En un lugar de los Arribes de
cuyo nombre no me puedo olvidar, siguiendo una sinuosa vereda hallaremos una aldea como no hay otra igual: La Zarza
de Pumareda, que es mi tierra natal.
No es el Paraíso Terrenal,
tampoco Venecia o la Lisboa antigua y señorial que loan los poetas y
trovadores; no tiene playa ni mar, ni grandes canales de navegación que
permitan un desarrollo económico capaz de equiparar estas tierras con otras
zonas más desarrolladas y protegidas por el dios de la suerte y la fortuna; no
poseemos un gran puerto marítimo, donde los barcos puedan cada día atracar
trayendo riqueza desde otros continentes a este humilde lugar, o grandes
cantidades de mercancías del producto nacional; no tenemos autopistas ni se ha
construido un aeropuerto de los que se usan para pasear y contemplar las aves
sobrevolar sus desérticas pistas, invirtiendo inmensas cantidades de dinero en
su innecesaria construcción, que destinadas a otros fines podrían ayudar a
desarrollar unas zonas con más necesidades, como sería el caso de nuestra
localidad que, por no tener no tiene ni parada de autobús; ¡que, ya es
decir...! pero, tiene otras cosas que la hacen singular.
No pedimos ni queremos grandes
rascacielos ni despampanantes avenidas comerciales con lujosas y modernas
tiendas de modas; no las necesitamos, somos gentes sencillas, humildes,
pueblerinos que nos gustaría tener cubiertas algunas necesidades básicas tales
como la sanidad, con ambulatorio propio, la enseñanza, con un colegio local
para no tenerse que desplazar fuera del pueblo los ¿colegiales...? que lo
necesiten, etc. etc.
No nos vendría mal que las
autoridades provinciales o autonómicas, en un gesto de raciocinio elemental,
nos hicieran una carretera de circunvalación (y sustituir la travesía), para
evitar los peligros que entraña ser atravesados por la única vía de
comunicación interurbana pavimentada, que serpentea el centro de la población
con sinuosas curvas sin visibilidad, haciendo aumentar el riesgo de accidentes
y disminuyendo la seguridad vial, generando inquietud entre los padres de los
niños -que, desgraciadamente escasean- y, los mayores, que éstos, sí que
abundan.
No nos importaría que las citadas
autoridades, proporcionasen a nuestro Consistorio con su Alcalde al frente, los
medios económicos y de asesoramiento necesarios para iniciar el proceso de
desarrollo que, en un pequeño polígono industrial permitiera la ubicación de
pequeñas industrias y talleres artesanales, que a su vez favoreciera una
pujanza en beneficio de los ciudadanos zarceños; impidiendo con ello que, de
forma progresiva (como viene sucediendo), vaya despoblándose y decayendo el
pueblo, porque -de seguir el ritmo actual-, desgraciadamente, -a largo plazo-
podría desaparecer, como desafortunadamente está ocurriendo a lo largo de la
piel de toro con pequeñas poblaciones, similares a la nuestra, a las que en su
debido tiempo, no se les prestó la ayuda necesaria que se requería para su
supervivencia, y ahora se han convertido en escombrera, siendo pacto de saqueadores
y desaprensivos.
Tampoco descartaríamos un extenso
y buen parque generosamente arbolado -con estanque incluido- que sirviera para
expansionarse nuestros ciudadanos con sus fuentes de agua potable y bancos para descansar los mayores, mientras
platican y recuerdan los tiempos de su añorada juventud, viendo como corretean
por él los niños, y los no tan niños pasean en bicicleta o caminando
tranquilamente, disfrutando del medioambiente sin contaminación del
extraordinario Parque de los Arribes.
