26 octubre 2012

AL VOLANTE


EL ADELANTAMIENTO 3ª parte


Con ésta entrada, en la que trataremos del adelantamiento en condiciones adversas, finalizaremos el tema relacionado con esta maniobra que requiere unas medidas de especial precaución al realizarla.

A continuación, vamos a ver los inconvenientes que nos plantea adelantar cuando las condiciones meteorológicas o ambientales no son propicias para efectuar la maniobra con la seguridad que se requiere para ello.

Adelantamiento con lluvia:
Como ya veremos en su momento cuando tratemos el tema de la conducción con lluvia; el agua, que es un bien escaso y necesario para la vida, en la conducción es un factor negativo que, en el adelantamiento, contribuye a aumentar la peligrosidad que ya entraña en sí mismo y hace que en la medida de lo posible nos abstengamos de realizar la maniobra si no es estrictamente necesario.

Veamos:
Cuando circulamos con lluvia intensa, además, de agravarse el riesgo de accidente por la escasez de adherencia al pavimento de los neumáticos, tenemos una carencia de visibilidad motivada por una especie de cortina más o menos densa del agua de la lluvia en la parte delantera que nos impide ver con normalidad, además, de la que el vehículo que nos precede va levantando de la calzada por la presión de los neumáticos sobre el pavimento y va proyectando sobre nuestro parabrisas, aumentando con ello la dificultad y peligrosidad en la maniobra que nos ocupa, errando con frecuencia en el cálculo de las distancias. Si a eso le añadimos el vaho que hay acumulado por dentro en los cristales producido por la diferencia de temperatura ambiente respecto a la del habitáculo, nos encontramos ante una sensación de túnel en la que escasamente se ve relativamente bien la parte delantera y menos aun la translúcida lateral en ambos costados, con lo cual, difícilmente podremos comprobar ninguno de los dos desplazamientos laterales que requiere la maniobra en cuestión, pues se debe estar siempre seguro que nadie viene circulando por el carril izquierdo que se va a ocupar en el primer desplazamiento para adelantar; además de tener vigilada la parte trasera; lo mismo nos ocurre en el desplazamiento a la derecha para finalizarlo al comprobar la posición del vehículo adelantado. Por consiguiente, la conducción en estas condiciones nos obliga a mantener siempre limpios todos los cristales por dentro.
Ya explicaremos con calma las formas de hacerlo cuando tratemos el tema de la conducción con lluvia y demás agentes meteorológicos, atmosféricos o ambientales que dificultan la realización de la maniobra que nos ocupa.
Téngase muy en cuenta que, en la conducción con lluvia los espejos retrovisores exteriores no son eficaces y el interior, sólo relativamente; pues, si no  disponemos de limpiaparabrisas  trasero y la luneta no térmica, no nos sirve de nada

Adelantamiento con niebla.
Uno de los factores más negativos para la conducción es la niebla; este meteoro que no es otra cosa que agua en estado higroscópico nos afecta muy, pero que muy negativamente a la conducción. No nos permite apenas ver en la parte delantera cuando se espesa un poco y no vemos absolutamente nada cuando es densa, lo que conocemos como banco de niebla, impidiéndonos ver por detrás y por los laterales, dando la sensación de túnel (por cierto, en los túneles no hay niebla)  e impresiona la impotencia que se siente al estar “enjaulados” sin encontrar la salida.
En la conducción con niebla, los cristales se empañan por dentro y por fuera, impidiendo ver  a través de los mismos, aumentando la peligrosidad  y dificultando la maniobra que nos ocupa, haciéndola prácticamente irrealizable.
Si circulamos por una vía con más de un carril para cada sentido, el peligro de adelantamiento disminuye, si bien, los desplazamientos también resultan peligrosos dada la falta de visibilidad que nos rodea; el peligro es mayor cuando la vía es de un solo carril por sentido, en cuyo caso el peligro de choque frontal aumenta hasta tal extremo que no se debe adelantar a no ser que haya solamente neblina y nos permita ver la lejanía para cerciorarnos de que no circulan vehículos en sentido contrario.
Creo que en este caso concreto, solamente apelando a la sensatez del conductor, será suficiente como para que nadie se embarque en aventuras que pueden acarrear unas innecesarias y negativas consecuencias imprevisibles, generalmente, con resultados nefastos de los que luego ya es tarde para lamentaciones. El sentido común, está para algo; no debemos permitir que se nos oxide mientras conducimos.

En los casos de nubes de polvo o humo, debido a la falta de visibilidad en la parte delantera, se debe  abstener de adelantar, toda vez que, al ser circunstancial la oscuridad, la paciencia debe ser la que nos aconseje no lanzarnos al ruedo con dos toros dentro, pues podríamos ser alcanzados por el toro que no veíamos en ese momento.

La ineficacia de los espejos exteriores expuesta en el caso de la lluvia, lo es también en la conducción con niebla. Se empañan y pierden su eficacia.

