tono y el literato, más incisivo, mordaz y extenso, dadas las actuales
circunstancias en las que, políticamente hablando nos encontramos los
españoles gracias a nuestros “exquisitos” gobernantes; pero no me ha
parecido oportuno modificar ni una sola coma por si alguien siente la
curiosidad de conocer cómo pensaba ya entonces en 1.959, este zarceño cinco
años después de dejar la escuela grande del pueblo (a los 14 años de
edad que era cuando nos correspondía salir a todos) ante una situación
que, entonces, se me antojó bochornosa
y degradante para la libertad de los pueblos; lo que no quiere decir que lo
fuera.
Cómo un General, victorioso,
querido y admirado, coautor de la derrota del nazismo en Europa liberándola del
tiránico dictador, y otro General victorioso que derrotó manu militari la II
República española que había sido libremente elegida por el pueblo soberano en
votación secreta y directa mediante una consulta legal y democrática en la que
se sustentaba; ambos, convertidos en Jefes de Estado de sus respectivos países
con distintas formas de llegar al poder; uno, mediante las urnas por la vía
democrática con el reconocimiento y el agradecimiento de su pueblo que tanto lo
estimaba por los valores demostrados; el otro, pisoteando la democracia e
imponiendo una dictadura con la fuerza de las armas y el repudio del pueblo por
el correspondiente derramamiento innecesario de fraternal sangre inocente.
¡Qué ironía...! Lo que es la vida
y lo que son las guerras....Una vergüenza.
Tras una larga e histórica relación de amor y odio entre
España y EE.UU; el Presidente Eisenhower llegó en su avión a nuestro país
aterrizando en la base militar conjunta de Torrejón de Ardoz a las 16´21 horas
de una fría tarde del lunes 21 de diciembre del año 1.959, y fue recibido a pie
de la escalerilla del avión presidencial por el Jefe del Estado español que le
da su cordial bienvenida, con un fuerte apretón de manos y una amplia y
prolongada sonrisa; mientras que 18 horas más tarde, tras su estancia en
nuestro país, se despidieron en el mismo lugar con un largo y efusivo “fraternal
abrazo” como queda patente en la fotografía que acompaña a este escrito y
que recorrió todos los continentes del planeta azul, siendo portada de los más
importantes diarios del mundo que en aquella época dieron amplia y detallada
información del acontecimiento seguido por más de 150 corresponsales
extranjeros y más del doble de españoles de los distintos medios de
comunicación que cubrían el evento, entre ellos TVE, que hizo un gran
despliegue de todos los medios a su alcance. Para los que puso a su disposición
el Gobierno de Franco más de 50 autobuses y otros medios, para que los que lo
necesitaran, pudieran desarrollar cómodamente su actividad informativa con toda
la normalidad.
En su apoteósica visita a España
como “misionero de la paz”, IKE, consideró a Franco como “un buen
aliado” por su acérrima oposición al comunismo que ambos detestaban, sin
tener en consideración que su país, que en aquel entonces ya era, o pretendía
ser en esos cruciales años de la Guerra Fría, el máximo exponente mundial de
las libertades y valores democráticos en los que se asientan los derechos
humanos proclamados a los cuatro vientos por EE-UU; mientras que Franco, a
nivel internacional era un repudiado dictador que traicionó la República
española a la que estaba sirviendo como
soldado y había jurado fidelidad, pero que al llegar al poder la abolió y se
cargó la democracia de un plumazo, empleando para ello contra sus opositores
los métodos más crueles e inhumanos conocidos en la historia de este nuestro
querido país de la ingobernabilidad, tanto en la etapa de la guerra civil, como
en la de la opresora dictadura que fue peor y más larga.
Todo un espectáculo denigrante y
degradante de la justicia, la libertad y la democracia de la que a lo largo de
los tiempos, siempre han hecho y hacen gala los dirigentes norteamericanos: El
artífice de la paz y la libertad mundial y el dictador que abolió la libertad y
torturó a cuantos osaban demandarla, fundidos en un fuerte y significativo
abrazo que dio la vuelta al mundo a velocidad supersónica.
