29 enero 2015

EL TIEMPO

El dichoso tiempo, en el que, desde que nacemos acumulamos en nuestro haber: minutos, días, años, etc., que en el futuro nos servirán para que, con la experiencia adquirida  podamos desenvolvernos en distintas actividades a lo largo de nuestras vidas. Pero; ¡Ay el tiempo! El desconsiderado tiempo que pasa una sola vez por nuestra vida y nos deja una marcada huella en nuestra piel, nuestra mente, nuestro comportamiento, etc. 
El tiempo pasa por delante de nosotros sin apenas percatarse de nuestra presencia, le resultamos indiferentes a su actividad cotidiana.

El tiempo es una magnitud física con la que acostumbramos a medir la duración de los acontecimientos y los separamos en espacios sujetos a cambios y observación.

El tiempo ordena los sucesos en secuencias, separa el pasado del presente, del futuro, y, según un proverbio italiano; el amor hace pasar el tiempo y el tiempo hace pasar el amor.

Por suerte, y, por muy pobre que seamos, a todos los humanos lo único que nos pertenece es el tiempo, aunque no tengamos otra cosa, y, afortunadamente, gratis, aunque el tiempo pasado no vuelva jamás, como apunta otro proverbio árabe que afirma que, hay cuatro cosas que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada.

El tiempo pasado condena al olvido la memoria de los más importantes acontecimientos. Cuando nacemos, el capital más importante de que disponemos en ese momento en nuestro planeta llamado mundo, es el tiempo que se nos concede para vivir; pero es tan corto -o al menos, eso nos parece- ese espacio de tiempo que cuando nos acercamos al final, nos parece que estamos en el principio; quizás, amparándonos en la pésima idea de disfrutar cada segundo, cada instante de esta vida prestada -de la que nos parece que somos los dueños absolutos-, y de esa mente privilegiada que nos dotó la naturaleza y no se adapta a la realidad de la temporalidad concedida con tanta benevolencia.

Para calcular o medir con más o menos precisión, los humanos medimos el tiempo según nuestras necesidades o conveniencias en: segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros, siglos, etc., que nos sirven como referencia para hacernos una idea del espacio que media entre el lugar y momento en que nos encontramos, y un determinado acontecimiento pretérito o futuro que nos despierta algún interés.

Mientras los humanos observamos impasibles el paso inexorable del tiempo y de los recuerdos vividos en ese tiempo que nos fue concedido y no siempre bien aprovechado, éste, se nos esfuma sin apenas enterarnos; en múltiples ocasiones por la falta de visión de futuro, cuando no por incapacidad de entender cuál es nuestra misión en este mundo para disfrutar del tiempo tan generosamente concedido y que, por muy buena voluntad que tengamos de corregir nuestros pasados errores, nos pasará la factura que tenemos pendiente, por la que no tendremos que pagar ni un solo céntimo: solo, el viaje sin retorno. Por eso, el único medio de envejecer es vivir mucho tiempo.

Pero, a todo esto; ¿qué es realmente el tiempo, además de la magnitud citada?
Depende: Para un enamorado, que en un momento de ternura le diría a su enamorada mirándole a los ojos: “estar contigo o no estar contigo es la medida del tiempo”. Sin ninguna duda, porque cuando hay amor, la distancia y el tiempo no existen ni importan, ya que, para él no hay más tiempo que el que vive en ese momento. Sin embargo, para un filósofo, un escritor, el mejor poeta, etc., para los que el tiempo es el mejor autor, porque  siempre encuentra un final perfecto para todo; la dimensión es otra, porque tienen una percepción distinta de la del enamorado. Pero, el tiempo es tan relativo, que, un solo minuto sería suficiente para soñar toda una vida; y, mal que nos pese, el tiempo siempre pasa, estemos animados o abúlicos, haga frío o calor, esté el día borrascoso o apacible; el tiempo siempre pasa con la misma parsimonia acostumbrada: seguro, impío, implacable, impertérrito, impasible, inexorable, indiferente…
En cualquier caso, el tiempo hay que saber tomarlo con filosofía y buen humor. Recuerdo de niño oírle decir a mi abuela en repetidas ocasiones cuando le atosigaba la faena de la casa: no tengo tiempo para tener prisa. ¡Qué razón y, qué visión de futuro tenía la mujer! Lástima que no pueda dársela ahora que he entendido su significado.