Adelantamiento con nieve:
La nieve, además, de afectarnos de forma tan negativa en cuanto a visibilidad como la lluvia y la niebla, conlleva un agravante; la escasez de adherencia, pues si hay nieve en la calzada, difícilmente se agarran bien las ruedas al suelo y, como veremos en su momento al tratar este tema, los desplazamientos laterales son tan peligrosos, que, no hay que hacerlos siempre que sean evitables; téngase en cuenta que toda variación del movimiento del vehículo cuando escasea la adherencia, es un posible derrape, con las consecuencias que ello conlleva, debido a la acción negativa de la fuerza centrífuga que se genera en los desplazamientos.
Difícilmente podremos controlar el vehículo en un adelantamiento cuando hay abundante nieve en la calzada y, menos aún, si está endurecida, bien por la presión de los vehículos que con su rodar la van pisando y comprimiendo, bien por que se haya helado, en cuyo caso, lo prudente es no circular y menos adelantar si todavía no nos hemos detenido nuestro vehículo en un lugar seguro donde estemos protegidos y debidamente señalizados.
“El adelantamiento es altamente peligros con nieve,”  tanto si está nevando mientras lo realizamos, como si la calzada está cubierta por una considerable capa de nieve que dificulta el agarre de los neumáticos como antes se ha citado.

Adelantamiento con viento racheado.
Adelantar con fuerte viento requiere una cierta habilidad en el dominio del volante, pues no debemos olvidarnos que el viento es el enemigo invisible del conductor y siempre está al acecho apareciendo bruscamente donde menos lo esperamos.
Conducir con viento es un peligro permanente porque cuando el viento es racheado, sopla con fuerza (y cuando lo hace suave también) siempre empuja la parte delantera de nuestro vehículo (de este tema también trataremos en su momento, llegada la ocasión) y lo desplaza hacia el lado contrario de donde sopla; o sea, si el viento nos empuja desde la derecha, el coche como es lógico se va del morro hacia la izquierda, hacia el centro de la calzada con el riesgo de encontrarnos con el/la vecino/a de enfrente y darnos un beso metálico a toda prisa, con lo fácil que sería invitarle a un café tranquilamente en el bar de la esquina comentando la crisis y la actualidad política que está  tan animada últimamente.

Veamos la técnica de éste tipo de adelantamiento:
Si el viento empuja la parte delantera de nuestro vehículo, para contrarrestar el desplazamiento lateral, asiremos el volante con fuerza, lo giraremos un poco hacia el lado que sopla el viento, subiremos un poco la mano en el volante que corresponda a ese lado, o sea, si el viento sopla desde la derecha, la mano derecha que normalmente la tenemos a las dos de las agujas del reloj, la subiremos un poco, de forma que nos queden: la izquierda a las nueve y la derecha a la una, para ofrecerle mayor resistencia a la presión ejercida por el viento; y, si el viento sopla desde la izquierda, pues al revés, subiremos un poco la izquierda y bajaremos la derecha que, en vez de estar las manos a las diez  y diez como es lo normal,  pondremos la izquierda a las once  y la derecha a las tres; de esta forma aguantaremos la presión mejor y sujetaremos con más firmeza el volante. Sin embargo, si tenemos que adelantar cuando el viento es racheado (que es lo que ahora nos ocupa,) y sopla con fuerza desde la derecha, resulta que en el primer desplazamiento lateral, al ponernos paralelos al vehículo adelantado, este nos sirve de pantalla protegiéndonos del viento y como llevamos  el volante girado hacia ese lado, lo más seguro es que nuestro vehículo por la acción de la pantalla, se vaya (como si hubiese un campo magnético que lo atrae) hacia el vehículo adelantado, produciéndose un choque lateral. Esto, hay que tenerlo muy presente si adelantamos a un vehículo voluminoso como puede ser el caso de un autobús, un  camión grande, tailer o tren de carretera. En estos casos hay que procurar guardar entre vehículos una separación mayor en el adelantamiento, previendo la posibilidad de que nos pueda sorprender la succión golpeándonos contra el camión que adelantamos.
Durante el tiempo que vamos circulando en paralelo, estamos protegidos de la agresión del viento, pero en el mismo momento en que nuestro vehículo asome el morro, recibiremos una bofetada tal, que si no vamos prevenidos y expectantes, nos desplazará bruscamente hacia la izquierda, lo que requiere que, un poco antes de que el morro de nuestro vehículo vaya llegando al morro del adelantado, ya tenemos de nuevo que situar las manos en la posición antes citada para no vernos sorprendidos por el empujón que vamos a recibir; tan pronto alcancemos con nuestro cuerpo la altura del cuerpo del conductor del vehículo voluminoso que pretendemos adelantar ya empezaremos a sujetar fuerte el volante y prever la acción agresora del viento.
Como quiera que los riesgos que se corren son cuantiosos, es aconsejable iniciar la maniobra de adelantamiento con mayor antelación, para que el desplazamiento sea gradual y no se vea tan bruscamente afectado por la fuerza del viento y la acción de la pantalla, lo mismo a la salida,  conviene volver a la mano derecha empleando un espacio mayor para controlar mejor nuestro vehículo en el desplazamiento.
Debemos tener presente en el adelantamiento con fuerte viento, que el centro de gravedad es fundamental para evitar que en los desplazamientos, sobre todo en el de salida, el coche no vuelque; pues un vehículo que lleve el motor trasero y un centro de gravedad relativamente alto, bien por la carga voluminosa que lleve en el portaequipajes, (la baca) o por otra circunstancia, la acción agresiva que ejerce el viento en la salida, podría originar un vuelco, tanto en vehículos ligeros como pesados, especialmente si son voluminosos y tiene alto el centro de gravedad.
Ni que decir tiene que, si no es muy necesario adelantar, es mejor no hacerlo en estas circunstancias, y si resulta imprescindible tener que efectuarlo, extrememos las precauciones al máximo.
Las motos tipo escuter son más peligrosas en la conducción con viento racheado, toda vez que se desplazan con mayor facilidad con la acción que ejerce el viento en su mayor superficie lateral.