No somos unos empecinados e
impertérritos pedigüeños, incapaces de luchar con ahínco; no, solamente nos
lamentamos de que no dediquen el esfuerzo necesario las autoridades autonómicas
competentes -¿competentes...?,- para equipar a estas tierras con los mismos
medios que se ha hecho con otras zonas más desarrolladas y nos hagan sentir en
el más absoluto abandono. No, no somos mendigos; somos luchadores de pro,
vanguardistas dispuestos a seguir dando el callo en la proa del navío,
enfrentándonos a todas las contrariedades que nos plantee el temporal; y, por
muy fuertes que sean las olas, lucharemos contra viento y marea por nuestra tierra como lo fueron capaces de
hacer nuestros antepasados. Arrimaremos el hombro todo lo que sea necesario
para defender nuestra idiosincrasia, porque somos un pueblo que a lo largo de
los siglos ha sabido y sabe conservar el respeto a los mayores y las fiestas
del lugar, que con entusiasmo sin límite todos quieren celebrar, y aunque vivan en la China, las vienen a
festejar los paisanos que un buen día por pura necesidad se tuvieron que
marchar. Tampoco nuestros ancestrales y remotos antepasados nos legaron grandes
monumentos como en alguna otra zona de nuestra geografía nacional que favorezca
el turismo para poderlas visitar (excepto la torre de la iglesia de original
majestuosidad); sí, a cambio, nos
dejaron honradez y dignidad, que son dos grandes tesoros que con dinero no se
pueden comprar por mucho dinero que tenga el que lo quiera intentar.
¿Qué tiene esta bendita tierra
para hacerla singular? Tiene muchas cosas buenas que sería eterno enumerar, y
para no resultar plomizo, mencionaré
solamente un par: Su gente noble y sencilla que la saben querer y mimar, y el viento del Teso de la Silla que
la mantiene alegre y jovial.
Podría citar otras dos mil más y
no terminaría jamás, pero tengo buenas razones para no aburrir al personal
recordando las virtudes de ésta galana tierra mía que nunca ha tenido igual, a
pesar de estar castigada por la sequía industrial y abandonada por los que
mandan a nivel estatal (¿mandan, o no han sabido mandar?), dejándola más bien
olvidada por la política actual seguida por unos dirigentes con menos visión de
futuro que un topo en un carrascal, y
no deben conocer el camino por el que pueden llegar, aunque resulte tan fácil
de poderlo hallar, si la intención es buena y hay ganas de caminar, pues se
encuentra en el lugar que la madre naturaleza le quiso privilegiar, ubicándola
junto a Mieza, Aldeadávila y Cerezal; pegadita a Masueco, Fuentes y La cabeza
de un Caballo excepcional, y honrándola con su linde el buen vecino Milano cuya
gente es genial.
No hay que dar rodeos ni meterse
por andurriales, ni coger un camino de los tiempos medievales, irse a
Vitigudino o acercarse hasta Lumbrales; pues todos los caminos del mundo van a
parar a estos lugares.
Podemos entrar por el Puente
Robledo, Cerezal o Aldeadávila de la Ribera, y si alguien prefiere la carretera
nueva de Mieza o Masueco; cuando llegue al pilar, podrá encontrar un espacioso
lugar para parar, y un acogedor hueco para poderse quedar en un bar muy cercano
al lugar, donde le atenderá un agradable paisano de simpatía sin igual, que
además de ser tocayo mío, tiene una simpática esposa que, con una sonrisa
siempre amablemente le atenderá.
La Zarza de Pumareda, es tierra
de gentes humildes y bizarras que han luchado hasta la extenuación en tiempos
pasados -también ahora- dejando marcada una larga y profunda estela de su
presencia en el desarrollo de la actividad agrícola, encaminada
fundamentalmente a recolectar las cosechas a su debido tiempo con los rústicos
medios de que disponían por entonces, tan cercana y tan lejana en el tiempo,
que, junto a la ganadería, caracterizaron
en su época el desarrollo de la población.
Tierra de vetustas y ancestrales
cabañas de piedra de porte monumental, y un pilar -también de piedra labrada-, cuya elegancia y señorial
belleza sin par, no es fácil de encontrar en cualquier lugar, habiendo sido
durante muchos años el manantial que abastecía de agua potable a toda la
población, convirtiéndose en símbolo del lugar y orgullo de sus gentes que, lo llevan por bandera. Casas
construidas de piedra con estilo artesanal que le dan al pueblo un aire
magistral, a pesar de que algunas ya se empiezan a derribar por la falta de
atención de ese bien cultural.