¡Qué ironía.! Si no hubiera sido
un drama..... Para algunos, claro.
Es cierto que, con motivo de esa
trascendental, significativa y espectacular visita que a nuestro país realizaba
por primera vez un Presidente norteamericano dándole apoyo, sancionó la
aceptación internacional de la dictadura por el interés estratégico que España
tenía para EE.UU en ese periodo de lo que mundialmente se conocía como guerra fría; y recordando IKE
estratégica y generosamente en su parlamento, el papel de España en el Nuevo
Mundo; el Gobierno de Franco efectuó un ligero cambio y se abrió un poco al
diálogo la dictadura que lo sustentaba, suavizando algunas asperezas; lo que
permitió que se nos abrieran (se le abrieran a la España de entonces) muchas puertas que se le habían cerrado con
anterioridad con la llegada al poder del dictador; pero no es menos cierto que
el precio que pagamos por esa “operación” los españoles también fue muy elevado
en todos los sentidos; y, como siempre, muy beneficioso para los intereses norteamericanos;
también en todos los sentidos, aunque existen muchas discordancias al efecto,
pues nos hizo dependientes del Tío Sam y casi nos convirtió en heterónomos;
aunque resulte un poco fuerte éste calificativo, pero, esa fue la triste y
verdadera realidad que nos tocó vivir.
Aquella apertura dio paso a un
desarrollo económico sin precedentes, reconocido no sólo en España, sino en una
importante parte del mundo durante la década de los años 60 conocido como “el
milagro económico español”, cuyo crecimiento anual era del 7%. “Igual que
ahora.” ¡Ya nos gustaría...!
El cambio empezó cuando, seis
años antes de la “gran visita” en 1.953, “el mensajero de la paz” (Eisenhower)
al comienzo de su mandato, firmara el convenio hispano-norteamericano de ayuda económica,
técnica y militar, que dos años después nos permitió el ingreso en la ONU; y,
justo es reconocerlo, fue la rampa de lanzamiento del embrión del desarrollo
económico que afloraba en nuestro país y fue la admiración de muchos países y una
considerable ayuda para favorecer el turismo internacional que ya a finales de
los 50 y durante los 60, acudió en masa a disfrutar de nuestro sol, nuestro
acogedor comportamiento y muchas más cosas que tienen este país de las
discordias y sus gentes.
El ostracismo y la autarquía de
los primeros 20 años de dictadura en la soledad ibérica, y el aislamiento
internacional, abrieron la puerta al conocido como “segundo franquismo” y
franquearon el paso a un estilo de vida más occidental que la juventud de mi
época agradecimos, disfrutamos y vivimos con alegría e ilusión, pues, parecía
un nuevo amanecer al que, sin duda, colaboró en gran parte el turismo
heterogéneo que nos permitió ver y conocer otras formas y estilos de vida,
“otros mundos” sin abandonar “ ésta España mía, ésta España nuestra” de la que, entonces, no era tan sencillo salir como
lo es ahora, dados los impedimentos que la dictadura imponía.
El convenio firmado entre los dos
países fue también un importante pilar para la seguridad de EE.UU. a través de
las bases instaladas en nuestro país, además, de algunas otras concesiones
hispanas que por razones de Estado, fueron poco conocidas por el pueblo llano,
que le permitían fortalecerse frente a la Unión Soviética y tenerla vigilada en
aquellos años tan ingratos de guerra fría, en la que la encarnizada lucha sin
cuartel entre los dos titanes, todo era válido para controlarse los unos a los
otros dada su recíproca escasez de confianza.