Y, una vez más:
La prisa es el mayor enemigo del conductor. Y, deberíamos de tener siempre presente y  claro que, lo más importante cuando salimos de casa y tenemos que conducir, es volver; sí, volver al calor del hogar sin prisas, pero enteros. Y recordemos también, que “no por mucho madrugar amanece más temprano....”, que la paciencia, es la madre de la ciencia; y que para conducir, es necesaria una buena dosis de paciencia, pues como todos sabemos, el coche es muy útil a la sociedad, pero también, un arma mortífera que usándola erróneamente puede ser letal; muy especialmente en el adelantamiento y en las curvas de visibilidad reducida. Así que: prudencia y adelante.

16 octubre 2012

VISITA HISTORICA



Hace algunas semanas, ojeando una serie de papeles desordenados, guardados  en una vieja carpeta hallada por casualidad, descolorida por el paso del tiempo transcurrido, encontré (no sé bien como llamarlo) el poema-protesta que acompaña el final de este escrito, de cuya existencia no me acordaba porque el pasar de los años lo había alejado de mi memoria, y, si no hubiera sido porque estaba escrito y firmado de mi puño y letra hubiese tenido grandes dudas de su autoría; sin embargo, después de leerlo un par o tres de veces y estrujar mi memoria, recordé que lo escribí con el título “el farol” en un momento en que me encontraba un tanto airado y dando tropecientas  vueltas en mi cabeza el tema que relato más adelante.

Me ocurrió  en San Sebastián durante un largo paseo de ida y vuelta caminando por el puerto, Paseo Nuevo-Paseo Salamanca, jardines de Alderdieder y La Concha, para regresar al Antiguo; barrio donde vivía en mi juventud donostiarra.

Afloró a mi mente el recuerdo del evento en aquella tarde fresca, más bien fría de familiar Txirimiri (llovizna), porque llegué a casa casi mojado y me puse a escribir con un poco de rabia lo que me rondaba en la mente relacionado con lo que había presenciado en la tele un par o tres de días antes en esa misma penúltima semana del año 1.959, cuando Dwight W. Eisenhower, conocido también como IKE, general y político norteamericano nacido en Denixon, Texas, el martes 14 de octubre de 1.890, que fue el 34 presidente de Estados Unidos (1.953-1.961) y murió  un viernes, 28 de marzo de 1.969 en el hospital militar de Washintong, visitó nuestro país.

La razón de escribirlo fue porque sentí una especie de indignación al presenciar en la televisión de la época (en blanco y negro) el desfile triunfal en un coche descubierto en el que IKE, acompañado del entonces Jefe del Estado español, general Francisco Franco, ambos repartían generosos y cordiales saludos a los españoles que, en número superior al millón, abarrotaban las calles madrileñas por donde discurría la comitiva y se desgañitaban gritando sin descanso: Franco, Franco, Franco, mientras que con  escasa energía, un reducido número de personas (supuse que eran norteamericanos) balbuceaban: Ike, Ike, Ike, en voz baja, prácticamente inaudible, me pareció un espectáculo tan ridículo que sentí tal vergüenza ajena que, un par o tres días después, mientras paseaba por el citado recorrido y recordaba el evento, decidí que al llegar a casa escribiría lo que, ni supe ni sé, si es un poema irónico-satírico, una protesta, una reflexión, una indignación de rebelde adolescente, una estupidez, una vergüenza ajena, una chorrada, una insensatez, un error, o un montón de cosas o tonterías que denotasen inmadurez por mi parte que no supe explicarlas bien en el momento del suceso y fueron para mi motivo de indignación y protesta, quizás por la escasez de experiencia debida a mi corta edad (19 años y cuarto);  y que hoy,  en la actualidad tan alejada en el tiempo, sí sé que desde el punto de vista de mi percepción de aquel momento, guardaba una relación directa con aquella actualidad de los dos guerreros-Jefes de Estado con el que a mi manera, reflejé mi desacuerdo en un trozo de papel para que hoy pueda leerlo toda persona que sienta curiosidad o le pueda despertar algún interés el suceso acaecido en nuestro país con resonancia mundial.