Miguel de Cervantes –al que ahora le están removiendo los huesos-, confiaba en el tiempo, porque, según él, suele dar dulces salidas a amargas dificultades. Y, es cierto.
Willian Shakespeare decía que, nosotros matamos el tiempo, pero él nos mata a todos. ¡Qué razón tenía también el literato inglés!

En algunos momentos de ocio contemplando el dichoso   aparatejo medidor, yo me he planteado en más de una ocasión si el tic tac del reloj, no es algo así como el ratón que roe, no el queso, sino el tiempo imparablemente. Ese tiempo fugaz que es como la corriente de un río en el que todos pescamos, y, sin embargo, no se puede tocar dos veces el mimo agua porque el flujo pasa una sola vez. Quizás, porque no sabemos utilizar el tiempo como herramienta y no como vehículo, o, porque no hemos entendido bien que la muerte y el tiempo, llevan el mismo camino; sobre todo si tenemos en cuenta, que el tiempo es el único combustible que arde sin dejar residuos; aunque alguien pueda pensar que esa canción ya la ha escuchado muchas veces antes. Yo también, y por eso la tengo presente; porque estoy convencido de que, a fin de cuentas, el tiempo es una de las pocas cosas importantes que dejamos al partir.

Un consejo de amigo: No pierdas tu tiempo en llorar ni añorar el pasado ni el futuro. Disfruta el presente y no te arrepentirás. ¡Vive la vida en tu tiempo con ilusión! Es única y original.

Y, una pregunta para todos los lectores. A ver si alguno me puede dar la respuesta adecuada y consigo dar con él: ¿Dónde está el freno de mano del tiempo, que no lo encuentro por ninguna parte?