Tierra de arraigadas tradiciones
y de cocina hogareña, en la que, en su chimenea -generalmente de piedra- se hacía la comida en el
puchero de barro con el fuego de la leña y el cariño que la madre ponía en el
empeño; allí, en torno a la lumbre, donde se solía dialogar -como era la
costumbre de las gentes del lugar-, y al reverbero de ese hogareño fuego,
escuchaban los reunidos en tertulia
familiar, que observaban fijamente al que le tocaba hablar, prestándole la
máxima atención y sin rechistar como manda la tradición y el respeto a los
demás.
Tierra de hermosas mujeres y
abnegadas amas de casa de ternura maternal, que se dejaban la piel en el empeño
por mantener limpio el hogar. Mujeres “con denominación de origen” siempre dispuestas
a luchar como lo demostraron en tiempos pasados, siendo el mayor potencial que
impulsaba a sus hombres a luchar por el hogar.
En esa tierra bendita que un día
me viera nacer, entre todos los compueblanos han conseguido con su tenaz bien
hacer, que el pueblo sea reconocido por su nobleza y sencillez, y también muy
recordado por los que no siempre pudieron estar en él... Son gentes que, en su
mayoría, tuvieron que un día marchar a otras tierras lejanas en busca del
sustento que allí, en aquel entonces no podían encontrar por la falta de
recursos para poder trabajar y ganar el pan con dignidad, y cuando partieron, con el corazón roto por tener que abandonar
su hogar, el lugar de su infancia y todo lo que ello conlleva, guardaron en lo
más profundo de su ser el mayor de los tesoros: el honor de ser zarceño y el
inolvidable recuerdo de su origen que, es un orgullo reconocerlo.
En ese rincón pequeñito, donde
está atesorado el sentir tan sensible y tan bonito de tener siempre a tu lado
el recuerdo del lugar que vio tus primeros pasos y correteos por sus calles, en
otros tiempos llenas de barro, charcos y baches por todas partes, es el lugar
que acaricia el viento de los Navazos, o ese otro viento ahilado que es una
maravilla cuando en los atardeceres nos llega donairoso desde el ya citado,
Teso de la silla.
La Zarza, sí, la Zarza, no es por
casualidad ese lugar de lo Arribes del Duero de cuyo nombre no puedo ni quiero
olvidar. La Zarza, por contra, es el lugar que ocupa un privilegiado lugar en
el recuerdo que desde mi infancia, me ha acompañado en este largo peregrinar
por la vida y ahora aflora con mayor insistencia, quizás, recordándome que el
principio y el final, son los extremos que pronto se darán la mano para abrazar
fuertemente ese vínculo que nos une a nuestras raíces, que son las que
alimentan con su esencia, la esencia de nuestra propia existencia.
2 comentarios:
Si, si, los extremos se tocan y estamos entrando de lleno en el extremo opuesto a nuestra niñez, en el que no nos acordamos apenas de lo que hicimos ayer y mucho de lo vivido en aquellos años de niños. Y por lo que se ve y se lee en tus relatos, tu lo recuerdas con todo detalle, como el compañero bloguero Felix. Seguid asi, pues reordar y de esta manera nos haceis vivir , revivir nuestra niñez, aunque naturalmente de manera distinta, pero es volver a vivir.
-Manolo-
Pasión,mucha pasion hay en este relato tan amplio sobre nuestras Arribes,nuestra Zarza y todo cuanto la infancia nos dejó en un tiempo dificil, pero sin duda feliz, porque ha perdurado en tu corazón.Al final es lo que importa.Los gobernantes a menudo viven a la espalda del pueblo,en su mundo dorado .Seguiremos,pues,nuestro camino,como lo haces tu,con la ilusion de la infancia,ahora bordeando la costa catalana en tus paseos, escuchando el murmullo de las olas,ajenas al barullo exaltado de la politica y los politicachos de tres al cuarto.
Un abrazo. Félix
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