Si lo hubiese escrito hoy, sin ninguna duda, el formato y el contenido serían otros como cosa lógica; seguramente el vocabulario subiría el tono y el literato, más incisivo,  mordaz y extenso, dadas las actuales circunstancias en las que, políticamente hablando nos encontramos los españoles gracias a nuestros “exquisitos” gobernantes; pero no me ha parecido oportuno modificar ni una sola coma por si alguien siente la curiosidad de conocer cómo pensaba ya entonces en 1.959, este zarceño cinco años después de dejar la escuela grande del pueblo (a los 14 años de edad que era cuando nos correspondía salir a todos) ante una situación que,  entonces, se me antojó bochornosa y degradante para la libertad de los pueblos; lo que no quiere decir que lo fuera.
Cómo un General, victorioso, querido y admirado, coautor de la derrota del nazismo en Europa liberándola del tiránico dictador, y otro General victorioso que derrotó manu militari la II República española que había sido libremente elegida por el pueblo soberano en votación secreta y directa mediante una consulta legal y democrática en la que se sustentaba; ambos, convertidos en Jefes de Estado de sus respectivos países con distintas formas de llegar al poder; uno, mediante las urnas por la vía democrática con el reconocimiento y el agradecimiento de su pueblo que tanto lo estimaba por los valores demostrados; el otro, pisoteando la democracia e imponiendo una dictadura con la fuerza de las armas y el repudio del pueblo por el correspondiente derramamiento innecesario de fraternal sangre inocente.
¡Qué ironía...! Lo que es la vida y lo que son las guerras....Una vergüenza.

Tras una larga e histórica relación de amor y odio entre España y EE.UU; el Presidente Eisenhower llegó en su avión a nuestro país aterrizando en la base militar conjunta de Torrejón de Ardoz a las 16´21 horas de una fría tarde del lunes 21 de diciembre del año 1.959, y fue recibido a pie de la escalerilla del avión presidencial por el Jefe del Estado español que le da su cordial bienvenida, con un fuerte apretón de manos y una amplia y prolongada sonrisa; mientras que 18 horas más tarde, tras su estancia en nuestro país, se despidieron en el mismo lugar con un largo y efusivo “fraternal abrazo” como queda patente en la fotografía que acompaña a este escrito y que recorrió todos los continentes del planeta azul, siendo portada de los más importantes diarios del mundo que en aquella época dieron amplia y detallada información del acontecimiento seguido por más de 150 corresponsales extranjeros y más del doble de españoles de los distintos medios de comunicación que cubrían el evento, entre ellos TVE, que hizo un gran despliegue de todos los medios a su alcance. Para los que puso a su disposición el Gobierno de Franco más de 50 autobuses y otros medios, para que los que lo necesitaran, pudieran desarrollar cómodamente su actividad informativa con toda la normalidad.

En su apoteósica visita a España como “misionero de la paz”, IKE, consideró a Franco como “un buen aliado” por su acérrima oposición al comunismo que ambos detestaban, sin tener en consideración que su país, que en aquel entonces ya era, o pretendía ser en esos cruciales años de la Guerra Fría, el máximo exponente mundial de las libertades y valores democráticos en los que se asientan los derechos humanos proclamados a los cuatro vientos por EE-UU; mientras que Franco, a nivel internacional era un repudiado dictador que traicionó la República española a la que estaba sirviendo  como soldado y había jurado fidelidad, pero que al llegar al poder la abolió y se cargó la democracia de un plumazo, empleando para ello contra sus opositores los métodos más crueles e inhumanos conocidos en la historia de este nuestro querido país de la ingobernabilidad, tanto en la etapa de la guerra civil, como en la de la opresora dictadura que fue peor y más larga.

Todo un espectáculo denigrante y degradante de la justicia, la libertad y la democracia de la que a lo largo de los tiempos, siempre han hecho y hacen gala los dirigentes norteamericanos: El artífice de la paz y la libertad mundial y el dictador que abolió la libertad y torturó a cuantos osaban demandarla, fundidos en un fuerte y significativo abrazo que dio la vuelta al mundo a velocidad supersónica. 
¡Qué ironía.! Si no hubiera sido un drama..... Para algunos, claro.