21 enero 2015

INTERESANTE AÑO ELECTORAL


La carencia de confianza en la gestión de Estado, la tolerancia de corruptos en casi todos los partidos políticos, junto a la escasez de crédito que se han ganado a pulso nuestros representantes electos,  además de la madurez del ciudadano, han hecho que no sea solamente la aguda crisis que nos afecta desde 2.008, la que nos está dejando una huella indeleble de marginación, hambre, desolación y desánimo en una importante parte de la ciudadanía que no ve con nitidez el fin de esta lacra que le atenaza como siempre a la parte más débil de nuestra sociedad contemporánea.
El ciudadano normal y corriente ha podido comprobar con desánimo que, como consecuencia de la maldita crisis y la ineptitud de una buena parte de sus dirigentes, ha aumentado desmesuradamente la pobreza, ya no sólo entre los menos agraciados por la diosa fortuna que estaban acostumbrados a pasar penurias, sino entre una acomodada clase media que por desgracia, para poder subsistir se ha visto abocada en gran medida a la miseria y, desgraciadamente, en más de un caso a la mendicidad en una considerable parte de ese sector.
Es cierto que no ha sido nuestro país quien originó la dichosa crisis, pero sí que es uno de los más lentos en salir de ella, y no solamente porque nos haya afectado la burbuja inmobiliaria que debieron prever y corregir a tiempo los dirigentes de turno, que, como los que le siguieron, se quedaron pasmados, sino porque, tenemos, hemos tenido (y, espero que ya no ocurra más), unos dirigentes (por citarlos de alguna manera) incapaces de ver más allá de sus propias narices, enrocados en el cómodo bipartidismo y escudándose en la mentira y la hipocresía, forjando una plataforma desde la cual lanzar a los cuatro vientos los intereses de sus correspondientes partidos políticos y sembrando la corrupción a diestra y siniestra.
Este comportamiento atípico quiebra la confianza de los ciudadanos, siembra la duda y genera una distancia abismal entre ambos, ya que, una media verdad, generalmente, es una mentira más o menos camuflada.
Es sabido que el 1% de ricos tendrá más riqueza que el resto de la humanidad en 2.016, y que hay menos de mil personas en el mundo en cuyas manos está el control y el poder del dinero que tiene toda la humanidad junta y eso no es justo -por decirlo de una manera suave y sin polemizar ni entrar en calificativos-; sin embargo, la solución a este desaguisado, está en las manos de aquellos/llas que miran hacia otro lado cuando les conviene. Pero, algo habrá que hacer para poner fin a tan ingrata situación, si no queremos vernos avocados a un callejón sin salida; pues, mal de muchos consuelo de tontos, y, esa no es la solución.
Estamos en nuestro país ante una maratoniana cita con las urnas. El 2.015, es un año electoral en el que, desde la caída de la dictadura franquista, nunca ningún otro había despertado tanto interés general ni más incertidumbre conocidos, ante la proximidad de una serie de comicios como la que nos espera a lo largo del recién estrenado año. La irrupción de nuevas opciones políticas que vienen dando caña, las negativas secuelas que está dejando la crisis, la toma de conciencia de los ciudadanos hartos de aguantar y aguantar mentiras y falsedades, y la necesidad de que haya un cambio en el rumbo seguido hasta ahora, hacen que la expectación sea grande y la esperanza aún mayor por ver si los nuevos dirigentes salidos de las urnas son capaces de encarrilar con buen tino la situación para salir del embrollo en el que nos han metido nuestros dirigentes y legislar de una vez por todas, para que el sufrido ciudadano deje ya de estresarse y pasar tantas penurias.
Si los parlamentos están hechos para hacer y cambiar las leyes; ¿por qué los nuevos legisladores no van a poder cambiarlas tantas cuantas veces  sean necesarias para que, hasta la Constitución (la sacrosanta Constitución), que es la ley de leyes se adecúe a las circunstancias que rodean la convivencia ciudadana? ¿Cuál es el problema?
Deberíamos aprovechar con la debida mesura el andamio de la política para, desde ese escenario, efectuar tantos cambios como sean precisos para adecuar todas las leyes, “todas” a la actualidad de nuestra sociedad, que sigue como de costumbre muy por delante de las leyes y de la agudeza visual de futuro de nuestros dirigentes, que nos están demostrando que no pasan de ser unos mediocres políticos de invernadero (no todos) que han permanecido en estado de letargo sin conseguir desprenderse del crónico inmovilismo que les encadena.
Es bien conocido que en nuestro país hay una selectiva oligarquía protegida por el escudo del bipartidismo -cuyo incierto futuro está en tanganillas-, que, directa o indirectamente ha venido controlando la vida política del país en las últimas décadas a través de los medios de comunicación públicos y privados, que estos medios no siempre han estado suficientemente bien reglados y controlados, desde los que se ensalza a los amigos y degrada al contrincante con los métodos más ruines  e implantando un sistema de clientelismo favorable solamente al amiguismo y a sus interese personales y partidistas; que dadas las circunstancias, del fin del reinado están notando ya el aliento en sus cogotes, como consecuencia de otras fuerzas emergentes que los están desplazando y, probablemente,  enviándolos camino del ostracismo, y eso no lo pueden tolerar (el poder es suyo). Para impedirlo, emplean a tal fin tantos cuantos recursos sean necesarios sin importarle mucho o nada los medios ni  los más ruines métodos habidos y por haber, empleando la calumnia y la mentira, a sabiendas de que eso daña la imagen del contrincante de forma irreversible, pero, en la esperanza de que cuando haya pasado la tempestad llegará de nuevo la calma. ¡Qué ilusos…! El ciudadano de a pie ha despertado y no es un mero objeto impasible y no pensante que a todo dice amén. El ciudadano actual español se ha quitado la venda de los ojos y está hasta la coronilla de soportar tanta mentira y falsedad por parte de un considerable número de políticos y gobernantes que, a lo largo de los años de democracia, se ha ido alejando abismalmente del pueblo que los eligió y del ciudadano corriente al que se supone que representa, para encastillarse en una burbuja de poder que no le corresponde y perdiendo definitivamente la confianza que el pueblo al que sirve y pertenece había depositado en sus legítimos representantes.
El año que iniciamos será un año electoral y electrizante en cuanto a la lucha por acusar más y más bestialmente al contrincante, al que, en la mayoría de los casos consideran enemigo porque estiman que viene a usurparles lo suyo, a invadir su cortijo, a meterse en su propia casa sin más ni más; ¿eso es lo que piensan la mayoría de aspirantes a representantes del pueblo español? Si es así, malamente vamos. Dadas las circunstancias, mucho tendrán que cambiar las cosas para que el ciudadano siga votando a los mismos en las mismas condiciones que lo ha hecho hasta ahora, ofreciendo más de lo mismo, pero de peor calidad.
A los que han corrompido la política y ahora quieren convertirse en patriotas salvadores, porque otras opciones han irrumpido en la arena del ruedo, dispuestos a dar el pase de pecho a cualquier morlaco que se le ponga por delante. A los que, teniendo en sus manos las soluciones a los problemas que plantea el devenir de la vida ciudadana y han mirado al otro lado para mantenerse en la poltrona conservando sus privilegios, y ahora, vestidos con la piel del cordero pretenden  convencernos de sus bondades y su bien hacer. ¿Hacer, qué, lo de siempre? Pues, vamos bien por ese camino. A todos ellos: ¿qué esperan?
Cuando verdaderamente le ven las orejas al lobo y los colmillos se le van acercando a la yugular, es cuando toman conciencia de lo que se les avecina, y, de forma rápida y chapucera quieren ponerle parches uno encima del otro a la cámara que ellos mismos reventaron a golpe de descrédito. ¿Lo lograrán con ese sistema?
La gente necesita respuestas a las cuestiones que le preocupan y sus representantes están en la obligación de dárselas, porque, para eso han sido elegidos. Esto, les guste o no, es como las lentejas, o las comes o las dejas. Así de sencillo.
Hoy, los ciudadanos españoles, se sienten libres y no aborregados sumisos temerosos de ser represaliados. Eso ya pasó a la historia. Ahora están cambiando las reglas del juego político. Los ciudadanos ya no se conforman con la resignación, quieren participar, no solo en las elecciones cada cuatro años, quieren opinar cuando consideran que algo no va bien o no se cumple lo prometido en el programa electoral y quieren participar con el mismo derecho que le asiste cuando se le pide el voto. Quieren, en definitiva, que su opinión se tenga en cuenta por aquellos que eligió  para cumplir la misión encomendada con su representación y no la cumplen.
¿Qué nos deparará el año electoral 2.015,  a lo largo de su trayectoria?