La imagen del fraternal abrazo de
despedida en Torrejón de Ardoz de ambos generales, el demócrata y artífice de
la paz, y el dictador, quedará en los
anales de la historia para ilustrar con nitidez la capacidad del “Tío Sam”
cuando le conviene a alguno de sus Presidentes amistarse o enemistarse con
cualquier país (léase Bush hijo en Irak como ejemplo reciente) en función de los
intereses económicos y militares de EE.UU. empleando el sistema de la veleta:
estar siempre del lado que sopla el viento de sus conveniencias y pintándolo
del color que más le favorece, sin dudar en emplear tantos cuantos medios sean
necesarios, independientemente de su licitud o ilicitud. No importa. Hay que
demostrar quien manda en el mundo y quien tiene el poder de las armas más
sofisticadas y dispuestas a usarlas si es conveniente “para poner las cosas en
su sitio” y sin importar gran cosa las consecuencias (hoy llamadas colaterales o flecos) que
de ello se deriven como en Hiroshima y Nagasaki; por citar un par de conocidos
ejemplos.
EL FAROL.
En la aldea
donde nací,
La -Zarza
de Pumareda-
en un sobrado
de madera
que había en
la casa grande
donde vivía mi
abuela;
a la luz de un
candil viejo
que usaba
cuando era niño,
algunas veces
leía
lo que decía
un mohoso libro
con las pastas
desgastadas
que olía a
humedecido,
de hojas
amarillentas
y medio
descolorido.
Era un libro
que encontré
metido en un
carcomido arcón,
hecho de
gruesa madera
que, según
dijo mi abuela
su padre se lo
construyó
cuando era una
mozuela.
En ese libro
se trataba
de los hombres
que ya hace tiempo,
servían fieles
a sus reyes
para ganarse
el sustento;
en él se
relataban las batallas
que, perdidas
o ganadas,
guerreando
habían sufrido
con su
escudo y con su espada.
De ese libro
aprendí
el porqué
luchaban los hombres,
por qué iban a
las cruzadas,
cuáles eran
sus razones,
y por qué sin
inmutarse,
en sus
palacios se quedaban
de la Reina
acompañados:
reyes,
príncipes y princesas,
mientras por
ellos daban la vida
sus más
incondicionales vasallos,
tan sólo por
defender
a esos
feudales tiranos
que los tenían
reprimidos,
dominados y
engañados.
Así está
escrito en la historia,
y así se
hacían las guerras:
unos, luchando
cuerpo a cuerpo
y otros,
corriéndose las juergas.
Las armas
hechas a mano
por los
mejores herreros,
les eran luego
entregadas
a aquellos
fuertes “soldados”
que en el
campo de batalla
desgarrarían
algún cuerpo,
solamente por
servir
a su
todopoderoso rey
como fiel y
ardoroso guerrero.
Con el paso de
los tiempos
eso mucho no
ha cambiado,
pues en las
guerras de hoy,
pasa igual que
en las de antaño:
miles de
hombres que luchan
total, para
conseguir la nada,
y para
obedecer al que manda
igual que el
que antes mandaba.
Ahora, se
lucha por petróleo,
por
multinacionales y patentes
o, por otros
intereses creados
que enrarecen
los ambientes;
y reyes y
mandatarios
igual se
quedan en sus palacios
tranquilos y
complacientes,
sin importarle
que mueran
a miles, los
soldados inocentes
en los campos
de batalla
por un misil
destrozados,
ni que el
pueblo liso y llano
quede al final
masacrado;
o, como
mujeres, niños y ancianos
que por la guerra
son humillados.
Lo único que
en realidad cuenta,
al final, es
el resultado:
es el poder y
el dinero
para aquel que
la ha ganado;
y saber que
hay un país
que manda en
el mundo entero
mientras ese
mundo está callado,
sumiso, quieto
y temeroso
además de
resignado.
En aquél libro
también leí
un viejo poema
ya olvidado
y una pregunta
que decía:
en las
guerras: ¿quién ha ganado?;
si al terminar
la contienda,
todo queda
destrozado.....
4 comentarios:
Es un lujo para La Zarza virtual tener estos blogueros y comentaristas
Manolo
Otra entrada del amigo Luis que rezuma historia fielmente documentada.
Si no he leido mal, comentas que el poema lo escribiste hace muchos, pero muchos años, sin embargo tiene una vigencia apabullante.
Es cierto que en la guerra nadie gana y que los que la promueven, antes declararla tiene prevista la escapada por si las cosas vienen mal dadas.