Es cierto que, con motivo de esa trascendental, significativa y espectacular visita que a nuestro país realizaba por primera vez un Presidente norteamericano dándole apoyo, sancionó la aceptación internacional de la dictadura por el interés estratégico que España tenía para EE.UU en ese periodo de lo que mundialmente se conocía  como guerra fría; y recordando IKE estratégica y generosamente en su parlamento, el papel de España en el Nuevo Mundo; el Gobierno de Franco efectuó un ligero cambio y se abrió un poco al diálogo la dictadura que lo sustentaba, suavizando algunas asperezas; lo que permitió que se nos abrieran (se le abrieran a la  España de entonces) muchas puertas que se le habían cerrado con anterioridad con la llegada al poder del dictador; pero no es menos cierto que el precio que pagamos por esa “operación” los españoles también fue muy elevado en todos los sentidos; y, como siempre, muy beneficioso para los intereses norteamericanos; también en todos los sentidos, aunque existen muchas discordancias al efecto, pues nos hizo dependientes del Tío Sam y casi nos convirtió en heterónomos; aunque resulte un poco fuerte éste calificativo, pero, esa fue la triste y verdadera realidad que nos tocó vivir. 
Aquella apertura dio paso a un desarrollo económico sin precedentes, reconocido no sólo en España, sino en una importante parte del mundo durante la década de los años 60 conocido como “el milagro económico español”, cuyo crecimiento anual era del 7%. “Igual que ahora.” ¡Ya nos gustaría...!

El cambio empezó cuando, seis años antes de la “gran visita” en 1.953, “el mensajero de la paz” (Eisenhower) al comienzo de su mandato, firmara el convenio hispano-norteamericano de ayuda económica, técnica y militar, que dos años después nos permitió el ingreso en la ONU; y, justo es reconocerlo, fue la rampa de lanzamiento del embrión del desarrollo económico que afloraba en  nuestro país  y fue la admiración de muchos países y una considerable ayuda para favorecer el turismo internacional que ya a finales de los 50 y durante los 60, acudió en masa a disfrutar de nuestro sol, nuestro acogedor comportamiento y muchas más cosas que tienen este país de las discordias y sus gentes.

El ostracismo y la autarquía de los primeros 20 años de dictadura en la soledad ibérica, y el aislamiento internacional, abrieron la puerta al conocido como “segundo franquismo” y franquearon el paso a un estilo de vida más occidental que la juventud de mi época agradecimos, disfrutamos y vivimos con alegría e ilusión, pues, parecía un nuevo amanecer al que, sin duda, colaboró en gran parte el turismo heterogéneo que nos permitió ver y conocer otras formas y estilos de vida, “otros mundos” sin abandonar “ ésta España mía, ésta España nuestra” de la  que, entonces, no era tan sencillo salir como lo es ahora, dados los impedimentos que la dictadura imponía.

El convenio firmado entre los dos países fue también un importante pilar para la seguridad de EE.UU. a través de las bases instaladas en nuestro país, además, de algunas otras concesiones hispanas que por razones de Estado, fueron poco conocidas por el pueblo llano, que le permitían fortalecerse frente a la Unión Soviética y tenerla vigilada en aquellos años tan ingratos de guerra fría, en la que la encarnizada lucha sin cuartel entre los dos titanes, todo era válido para controlarse los unos a los otros dada su recíproca escasez de confianza.

La imagen del fraternal abrazo de despedida en Torrejón de Ardoz de ambos generales, el demócrata y artífice de la paz,  y el dictador, quedará en los anales de la historia para ilustrar con nitidez la capacidad del “Tío Sam” cuando le conviene a alguno de sus Presidentes amistarse o enemistarse con cualquier país (léase Bush hijo en Irak como ejemplo reciente) en función de los intereses económicos y militares de EE.UU. empleando el sistema de la veleta: estar siempre del lado que sopla el viento de sus conveniencias y pintándolo del color que más le favorece, sin dudar en emplear tantos cuantos medios sean necesarios, independientemente de su licitud o ilicitud. No importa. Hay que demostrar quien manda en el mundo y quien tiene el poder de las armas más sofisticadas y dispuestas a usarlas si es conveniente “para poner las cosas en su sitio” y sin importar gran cosa las consecuencias (hoy llamadas colaterales o flecos) que de ello se deriven como en Hiroshima y Nagasaki; por citar un par de conocidos ejemplos.


EL FAROL.

En la aldea donde nací,
La -Zarza de Pumareda-
en un sobrado de madera
que había en la casa grande
donde vivía mi abuela;
a la luz de un candil viejo
que usaba cuando era niño,
algunas veces leía
lo que decía un mohoso libro
con las pastas desgastadas
que olía a humedecido,
de hojas amarillentas 
y medio descolorido.
Era un libro que encontré
metido en un carcomido arcón,
hecho de gruesa madera
que, según dijo mi abuela
su padre se lo construyó
cuando era una mozuela.
En ese libro se trataba
de los hombres que ya hace tiempo,
servían fieles a sus reyes
para ganarse el sustento;
en él se relataban las batallas
que, perdidas o ganadas,
guerreando habían sufrido
con su escudo  y con su espada.
De ese libro aprendí
el porqué luchaban los hombres,
por qué iban a las cruzadas,
cuáles eran sus razones,
y por qué sin inmutarse,
en sus palacios se quedaban
de la Reina acompañados:
reyes, príncipes y princesas,
mientras por ellos daban la vida
sus más incondicionales vasallos,
tan sólo por defender
a esos feudales tiranos
que los tenían reprimidos,
dominados y engañados.
Así está escrito en la historia,
y así se hacían las guerras:
unos, luchando cuerpo a cuerpo
y otros, corriéndose las juergas.

