ALGUNOS RICOS
El tema relacionado con el concepto -desde mi punto de vista equivocado- de el siginficado de la riqueza, lo aporto ahora a aqui, porque siempre me ha resultado un tanto enigmático, más bien, hiperbólico, desfasado y fuera de lugar que no se ajusta a la realidad, porque; ¿qué es la riqueza. ¿Quién es el verdaderamente rico: El que lo es, o el que lo aparenta y además, se lo cree?
Visto desde ésta premisa, es como a mi me gustaría objetivizarlo; desde una óptica personal, sin ánimo de incordiar ni intencionalidad torticera u obtusa alguna que pudiera desvirtuarlo.
Dice el viejo refranero: Cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas.
Este proverbio, que ya desde niño se lo oía decir con frecuencia a mi abuela cuando lo requerían las circunstancias, a lo largo de mi vida me ha hecho reflexionar en varias ocasiones, dadas las múltiples aplicaciones que puede tener el popular refrán.
Hoy, me ha parecido oportuno traerlo a colación y, respetuosamente aplicárselo a algunos, "llamémoslos ricos"; ricos, porque son aquellos que solo hablan por hablar cuando no deben hablar, porque nada tienen que decir, que comen por comer cuando no necesitan comer nada, porque están hartos de todo, que ganan y ganan solamente por ganar y ganar para acumular una inmensa fortuna que no la necesitan porque tienen más que suficiente para vivr holgadamente, pero que luchan denodadamente por el dichoso dinero y el poder que éste proporciona, les ciega la ambición desmedida y les mata la envidia que les carcome por dentro las entrañas hasta anularles la razón. Son, precisamente los que nunca tienen nada que hacer, porque no saben hacer nada bueno ni útil para la sociedad de la que forman parte, y cuando hacen algo, las cosas que hacen, las hacen solamente para que las vean los demás pero no sirven para nada y, no saben ni qué, ni porqué, ni para qué las hacen porque ni siquiera saben bien lo que hacen y son unos fracasados mentales a los que, en el lugar que ocupa el honor, en ellos existe un gran vacío por carecer de sentimientos y escrúpulos en la mayoría de los casos.
Son aquellos a los que nada les
importa el hambre y la miseria que asola el mundo en el que ellos también
viven, ¿viven...? y se molestan con el mundanal ruido de la gente normal que
ríe, llora, canta, siente, se divierte, vive..., pero a la que ellos consideran
parásitos procesionando en peregrinación arrabalera y con una cultura
barriobajera cuya presencia les desacredita y merece su indiferencia, rechazo e
incluso su desprecio, porque ellos siempre se han considerado en un plano
superior a la que llaman chusma, la plebe, esa gente...; sencillamente, porque
consideran que están por encima del bien y del mal con derecho a imponer su
criterio a los demás; o lo que es lo mismo, a hacer su santa voluntad cuando y
como le plazca, sencilla y llanamente porque ya desde la infancia fueron unos
niños privilegiados cargados de manías, caprichos y abundantes complejos, a los
que educaron ¿los educaron...? para vivir en otro mundo, un mundo irreal en el
que, desde su punto de vista, hay dos clases de personas: ellos y el resto de
mortales, y, que dicho sea de paso son de una casta inferior, pues “ellos” son
hijos de rica y noble cuna, nacidos para mandar, imponer y dominar a los demás,
que se consideran los mejores en todo, los elegidos, unos iluminados de los
que, algunos, estoy convencido de que en su fuero interno albergan la creencia
de que son deidades dignas de veneración; sin embargo, ¿qué son en realidad? ¿A
qué mundo pertenecen?
Ellos son, a los que nada les
afectan las enormes desigualdades existentes en nuestro planeta ni les inquieta
la contaminación medioambiental de la que en su mayoría son responsables, ni
tampoco les afecta el desarraigo ajeno, porque no son más que unos tontos materialistas
e incontrolables avaros que todavía no han aprendido ni entendido qué es la
vida ni qué hacen en ella, ni por mucho que se esfuercen se llevarán nada de
ella cuando se marchen al Más allá, porque, tampoco se trajeron nada cuando
vinieron a ella. Ellos sí que son los verdaderos parásitos de la sociedad, unos
insensibles al dolor ajeno a los que no les afecta el sufrimiento de tantos y
tantos niños desamparados en el tercer mundo, ni les importa absolutamente nada
de lo que suceda fuera de su mundo al que creen pertenecer porque les ciega la
ambición, no les deja ser felices la lujuria, y el inconformismo es su más
incondicional y fiel compañero.
Son, y seguirán siendo, los que
han descartado del Diccionario las palabras: humildad, justicia, tolerancia,
lealtad, respeto, comprensión e igualdad. ¿Para qué las necesitan?; si ellos
son, “esos ricos que solamente tienen dinero”.