04 enero 2015

15 ANIVERSARIO


Afortunadamente para todos los zarceños, la suerte nos ha acompañado permitiéndonos asomarnos a esa ventana a través de la cual la imagen de nuestro pueblo ha podido verse y admirarse en todo el planeta tierra gracias a la Web zarceña.

El responsable de ello, al que transmito mi gratitud, no ha sido otro que Manuel Hernández García; Manolo el de la Web para los del pueblo.

En estas fechas tan significativas, esa ventana celebra su quince aniversario, y como la Niña Bonita, sigue siendo tan hermosa como la queramos ver y el color que le queramos aplicar para darle la tonalidad que más nos guste contemplar.

Quince años de estar ahí (aquí) en la Zarza virtual mostrando al mundo ese rincón charro que es nuestro pueblo y nuestro orgullo. Quince años recogiendo datos y aportando distintas opiniones y reflexiones por parte de cuantos han prestado su colaboración para que siga siendo una realidad latente, gracias al tesón de su fundador y sus quince años de un permanente estar y saber estar ahí, que, espero que tarde mucho, pero mucho en pasar la factura, porque, en estas circunstancias, sería impagable económicamente.

Me consta que se siente bien pagado por el reconocimiento que unos y otros, paisanos y simpatizantes le han manifestado a lo largo del quinquenio, y, justo es reconocerlo, merecidamente.

Si no hubiera sido por la acertada idea de fundar la web zarceña, éste humilde bloguero, ni hubiera sido el pasado año 2.014 el pregonero de las fiestas ptronales, ni en éste preciso momento estaría reflejando su opinión en ella, ni agradeciéndole al amigo Manolo la impagable labor realizada a través de la misma y que quedará en los anales de la historia de nuestro pueblo, para que las generaciones venideras aprecien la labor realizada por tan insigne zarceño.

Los quince bonitos años de la web que coinciden con el 15 del siglo XXI, hacen presagiar que, éste, será un año en el que la colaboración de cuantos han (hemos) participado con un pequeño granito de arena para construir la playa de la Web, será un año que dejará marcada una indeleble estela de reconocimiento y agradecimiento al fundador y administrador, por parte de los lectores que han visto reflejado en ella el sentir y el ser de ese inolvidable pueblo que nos vio nacer,  crecer y ahora envejecer para que la vida siga igual pero más ilusionadamente.

Mi más sincero reconocimiento, Manolo, por el trabajo realizado y por el mucho que te queda por hacer. Tu labor es digna de encomio.

Personalmente, espero y confío que, a pesar de que los años ya nos van dejando marcada huella del paso del tiempo, sigas con la misma ilusión y acierto ejerciendo esa labor que tan dignamente has venido realizando durante los últimos quince años; aunque, no siempre haya sido reconocida por todos en su justa dimensión.

Te animo a seguir en esa línea. Te deseo el mayor y mejor de los aciertos y, confío y te deseo que la salud te acompañe en tu andadura y la moral sea tu mejor aliada.

Un abrazo. Luis

FELICIDADES EN TU CUMPLEAÑOS, WEB ZARCEÑA