Las armas hechas a mano
por los mejores herreros,
les eran luego entregadas
a aquellos fuertes “soldados”
que en el campo de batalla
desgarrarían algún cuerpo,
solamente por servir
a su todopoderoso rey
como fiel y ardoroso guerrero.

Con el paso de los tiempos
eso mucho no ha cambiado,
pues en las guerras de hoy,
pasa igual que en las de antaño:
miles de hombres que luchan
total, para conseguir la nada,
y para obedecer al que manda
igual que el que antes mandaba.

Ahora, se lucha por petróleo,
por multinacionales y patentes
o, por otros intereses creados
que enrarecen los ambientes;
y reyes y mandatarios
igual se quedan en sus palacios
tranquilos y complacientes,
sin importarle que mueran
a miles, los soldados inocentes
en los campos de batalla
por un misil destrozados,
ni que el pueblo liso y llano
quede al final masacrado;
o, como mujeres, niños y ancianos
que por la guerra son humillados.

Lo único que en realidad cuenta,
al final, es el resultado:
es el poder y el dinero
para aquel que la ha ganado;
y saber que hay un país
que manda en el mundo entero
mientras ese mundo está callado,
sumiso, quieto y temeroso
además de resignado.

En aquél libro también leí
un viejo poema ya olvidado
y una pregunta que decía:
en las guerras: ¿quién ha ganado?;
si al terminar la contienda,
todo queda destrozado.....


07 octubre 2012

AL VOLANTE




ADELANTAMIENTO, 2ª PARTE

En la entrada anterior relacionada con el adelantamiento, vimos la extensa normativa reflejada en el Reglamento de Circulación que afecta a la maniobra en cuestión que, como ya dijimos, es la más peligrosa y una de las más frecuentes.

En ésta segunda parte nos olvidaremos de las rígidas normas que le afectan y nos centraremos en la ejecución de la maniobra en sí y las consecuencias que de ella se derivan cuando nos vemos en la necesidad de efectuarla en condiciones adversas.
En primer lugar, veamos que todo adelantamiento requiere por parte del conductor una buena dosis de paciencia, reflexión y temple además, de olvidarse de la  prisa; tener una nítida percepción de las circunstancias que le rodean y un cálculo adecuado de las distancias que afectan a los vehículos u obstáculos que pueda haber en el entorno del escenario donde se realizará la maniobra, teniendo siempre en cuenta que esta es una maniobra que requiere una considerable reserva de energía en nuestro motor para efectuarla con seguridad; toda vez que, en el momento de tomar la decisión de adelantar, nuestro vehículo necesita que al pisar el acelerador, el motor responda y adquiera ese reprís imprescindible para adquirir la velocidad precisa para que la duración de la maniobra sea la mínima posible y con suficiente  garantía de seguridad.
Sin esa reserva de energía, sin esa fuerza complementaria de empuje para que el vehículo corra con alegría cuando lo necesitamos, no podremos ejecutar con seguridad el adelantamiento por muchas comprobaciones previas que efectuemos; por lo tanto, si no disponemos de ella, no adelantar, abstengámonos de intentarlo, olvidémoslo; porque si seguimos, lo más probable es que cuando estemos en paralelo con el vehículo adelantado, a medio camino, el nuestro se ahogue y no corra lo que nosotros necesitamos en ese momento y por mucho que pisemos con fuerza el acelerador la cosa no da más de sí, aunque recurramos al intento de darle a los pedales como si fuera una bicicleta, pues, no conseguiremos nada más que desesperarnos y aumentar progresivamente el peligro que estamos generando; así pues, llegados a esta situación, desistamos, pongamos el intermitente de la derecha, aflojemos un poco la velocidad y retornemos de nuevo al lugar de origen (a nuestra derecha) sin persistir en el error de terminar la maniobra que podría acarrear unas consecuencias imprevisibles, y en cualquier caso, innecesarias, asegurándonos de que el vehículo que nos sigue no se ha acercado demasiado al nuestro por la impaciencia de su conductor y nos veamos envueltos en un accidente; para ello, comprobaremos por el retrovisor interno y exterior derecho si hay algo que impida nuestro retorno. Nunca persistir en el intento de terminar el adelantamiento, sino desistir por seguridad.

El conductor en todo momento debe saber la reserva de energía de que dispone su vehículo, conocerlo e identificarse con él en cualquier circunstancia en la que se encuentre y tener la suficiente prudencia y sensatez como para no adentrarse en aventuras de velocidad que su vehículo no pueda desarrollar cuando lo requiera; y, menos en lo relacionado con la maniobra de adelantamiento que es una ensaladera de accidentes.

