23 abril 2016

LA CABAÑA DE LOS BOLOS


La geografía zarceña encierra en toda su extensión abundantes edificaciones de piedra, fruto del ingenio, esfuerzo y bien hacer de nuestros antepasados, todas ellas dignas de mención; pero, una de las más entrañables para mi es la Cabaña de los Bolos, ubicada junto al camino de Mieza, a la altura de  la falda del Teso de los Nabazos, en la ladera orientada hacia Cerezal de Peñahorcada, de la que guardo muchos y muy gratos recuerdos de mi niñez, como consecuencia de las frecuentes veces que me cobijé bajo su techo cuando iba o regresaba del tejar que había en la cima del citado teso; ya que era el lugar de trabajo de mi padre, que, en aquél entonces era el titular del mismo.

Esta cabaña, que, antes de la parcelación estaba junto al borde del camino y ahora está por detrás de la valla que delimita la propiedad del terreno donde se asienta (donde ha estado siempre), era el lugar de paro para hacer un pequeño alto en el camino de la mayoría de las personas que transitaban por aquél lugar  a sus quehaceres laborales; unas a trabajar el campo, otras al pastoreo y el resto, camino de Mieza, que entonces era la única vía de comunicación existente entre la citada población y la Zarza; a no ser que se rodeara dando la vuelta por Cerezal, pero eso no era lo normal en aquél tiempo.
La de veces que la Cabaña de los Bolos, habrá protegido de la lluvia , el frío y el calor a los pastores y sus perros, que, además de grande y estrategicamente situada, permitía también a los agricultores un pequeño descanso veraniego bajo su fresca sombra, o una leve parada cuando, después de una larga y dura jornada de trabajo regresaban a sus hogares y hacían la paradita “para echar un cigarro” antes de llegar a casa, mientras esperaban fuera los animales con sus arados que entonces se utilizaban para hundirse en la tierra y prepararla para la sementera cundo tocaba la Hoja en aquella zona; si bien, aquéllos vetustos arados , afortunadamente, han sido sustituidos por otros aparatos más modernizados y prácticos que alivian del esfuerzo tanto a los agricultores como a los animales.
¿Cuántas siestas habrán dormido dentro de la cabaña los pastores y labradores zarceños...?
¡Cómo han cambiado las cosa desde entonces!
Hoy, la Cabaña de los Bolos, que tanto significó en mi infancia zarceña, y tantas veces ha acudido a mi mente desde entonces, se ha convertido en una antigualla que pasa desapercibida para la mayoría de los habitantes de los dos pueblos que la intermedian y de los escasos visitantes que ahora le honran con su presencia, toda vez que, casi no se utiliza y su valor monumental ha descendido.
Sin embargo, su porte señorial, como lo muestra la fotografía que se adjunta y su construcción, rústica, sí, pero solida como una roca y resistente al paso de los años, “hecha con piedra de la casa” por unos artesanos de la construcción que no necesitaban arquitectos, aparejadores ni maestros de obras para hacer obras de arte como las que abundan en el entorno y dentro de nuestro pueblo, permanece impertérrita viendo pasar el tiempo como la Calle de Alcalá, y, recordándonos a los zarceños las muchas prestaciones que en otros tiempos aportó a nuestros antepasados , a los que acogió y trató con el respeto y cariño que ellos se merecían.
En mi fuero interno, siempre se albergará el recuerdo zarceño de la Cabaña de los Bolos que se cuentan por cientos las veces que he estado dentro, unas sólo y otras acompañado de mis hermanos que, o bien a la ida o a la vuelta del tejar, siempre era la parada obligatoria (más bien, voluntaria), que no se podía eludir.
Afortunadamente para nuestro pueblo, sus autoridades municipales se están volcando con ahínco y entusiasmo en recuperar la presencia de los monumentos de piedra heredados de aquéllos que nos precedieron, como muestra el interés demostrado en los últimos tiempos con la campaña a favor de la piedra (que, últimamente se estaba denostando) y, ahora con la feria ha vuelto al redil, que, es el lugar que le corresponde, gracias al buen hacer y al interés que demuestra el equipo de Gobierno Municipal que es digno de encomio y merece mi más distinguida consideración y respeto junto a mi agradecimiento personal.
Desde aquí, les animo a seguir en el empeño y sacar adelante el proyecto al respecto en el que se halan inmersos.
Recuperar en la medida de lo posible las edificaciones de piedra que son el emblema de nuestro pueblo y el legado de nuestros antepasados, solo merece gratitud por parte de toda persona de bien, hacia quienes se interesan por sacar a flote las edificaciones que con el paso del tiempo se han ido degenerando.
Son muchos los monumentos de piedra existentes en nuestro pueblo, que, con un poco de buena voluntad por parte de todos, pueden regresar a la actualidad formando parte del patrimonio recibido, que, no siempre lo hemos sabido valorarlo en su justa dimensión, como es el caso de la majestuosidad de la Cabaña de los bolos.