Desde mi modesta opinión, si nos remontamos a los orígenes, es factible creer que el más bruto de la cuadrilla era el que mandaba, entre otras razones por el simple temor que producía. Es posible que la intelegencia se impusiera a la brutalidad con el correr de los tiempos.
Pasó el tiempo, sigue pasando y continuará como antaño: los guerreros en el frente y los amos de observadores de la contienda.
A pesar de todo, esperemos y promovamos un giro radical para que las personas algún día ocupen el lugar preferencial.
Un abrazo. Salva
Está muy bien recordar la Historia,y sobre todo este episodio con el mandatario americano.Lo triste es que en España,se esté falseando la historia en algunas Autonomias, y eso si que es dar un paso atrás,con la complacencia de todos los gobernantes,algo muy nuestro. En este poema casi de adolescente dejas vislumbrar ya tu rechazo a todo lo impuesto y como no,la barbarie de la guerra que destruye todo para volver a empezar.Con la llegada del dinero prestado por el tio Sam pudimos construir la
la maravillosa presa y central hidroelectrica de Aldeadavila,por citar solo la más importante.Yo considero el progre desde la posguerra a tres factores y por este orden:Los prestamos americanos que nos sacaron de la asfixia económica,el turismo y la emigracion masiva de los españoles en los años sesenta y por último la ingente cantidad de millos que nos han llovido desde la Union Europea desde 1985 donde buena parte de ese dinero se ha quedado en los despachos que lo distribuian,como siempre.De modo que mérito nuestro en el progreso muy poquito,salvo el sudor de la clase obrera y algun que otro tecnócrata o cientifico obstinados en nadar a contra corriente.Un abrazo. Félix.
Manolo; se agradece el comenterio relacionado con el calificativo que nos das a los blogueros; pero, desde mi punto de vista, creo que más que un lujo, es un honor para los que lo hacemos.
Salva; sí, el poema (o lo que sea) lo escribí a finales del 59 del pasado siglo siendo un chavalote, pero con las mismas inquietudes que ahora. Ya sé, que no es santo de la mayoría de las voluntades, pero es mi santo y, como lo escribí entonces para mí, pues ya me sirvió para dar mi opinión en aquel momento; pues se trataba de expresar mi rechazo a la guerra (a las guerras) aunque no sirva de nada; si ben, es cierto que, aunque un grano no hace el granero, ayuda al compañero; por eso, me pareció oportuno que al final de dos importantes guerras, los dos mandatarios se abrazaran tan efusivamente, casi como si fueran una pareja de enamorados. ¡Menuda hipocresía!
Félix. La central hidroeléctrica de Aldeadávila, algunos pantanos, y otras muchas grandes obras, se lograron con la ayuda norteamericana, justo es reconocerlo; ahora bien, ¿no se hubieran podido conseguir también por otros medios y, sin ninguna de las dos guerras?
Cuando hay buena voluntada se logran grandes cosas aunque no siempre se dispongan en el momento de los medios económicos necesarios para hacerlo.
Yo personalmente no tengo nada, absolutamente nada en contra del pueblo norteamericano (más bien lo contrario), pero no dejo de reconocer que la política exterior seguida por sus dirigentes a lo largo de su historia conocida, no es la más acertada que digamos (es mi opinión); solo hay que hechar una ojeada a las hemerotecas y ser imparcial.
Estoy completamente de acurdo contigo en que las tres situaciones que aludes nos han favorecido la economía española, es más, sin ellas, estaríamos casi en la cola del tercer mundo; y, de forma muy especial, en la última, la ayuda de Unión Europea, que nos sacó del atolladero para modernizarnos y ponernos al día; aunque esto muchos no lo compartan.
Ya sé, Félix, que nadar contra corriente no es eficaz, pero los grades edificio solo se consiguen con mucha paciencia, y colocando ladrillo a ladrillo con pericia y la suficiente fijeza como para que no se muevan jamás.
Gracia a los tres por vuestro comentario.
Un abrazo. Luis
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