Lo expuesto hasta aquí nos denota la necesidad de disponer de esa “imprescindible reserva de energía en nuestro motor” sin la cual, todas las comprobaciones que se citan a continuación, no nos sirven para nada.


Las comprobaciones oculares, serán previas a la maniobra en sí, y se harán mirando  hacia delante, y hacia atrás, a través de los espejos retrovisores correspondientes.

Comprobando hacia delante:
La primera es asegurarnos  que en el lugar que pretendemos adelantar no está prohibida la maniobra, bien porque no lo permita la norma, mediante la prohibición de alguna señal que lo impida, o por la presencia de algún impedimento circunstancial; así como si la visibilidad es propicia, sin la cual, hay que olvidarse del adelantamiento.
La longitud del vehículo que vamos a adelantar, es fundamental tenerla en consideración para no vernos sorprndidos durante la realización de la maniobra; toda vez que, el pelgro aumenta cuanto más voluminoso es el el vehículo que nos precede.
 
Observaremos si el vehículo que nos precede ha indicado su propósito de desplazamiento a la izquierda, bien para girar a ese lado, bien para adelantar al que le precede a él, en cuyo caso, respetaremos la preferencia que le asiste; a no ser que, después de un tiempo prudencial no ejerza su derecho prioritario, en cuyo caso se podría iniciar la maniobra de adelantamiento advirtiéndolo previamente con la señal correspondiente, bien sea óptica, luminosa o acústica. Seguidamente, comprobaremos que la longitud y velocidad del vehículo que pretendemos adelantar, nos va a permitir hacerlo sin riesgo, pues no es lo mismo adelantar un Seat Panda que circula a 80 Km/hora, que hacerlo a un trailer o un tren de carretera como el de la fotografía superior que lo haga a esa misma velocidad; si bien éste tipo de vhículos no circulan por las carreteras de montaña españolas, lo hacen por Australia (50 metros de longitud); comprobaremos que  en la parte anterior del mismo encontraremos espacio (hueco) para volver a la derecha sin entorpecer la marcha al adelantado; que los vehículos que vengan de frente, no se van a ver afectados por nuestra presencia, con el grave riesgo de choque frontal que, siempre es el más peligroso porque en el impacto se suman las fuerzas  de ambos; que la anchura de la calzada tiene suficiente espacio para pasar con holgura sin colisionar lateralmente con el vehículo que pretendemos adelantar; que el margen lateral de la calzada no está descarnado o abultado el asfalto por el efecto degradante del calor o las lluvias, con lo cual el riesgo aumenta  de forma muy especial cuando se trate de vías con un solo carril para cada sentido. 

Aquí tenemos tres claros ejemplos de lo que no debemos hacer para adelantar, toda vez que, además de ser una infracción grave, es una imprudencia
 
Comprobaremos también, que el pavimento no se vea afectado por baches, charcos, arena, gravilla o algún otro agente extraño que pueda generar deslizamiento en los desplazamientos laterales que requiere la maniobra.

Comprobando hacia atrás:
Una vez realizadas estas comprobaciones ocularmente hacia delante, miraremos hacia atrás a través del espejo retrovisor correspondiente para comprobar:
Que ningún otro vehículo que circule detrás por el mismo carril ha iniciado la maniobra de adelantar al suyo;  que en nuestro desplazamiento lateral izquierdo para adelantar al que nos precede, no afectaremos a la trayectoria del vehículo que nos sigue por el mismo carril o el contiguo, teniendo muy presente el grave peligro que supone el ángulo muerto, por lo cual, se hace imprescindible la comprobación lateral externa mediante el espejo izquierdo; téngase en cuenta que al comprobar por este espejo retrovisor, podemos sufrir un error de cálculo en las distancias de los vehículos que nos siguen, pues, el espejo exterior al ser tintado (coloreado), aleja los objetos y los empequeñece, con lo cual, nos puede parecer que está a mayor distancia de la real y errar involuntariamente en el cálculo; por ello es aconsejable también, la comprobación mediante el espejo interior si el vehículo dispone de él, porque lo reflejado en él, se acerca más a la realidad.
El error en la apreciación del cálculo por el espejo exterior es más frecuente y aumenta en la conducción nocturna, agravándose  aun más con niebla densa, lluvia intensa, nieve copiosa o nubes de polvo o humo.

Una vez efectuadas todas las comprobaciones antes citadas y seguros de  que nada impide la realización del adelantamiento, iniciaremos la maniobra señalizándola, bien con un signo adecuado del brazo cuando sea posible y visible por los demás usuarios o con el indicador de dirección (intermitente)  del lado izquierdo y si el caso lo requiere con la señal acústica (el claxon) iniciando el desplazamiento lateral a la izquierda, al final del cual extinguiremos el intermitente o retiraremos la señalización del brazo,  y durante todo el tiempo que permanezcamos en paralelo con el vehículo adelantado, no habrá señal alguna para evitar confusiones a los conductores de los vehículos que nos puedan seguir o al conductor del vehículo que estamos adelantando; luego, señalizaremos con el intermitente de la derecha el desplazamiento lateral hacia ese lado derecho y lo apagaremos cuando nos hallemos situados de nuevo a la derecha para seguir circulando con normalidad en progresión normal como ya se explicó (27 de junio del año en curso) en la primera entrada relacionada con las maniobras.
 Cuando la señalización con el brazo es claramente visible por los usuarios a quien va dirigida, ésta puede ser eficiente como el caso que ilustra esta fotografía

Cueando exista contradicción entre la señal efectuada con el brazo por el conductor, ésta prevalece sobre la señal luminosa, aunque como en este caso sean contradictoria; siempre que como el ejemplo de la fotografía, no se preste a error de interpretación por los que le siguen, dada la total visibilidad de que ambos disponen en la parte delantera.  
En los adelantamientos, es más seguro y eficaz utilizar los indicadores de dirección y abstenerse de señalizar con el brazo para disponer de mayor movilidad con el volante dada la peligrosidad que entraña la maniobra.

¡Ojo!; téngase bien en cuenta lo antedicho con respecto a la señalización: No se llevará encendido el intermitente todo el tiempo que dure la maniobra.
La señalización se hará, única y exclusivamente en los dos desplazamientos laterales.

¿Cuándo hay que señalizar e iniciar el desplazamiento a la derecha para volver a nuestra mano mientras circulamos en paralelo y rebasamos el vehículo que estamos adelantando.?
La señalización siempre será previa al desplazamiento hacia la derecha; y, éste no se hará hasta que no veamos reflejado en el espejo retrovisor interior la imagen bien centrada del vehículo adelantando; por lo tanto, antes no deberemos desplazarnos para volver a la derecha, pues correríamos el riesgo de ser  alcanzados por el mismo, incurriendo en una infracción grave o muy grave según las circunstancias; por lo tanto: asegurarse bien de que el espacio que media entre ambos es el suficiente para retornar a la mano sin peligro; y, la referencia del espejo antes citada, es buena consejera.

Ya quedó reflejada en la entrada anterior relacionada con la normativa del adelantamiento la separación entre vehículos y la distancia máxima que se puede recorrer cuando circulamos en paralelo realizando el adelantamiento y las distintas circunstancias reflejadas en el Reglamento de Circulación que son de aplicación obligada a ésta maniobra.

Adelantamiento nocturno:
Independientemente de que dediquemos en su momento un tema a la conducción nocturna; en cuanto lo que al adelantamiento se refiere, lo tocaremos ahora para no ir salpicando los detalles en varias entradas.
El adelantamiento nocturno requiere de mayor prudencia y menor frecuencia, toda vez que el deslumbramiento podría aumentar el peligro que entraña esta maniobra, por lo que sería aconsejable efectuarlo solamente en aquellos casos en los que sea realmente necesario y hacer uso de la paciencia cuando la duda nos ronde en la mente la idea de hacerlo sin las más absolutas garantías de seguridad.
En la conducción nocturna deberemos tener siempre presente que el que nos precede, que es al que vamos a adelantar, puede verse afectado por nuestro alumbrado, deslumbrándolo  a través de sus espejos retrovisores en los que incide directamente el haz de luz de nuestro vehículo;  por lo que siempre deberemos circular detrás de él con el alumbrado de corto alcance como es preceptivo, o sea, el de cruce o luces cortas como es vulgarmente conocido. ¿A cuánta distancia?. Depende de la clase de alumbrado que tengamos. Unas luces no deslumbran hasta los cincuenta-setenta metros y otras a través de cualquier espejo ya ciegan la retina del conductor que nos precede a más de cuatrocientos-quinientos metros de distancia; por lo tanto, el conductor, sabedor del tipo de alumbrado que está dotado su vehículo,  tan pronto aprecie la posibilidad de poder deslumbrar al que le precede, “deberá” sustituir el alumbrado de largo alcance, el de carretera (las largas) por el de cruce si más dilación.

Para pedirle paso al que nos precede para adelantarlo, lo haremos con la señal luminosa, haciendo el cambio alternativo rápido del alumbrado de carretera-cruce sin que medie intervalo de oscuridad alguna, una especie de destello instantáneo y seguiremos detrás de él circulando con las luces cortas, permaneciendo con ese alumbrado hasta que estemos en paralelo a él en el adelantamiento y nuestro vehículo haya sobrepasado levemente con el morro la parte delantera del vehículo en cuestión, momento en el que sustituiremos el alumbrado de  cruce por el de carretera para poder tener mayor espacio visible en la parte delantera y finalizar la maniobra con mayor seguridad, siempre que no circule ningún otro vehículo en sentido contrario que pudiera verse afectado y su conductor deslumbrado por nuestras luces.
Para no alargarnos demasiado hoy; finalizaremos el tema del adelantamiento en la próxima entrada tratando de su realización en casos de lluvia, niebla, nieve y viento racheado en los que la prudencia debe ser el norte que nos guíe.